“Norman Foster ha cambiado de escala”, escribía en Le Monde, Frederic Edelman, el 23 de junio de 1998. Al saber que Piano había recibido el Premio Priztker, proseguía su relato: “Ha hecho tanto en Gran Bretaña, en Europa y en el resto del mundo, con tanta eficiencia y a veces con tanto talento, que uno se sorprende de no verlo todavía en la lista Pritzker, el famoso “Premio Nobel de arquitectura”. ¿Será porque la agencia Foster and Associates ha perdido toda dimensión artesanal? Renzo Piano, en todo caso, que también viaja por los cuatro rincones del mundo, acaba de obtener el premio, y Piano navega, le gusta jugar al Tabarly de la arquitectura, cuando Foster eligió el avión y el helicóptero como pasatiempo favorito. Hace un perfil completamente diferente”. El premio Priztker siguiente, el de 1999, recayó en Norman Foster, como si la reclamación de Edelman –como una oración o un rezo premonitorio– hubiera producido efectos. Veinticuatro años más tarde, Norman Foster, exhibe su obra en la sala número 1 del Museo Pompidou de Paris, la Sala de honor del museo levantado por su antecesor en el Pritzker, junto a alguien que había sido compañero de fatigas en el Team 4, como Richard Rogers, y también Pritzker en 2007. Como si con todo ello se cerrara un bucle de afinidades y conexiones. Donde pueden verse, junto a diversas maquetas de sus obras, múltiples dibujos de sus proyectos y piezas procedentes de otros universos y autores. Como Carlo Carrá y Buckminster Fuller –al que tan próximo se ha sentido NF a lo largo del tiempo–, quien comparece con el automóvil Dymaxion y con una estructura geodésica en la que se retrata, como si fuera cosa propia.
En paralelo a ello, Foster ha presentado en la 18 Bienal de Venecia el modelo de hábitat de emergencia, que ha denominado Essential Homes. Ahora sí, un salto de escala verdadera. Pasar del círculo mágico de Apple al círculo mínimo del hábitat unitario, aunque presentado en un contexto de artisticidad como es la Bienal de Venecia. Promovido desde la Fundación Norman Foster –FNF– que él mismo preside, con apoyo de la casa de materiales Holcim. Y destinado a poblaciones sometidas a problemas severos de alojamiento temporal y circunstancial, para lo cual NF ha brindado la solución del prototipo, formado por una cápsula unitaria –un recuerdo invisible, y oculto por demás, a las actuaciones precedentes de Fuller de los años cuarenta– con una envolvente curva y agusanada, capaz para un grupo familiar de dos a cuatro personas. El carácter de ensayo de materiales que proporciona Holcim –un cemento laminado que, humedecido, acaba por endurecer y adquirir rigidez como una lámina estructural– posibilita un dispositivo habitacional de eficiencia energética, con baja emisión de CO2 , con un coste razonable y rápido montaje. Hasta aquí el presente.
Pero todo presente tiene un pasado. Tanto en su vertiente tecnológica como en la formal como veremos. De lo primero –del universo de las aplicaciones derivadas de otros campos técnicos– nos podríamos remitir a las investigaciones del citado Buckminster Fuller, tanto en el Dymaxion Deployemente Unit (DDUs) de 1940, como en la pieza Wichita House de 1946. Del DDUs, cuenta Beatriz Colomina en su imprescindible trabajo La domesticidad en guerra (2006), la aparición del dispositivo habitacional, en tiempos de crisis de vivienda, y mostrando cómo la pieza de almacenaje agrícola transformado se acaba convirtiendo en un espacio capaz para otras funciones. Incluso para disponer de una vivienda prefabricada. Cuenta Colomina, cómo en un viaje por Missouri Fuller, en el verano del 1940, junto con Chris Morley, descubre los depósitos de grano, como una hilera encantada en un trigal. Un encanto duradero, que es analizado después por Colomina. Y Fuller, comenta a su acompañante “que ahí estaban las unidades de ingeniería más eficientes para hacer una pequeña casa prefabricada”. Los depósitos de acero conformado, prosigue Colomina, fueron diseñados “para proteger el grano contra las agresiones de roedores y climáticas”, con una espléndida solución formal. Solución referencial, casi totémica e icónica, que lo emparenta, a juicio de Colomina, con la misma fascinación de los arquitectos europeos de vanguardia con los silos y dep-ositos industriales de las primeras décadas del siglo XX y sus publicaciones del Jahrbuch des Deutches Werkbundes en 1913 y de L’ Esprit Nouveau en los años veinte.
Los depósitos de grano eran producidos por Butler Manufacturing Company de Kansas, dentro de un programa económico del New Deal, dentro del programa Ever Normal Grainery –grano normalizado– desplegado por la Secretaria federal de Agricultura. Lo demás, es el contacto de Fuller con Butler, para la puesta en marcha de su idea avistada en los campos de Missouri. Y para ello, se ponen en marcha las modificaciones necesarias del depósito original, para hacerlo susceptible de usarse como vivienda. Dotándolo de suelo de chapa de acero recubierto de Masonite, y de un techo compuesto por paneles radiales que “se abrían como pétalos y se cerraban con un golpe seco a un anillo flotante”. Además de ello, recubrió el interior con un panel contrachapado y dispuso un aislante de heno y papel. La primera DDUs se levantó en el exterior de la fábrica de Butler en agosto de 1940 y la casa amueblada se dispuso ya en el mes abril de 1941. La prueba de habitabilidad la realizaron –como voluntarios– el director del Departamento de Arquitectura de la Universidad de Michigan y su esposa, que fueron fotografiados en distintos ambientes y poses, para su inclusión en los posteriores folletos publicitarios del Dymaxion.
Incluso, prosigue Colomina, “En pleno corazón de América a Fuller le sobrecogió la idea de una casa readymade, un objeto producido en masa, un genérico bidón de grano”. Por ello, se formula la pregunta siguiente: “Pero ¿es esto un readymade?, ¿el readymade puede existir en arquitectura?”. A lo cual responde Colomina, con una de las premisas especificadas por Duchamp en su texto de la Caja Verde de 1934. Y particularmente con la cuestión del rendez-vous y con la de la serialidad. Esto es, en primer término, el encuentro entre el autor y el objeto que puede propiciar el hallazgo. Por ello: “Dados un objeto y un autor, basta con un rendez-vous para que el readymade se inscriba”. La segunda de las cuestiones, la del carácter serial del readymade, queda clara al formular Duchamp que como tal “el readymade nunca es un objeto aislado. Es siempre una sucesión sin fin de objetos idénticos”. Donde, el requisito postrero del readymade, a juicio de Duchamp es la de poder exponerlo en una galería. De forma que el objeto anónimo se registra ya como obra de arte. De todo ello, dice Colomina que “Lo interesante del DDU es que, a pesar del desinterés de Fuller en la idea de la arquitectura como obra de arte y su desprecio por las políticas de conservación del MoMA, la instaló entre sus paredes”. Siendo expuestos sus planos en el Jardín de Esculturas del MoMA en noviembre de 1941, a los que se llamó como Casa de Defensa Desmontable. Casa de Defensa en la medida en que los intereses militares vieron en la DDUs, no una vivienda, sino una alternativa a los barracones militares de campaña de los ejércitos. En todo caso estaba claro que a Fuller solo le interesaba –como se desprende del manual Deployment de 1940– la capacidad productiva de Butler Mfg para sacar a la calle las unidades de DDUs, que él esperaba fueran de 100.000 unidades al mes. La crisis de suministros de acero, estableciendo preferencias en los suministros militares, y la entrada de Estados Unidos en guerra en 1941, detuvo la producción de las DDU.
En 1944, con la Segunda Guerra Mundial a punto de acabar y ya pensando en buscar alternativas a la hipertrofiada economía bélica por alternativas civiles, es cuando Fuller vio el potencial que en el nuevo contexto de normalidad civil posbélica, podían tener las ideas que había investigado con ocasión de su Dymaxion House (1927-1930) y puestas en marcha con las DDUs a principios de los cuarenta. Y así, con los planos y las maquetas bajo el brazo, se dirigió a la fábrica Beech de aviones, en Wichita, en Kansas, donde sus planteamientos fueron escuchados pese a las dudas iniciales que suscitaban entre los financieros el fracaso del modelo precedente. Sin embargo, el descenso abrupto en la producción de aviones terminó de convencerles, de modo que se encargó a Fuller un nuevo prototipo de una casa que eventualmente debería responder a la demanda de vivienda mediante la fabricación de entre cincuenta o sesenta mil unidades al año, con un precio de venta de 6.500 dólares de la época –aproximadamente unos 75.000 de hoy–, lo que suponía, según los cálculos del propio Fuller, una razón de tan sólo cincuenta céntimos de dólar por libra (0,45 kilogramos) de casa construida. Ni que decir tiene que fue la primera vez que el coste de una casa se expresó en términos de peso. Por ello, la pregunta que Buckminster Fuller, le hizo años más tarde a Norman Foster acaba resultando procedente. Ya saben, la pregunta que le hiciera Buckminster Fuller a N.F. “¿Cuánto pesa su edificio señor Foster?”.
P.S. La otra imagen de la Essential homes, visualmente se conecta con la pieza de 1953, diseñada por Rafael Lahoz y José María García de Paredes y conocida como Vivienda ultra económica –dentro de los debates y análisis de Vivienda Mínima, desplegados por Fonseca desde el INV– en Villaviciosa, provincia de Córdoba. Y que partía del dato del aprovechamiento de elementos preexistentes. así, según Francisco Daroca, en el volumen dedicado a Lahoz por la Fundación de Arquitectura Contemporánea –Itinerarios de Arquitectura 02–, se comenta que: “La necesidad de dotar de alojamiento rápido y económico, además con carácter efímero, a los trabajadores que iban a levantar la presa del embalse de Puente Nuevo, encuentra una ocasión para utilizar la patente Ctesiphon, ya probada como barracones militares del ejército británico en la II Guerra Mundial. Como un pequeño poblado, un grupo de barracones se estructuran en disposición reglada y ordenada según líneas paralelas y ortogonales”.
José Rivero Serrano, arquitecto