La casa de Juan Huarte en Formentor, 1969 [Javier Vellés]

Párrafos del libro inedito Oiza, primera parte, a punto de termiarse.

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Elevación y planta de los pinos del terreno de los Huarte en Formentor. Dibujos publicados en Alberdi y Sáenz Guerra, Oiza, 1996, pág. 117 y en El Croquis nº 32/33, 1982, pág. 218

          La casa de Juan Huarte en Formentor, 1969

          Cuando se hizo esta casa, yo aún trabajaba en el estudio de Oíza. El maestro tenía unos buenos dibujos del terreno. Durante las vacaciones anteriores, había ido unos cuantos días a Formentor, y había tomado apuntes de la topografía, de la escollera de la ribera y, sobre todo, de la vegetación; en planta y en elevación. Así que contaba con dibujos de los hermosos pinos que pensaba respetar[1]. Tenía la intención de construir la casa, sin talar ni un árbol. Y lo logró.

          En la parcela, había una construcción que habían hecho los arquitectos Javier Carvajal y José María García de Paredes. Un chalet corriente formado por dos series longitudinales de habitaciones de una planta, paralelas a la orilla y entre los árboles. Los Huarte querían ampliarlo. Oíza propuso continuar la cubierta plana siguiendo la dirección del borde de la bahía, creando un área cubierta y al aire libre, para completar con un nuevo pabellón de padres, transversal y con paredes de vidrio, cerrando el conjunto. Las construcciones se harían, inevitablemente, en la zona arbolada y Oíza proponía que las nuevas losas estuvieran horadadas y atravesadas por los troncos de los pinos para intentar que los árboles siguieran viviendo, mezclados con la arquitectura.

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Arriba. Planta del conjunto.

Abajo, alzado esquemático. En la parte inferior, el nivel del mar y las escolleras; a la izquierda, el solario (aún sin toldo). Encima, las líneas horizontales de la casa. Arriba, la mancha gris de las copas de los pinos. Planos publicados en Climent, F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, págs. 49 y 52.

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Arriba, sección transversal esquemática por la parte antigua de la casa. Abajo, vista en escorzo de la parte nueva, con la cornisa de cuarto de caña y los testeros planos. Esquema publicado en El Croquis nº 32/33, 1982, pág. 218. Foto publicada en Climent, F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, pág. 56.

          En el otoño de 1969, en el estudio de Oíza, de vez en cuando, sonaba el teléfono y era Juan Huarte, o su encargado, metiendo prisa. Querían la casa de Formentor terminada para el próximo verano. El proyecto, como se entiende normalmente, no estaba hecho. Quizá Oíza tenía unos croquis que yo no había visto. El caso es  que el maestro comenzó dibujando el plano de cimentación, que salvaba  todos los árboles, y lo envió por correo para que fueran empezando las excavaciones. Después, sobre la marcha, se dibujaron los planos necesarios para que la obra fuera avanzando, en el orden lógico de la construcción, hasta llegar al último detalle del cuarto de baño de madera para la señora de Huarte. Era evidente que don Juan confiaba plenamente en Oíza, pues empezó la obra sin que se hubiera definido del todo el proyecto.

          Acaso para unificar el conjunto heterogéneo de construcciones que iba a resultar, ideó una especie de cornisa o alero sui géneris, con costillas ocultas de tubo de acero sujetas a la obra de hormigón  y tablas largas de madera de pino, atornilladas a las costillas, formando una superficie curva, de cuarto de caña grande, que adornaba, a todo lo largo, la parte alta de los frentes del conjunto, hacia el mar y, por detrás, hacia el camino. En los testeros,  el remate de madera era plano y estaba formado por tablas en diagonal. ¿Qué fue lo que inspiró a Oíza para hacer estos raros elementos? Se ha dicho que Oíza comentó, no sé cuándo, que había mirado dibujos de Jorn Utzon, quizá el proyecto para una colonia infantil en un lugar indeterminado de la costa de Mallorca [2], de 1957, o la villa Herneryd[3], en Suecia, terminada en 1962. No sé. Me convence lo que dice Federico Climent[4], que se refiere al palacio de la Asamblea de Chandigarh de Le Corbusier de 1951 como posible fuente de inspiración tanto de Oíza como de Utzon, que eran coetáneos.
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Veranda y particiones con óculos, bancos y cornisas de madera. Fotografía y plano publicados  por  Climent,  F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, págs. 67 y 54.

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Aseo-cápsula de madera para la casa de Juan Huarte en Formentor (precedente de de Roca de 1970). Plano publicado en Climent, F. J. Sáenz de Oíza en Mallorca 1960-200, 2001, pág. 59.

        Me contó Oíza, que, especulando sobre el color del que pintar las maderas de Formentor; creo que con el pintor Rafael Ruiz Balerdi (1934-1992), del entorno de los Huarte; pensaron que iba a ser de la gama roja, el complementario del verde de los pinos, buscando el contraste armonioso de tantos cuadros renacentistas. Pero la señora de Huarte dijo que no quería más colores que los de sus  pareos y que toda la casa, incluidas las tablas de la cornisa, se pintaría de blanco. Y así fue. Oíza ya había hecho algo parecido en la torre de apartamentos en Alcudia, pocos años antes. Allí se trataba de un antepecho y visera de tablillas pintadas de blanco. Las antiguas casetas de las playas, o los botes de los pescadores, que eran de madera, se rascaban, lijaban, calafateaban y pintaban todas las temporadas. Así, años tras año, se mantenían con un aspecto impecable. La casa de los Huarte en Formentor se ponía a punto todas las primaveras. Lo sé porque yo conocía al jefe de la pequeña empresa que lo hacía. Era Juan Vives Bibiloni, constructor de Pollensa.

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Los troncos de los árboles que atraviesan  la sala de estar del pabellón de padres. Suelos de mármol, pilares y techo estucados en blanco. Cerrada con montantes de vidrio fijo, arriba, y grandes tramos deslizantes, abajo. Los ventanales, de madera pintada,  ejecutados por los mejores industriales de Madrid: Borda, la carpintería y Wenceslao García, los estucos y esmaltes. Amueblada por H Muebles con las famosas sillas y mesa Knoll. Foto publicada por Climent,  F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, pág. 64.

El pabellón nuevo, pieza principal de la intervención, tenía el techo levemente inclinado, ascendiendo hacia el mar, y el suelo escalonado, bajando. Se entraba por el porche de unión entre lo nuevo y lo viejo, en una posición intermedia. Hacia arriba, se desarrollaban los dormitorios y aseos, de altura justa. Hacia abajo, se abría la sala de estar, de techos altos, espaciosa, con envoltura transparente que dejaba ver la isla de Formentor sobre el azul de la bahía, entre los pinos, y había dos troncos (con las hormigas de Torres Blancas) en el interior de la estancia. Tenía el pabellón cuatro dormitorios, cada uno con su baño. Uno para la señora, otro para el señor, y dos para invitados. Los baños, con sus formas orgánicas descendientes de Le Corbusier, eran una versión lujosa (con ventana) del aseo-capsula que Oíza iba a proyectar para la fábrica Roca en 1970[5]. El baño más bonito era el de la señora. Todo de madera, con tablas y cubillos enterizos tallados, redondeados, matando aristas y rincones: una joya de ebanistería. Los grandes ventanales de la sala fueron fabricados por Borda, que era entonces el mejor carpintero de Madrid. Cerraban herméticamente. Accionando un manubrio, las hojas correderas se elevaban ligeramente y el tren oculto de patines rodantes quedaba liberado para que el gran paño se deslizara suavemente. Los herrajes habían sido importados de Suecia o de Finlandia.

Lo de las columnas con parástade creo recordar que tenía algo que ver con algún sofisticado diseño quizá de Hans Hollein (1934-2014) para una tienda vienesa que no he localizado.

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Planta del pabellón nuevo, con el porche de acceso y enlace. En la obra se simplificó, dejando el cuarto de estar con un solo nivel. Plano publicado en Climent,  F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, pág. 58.

Una parte del mobiliario se dibujó con el proyecto, integrándola en la construcción. Era el caso de todas las camas que estaban amparadas por costados y cabeceros tapizados, un poco más altos que el lecho, adaptados a los pilares y al perímetro recortado de las habitaciones (entonces, yo no conocía personalmente a los Huarte. Con esta casa me los imaginaba  como Rock Hudson y Doris Day en Pijama para dos de 1961).

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Arriba, la casa Huarte vista desde al agua. El solárium a la izquierda. El pantalán, a la derecha. Foto (recortada) publicada por Federico Climent en “Lazos invisibles” en Massilia: anuario de estudios lecorbuserianos, 2009, foto Gabriel Ramón. Abajo, los muros de mampostería concertada bajando hasta la escollera.  Y las ramas tumbadas de los pinos de Formentor, apuntaladas. Foto publicada en Pasajes de arquitectura y crítica nº 20, pag.24.

La parcela caía desde el camino del monte hasta el agua, con pendientes irregulares. Oíza propuso escalonarla, hacer una sucesión de planos horizontales, mediante muros verticales de piedra (mampostería concertada aparentemente en seco), descendiendo hasta la escollera. Los planos horizontales serían de jardín, con parterres de flores y de cactus; o de estancia, algunos pavimentados con madera. Entre los bancales, una escalinata bajaba al pantalán-embarcadero de madera, que podía desmontarse en invierno; y otra, hasta una plataforma de baños, que era como una pequeña península de diseño, una peña artificial de hormigón para las tumbonas, con solárium, lona discreta y toldilla.

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La cubierta y las cornisas de la casa, atravesadas por los troncos de los pinos. Foto publicada en Climent,  F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000, 2001, pág. 71.

            Por la mediación de Marisa Sáenz Guerra, encantadora hija de Oíza, y la generosidad de Rosario Huarte, los de la Escuela de Arquitectura de Toledo  (unas setenta personas: alumnos y profesores) tuvimos el placer de visitar esta casa en marzo de 2013.

Francisco Javier Vellés, aquitecto.

Bibliografía de la casa de Juan Huarte en Formentor: El Croquis nº 32/33, 1982, pág. 218; Alberdi, Rosario y Sáenz Guerra, Javier, Oiza, Madrid, Ediciones Pronaos  S. A., 1996, ISBN 84-85941-32-2, págs. 116 y 117;  Pasajes de arquitectura y crítica nº 20, Madrid, América Ibérica, 2000, ISSN 1575-1937, págs. 24 y 25; Climent  Guimerá, Federico, F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000 proyectos y obras, Palma de Mallorca, Goven Balear, Conselleria d’Obres Públiques, Habitatge i Transports, Direcció General d’Arquitectura i Habitatge, José J. Olañeta editor, 2001, ISBN 84-7651-978-8, págs. 44 a 75;  Climent Guimerá, Federico, “Lazos invisibles” en Massilia: anuario de estudios lecorbuserianos, 2009, ISSN 1695-3576, pags. 104 a 111.

[1] Según me contó Oíza, regaló estos dibujos de los pinos a Oriol Bohigas.

[2] Richard Weston, Utzon, Dinamarca, Edition Blondal, 2002, págs. 75

[3] Richard Weston, op. Cit., págs. 78 y 79. (Mencionado por Federico Climent)

[4] Climent  Guimerá, Federico, F. J. Sáenz de Oíza, Mallorca 1960-2000 proyectos y obras, Palma de Mallorca, Goven Balear, Conselleria d’Obres Públiques, Habitatge i Transports, Direcció General d’Arquitectura i Habitatge,  José J. Olañeta editor, 2001, ISBN 84-7651-978-8; “Lazos invisibles” en Massilia: anuario de estudios lecorbuserianos, 2009, ISSN 1695-3576, págs. 104 a 111, donde Climent cita la revista Zodiac  nº 9, 1959, que pudo estudiar Oíza cuando trabajaba para Mallorca.

[5] Véase Alberdi y Sáenz, Oiza, 1996, págs. 132 y 133.

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  • Graciela Fernández Marín

    Precioso artículo, conocer de primera mano el proceso de los proyectos y las tomas de decisiones de los arquitecto los humaniza más. Gracias!

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