Proteger la arquitectura contemporánea [Diego Peris Sánchez]

Demolición de la Pagoda de Miguel Fisac.

En diferentes ocasiones surgen escritos y opiniones de arquitectos y colectivos profesionales manifestando su preocupación por la modificación o el derribo de algún edificio significativo de nuestra reciente historia de la arquitectura. Convendría articular criterios y medidas sobre qué y cómo conservar la arquitectura del movimiento moderno para no limitarnos a presentar nuestro repertorio de quejas.

Catalogar y documentar.

La primer medida obvia es la de disponer de un catálogo objetivo y documentado de aquellas obras significativas de la arquitectura del siglo XX. En diferentes momentos de la historia, trabajando en la conservación monumental, se han emprendido trabajos de realización de catálogos e inventarios. Probablemente, en lo referente a la arquitectura del Movimiento Moderno, el trabajo más serio es el realizado por el DOCOMOMO referido a la Península Ibérica.

El DOCOMOMO ha documentado ya 2.422 edificios que considera representativos de la actividad arquitectónica y urbanística del movimiento moderno. Un trabajo que requiere estudiar los edificios, documentarlos y tener una opinión colectivamente compartida sobre los mismos. Y ese es un primer elemento esencial para considerar en toda la protección del patrimonio. Debe haber un nivel básico de acuerdo común de la sociedad, expertos y comunidad del valor de aquello que proponemos como elemento a estudiar. Probablemente no todos estos edificios merecerán la consideración de elementos a conservar, pero es un primer paso necesario para ello.

Obras vivas. Respetar los valores de lo construido previamente.

La arquitectura es una realidad que tiene un momento inicial, pero tiene una historia viva que se desarrolla como consecuencia de los usos de esta, de los requerimientos técnicos de mantenimiento y mejora, de las nuevas concepciones formales y del pensamiento social del momento. Por ello, los monumentos, en la mayoría de las ocasiones, son el resultado de la superposición, de la agregación y de las modificaciones realizadas a lo largo del tiempo. Y ello también está presente en la arquitectura contemporánea, aunque los tiempos trascurridos sean más breves. Las visiones de algunos de estos edificios desde una “arqueología de la decoración” no son buenos caminos para su conservación.

Alvar Aalto. Ayuntamiento de Säynätsalo que conserva su función como edificio administrativo.
Casa Carvajal.

Probablemente los mayores deterioros del patrimonio de la arquitectura del movimiento moderno lo realizamos los arquitectos. Con una falta total de respeto y de aprecio a lo que han realizado otros arquitectos antes de nosotros alteramos, reformamos y cambiamos elementos esenciales de las obras. Tenemos una capacidad de admitir la diversidad de ideas y propuestas, en general, muy reducida, cuando no nula. Criticamos con una facilidad extraordinaria el trabajo de otros arquitectos y consideramos nuestra aportación como algo singular y único. Deberíamos aprender que somos solamente un pequeño eslabón en la evolución de muchas obras que otros, que vendrán posteriormente, modificarán y adecuarán corrigiendo errores o variando criterios.

Nos falta una cultura generosa de la diversidad y de la lectura plural de las posibilidades de abordar los temas de la construcción o el urbanismo. La lectura crítica de la obra de aquellos que han realizado sus proyectos anteriormente es buena para aprender y entender esas obras. Pero, en muchas ocasiones, surge de prejuicios temporales, de clasificaciones cerradas, de entendimientos que niegan la pluralidad de posibilidades. Y ello acaba teniendo un efecto negativo en el entendimiento de una cultura de otros momentos y otras opciones que pueden y deben respetarse y, en ocasiones, mantenerse y conservarse.

Proteger socialmente.

La protección de elementos que consideramos apreciables y que queremos conservar para el futuro debe hacerse desde la comunidad.

En primer lugar, por una tarea de divulgación, de enseñanza, de pedagogía amable que trate de explicar los valores de la arquitectura del movimiento moderno. En muchas ocasiones los arquitectos no somos capaces de trabajar en la tarea de enseñanza, de generar aprecio por la obras construidas por personas con valores singulares en las recientes décadas.

Estado actual de la fábrica Clesa. El Confidencial (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

En segundo lugar, por el aprecio conseguido por las obras. Resulta gratificante acceder a algunas obras de maestros de la arquitectura contemporánea como Aalto y ver el aprecio que los usuarios de sus edificios, en general, tienen por sus obras. Es la mejor garantía de mantenimiento. El “diseñar contra el público” suele traer malas consecuencias y acaba generando reacciones que tratan de modificar lo realizado, alterarlo o incluso suprimirlo. Los movimientos ciudadanos han conseguido, en los últimos años, salvar de la demolición edificios como CLESA. Es el aprecio común el que puede salvar la permanencia de muchos edificios.

Edificio Clesa. @ Fundación Alejandro de la Sota.

Hay ámbitos diversos de la arquitectura que pueden y deben tener tratamientos diversos. Viviendas declaradas BIC por la administración se han convertido en platós de televisión, probablemente la mejor perversión de la intención de declaración que mantiene la realidad física, pero convierte la arquitectura en un mero objeto visual lejos de su concepción y de sus usos. Casas como la Carvajal, la de Lucio Muñoz… están declaradas BIC por la comunidad de Madrid. El necesario uso de la arquitectura requiere en muchas ocasiones adaptaciones, adecuaciones y cambios que permitan mantener vivo el edificio. El pensar a los edificios como meros contenedores de un futuro museo o centro de interpretación no es, por regla general, un buen camino. Solo en casos singulares como ha ocurrido con la Villa Saboya o la Casa Rietveld el edificio puede convertirse en elemento de museo.

Proteger legalmente.

Las protecciones legales deberían estudiarse detenidamente y de forma que la protección resulte adecuada a la finalidad que se persigue. Hay muchos inmuebles cuya protección debería venir desde el planeamiento urbanístico que permite medidas de protección diversas y adecuadas a una diversidad de elementos grande. Y el momento de elaborar los catálogos, los niveles de protección son en su elaboración, no cuando ya están aprobados definitivamente. Para ello hace falta una labor de estudio y documentación, así como de presencia activa de los colectivos profesionales, en las reivindicaciones sociales y en la definición de los elementos a proteger.

Casa Rietveld en Utrech. Conservado como edificio visitable.

La declaración como Bien de Interés Cultural debe limitarse a edificios con un alto nivel de singularidad y en los que los cambios posibles a introducir deben ser mínimos. Probablemente junto a ello va siendo hora de que las legislaciones de patrimonio aborden su revisión. Y no desde una catalogación que defina los edificios como de primera, segunda o tercera clase sino desde la singularidad de los diferentes elementos a proteger.  El borrador de la Ley de Patrimonio Histórico Español tenía, por ejemplo, un capítulo dedicado al patrimonio industrial que, por su contenido, requiere un tratamiento específico. Un ámbito de protección afortunadamente integrado en nuestra cultura del patrimonio actual. Es otra tarea pendiente que, en el caso de Castilla-La Mancha se abordó de una forma errónea en la última modificación legal.

Diego Peris, doctor arquitecto.

El autor preside actualmente la Fundación Miguel Fisac

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