Las dificultades de la estatuaria urbana [Jesús Fuentes Lázaro]

Instalación de Lugar de encuentros de Chillida. 1981, 1982. Fotografía del Archivo Municipal.

Las civilizaciones han mostrado su esplendor a través de la arquitectura y la escultura. Ambas actuaban como símbolo de poder, de trasmisión de mensajes, de recuerdos de hazañas y de héroes nacionales o locales y, también, de adorno de los espacios públicos y religiosos. Por eso conocemos costumbres, tipologías y detalles de aquellas civilizaciones que desaparecieron en el transcurrir de la Historia. Las ciudades actuales, menos armoniosas que las renacentistas, por ejemplo, y, desde luego, menos ostentosas en su construcción, empezaron a emplear la estatuaria al aire libre para encubrir la fealdad de los barrios, casi todos similares, de estructuras homogéneas con ninguna concesión a la estética.

La cuestión que se plantea, sobre todo en los tiempos recientes, es el necesario equilibrio entre los elementos decorativos que se emplean y su relación con el espacio. Colocar esculturas, de inspiración moderna o antigua, no indica que esa ciudad sea más culta ni más bella. Ni siquiera que el mensaje que se intente trasmitir llegue a los ciudadanos con la intención que se tuvo al colocar la escultura. La escultura, como la arquitectura o la pintura, nos hablan de un tiempo, una época, de los valores de unas gentes. Se supone que debe trasmitir emociones que mejoren la estima colectiva, resalte el espacio público como un bien ciudadano y sirva para hablar de los valores, culturales y estéticos, de los habitantes del lugar.

Rotonda del Hortelano, de Luis Martín de Vidales. Fotografía @España bizarra
Monumento al cardenal Sancha de Pedro Requejo. Fotografía @David Mapletoft

Imaginen que una catástrofe natural destruyera la ciudad de Toledo. Como Pompeya o las civilizaciones desaparecidas de Mesoamérica. El recuerdo de una ciudad antigua se trasmitiría como retazos deshilachados de una leyenda. Cuando muchos siglos después arqueólogos, historiadores y científicos emprendieran los trabajos de excavación encontrarían los cimientos de edificios, ajuares personales y, tal vez, uno o varios restos de las esculturas que habían proliferado en la ciudad. ¿A qué conclusiones llegarían si se descubriera el grupo que ocupa la rotonda del paseo de la Estación o de la plaza Juan de Mariana? ¿Sería las mismas sí sobrevivieran al desastre restos de las esculturas de Chillida, de Canogar o la fuente del agua de Cristina Iglesias? Unas u otras hablarían de manera diferente de la ciudad y sus pobladores. Lo que nos plantea la compleja relación entre la estatuaria y la ciudad, los mensajes que se emiten y los símbolos que se trasmiten.

Tres Aguas de Cristina Iglesias. Fotografía @ Attilio Maranzano.
Lugar de encuentros de Chillida.

El Sr. Roberto Polo ha anunciado su intención de regalar al obispado una escultura de un Cristo laico (el original era con un aro de hula hoop), realizado por el escultor italiano Nino Longobardi y colocar delante de San Juan de los Reyes. La construcción de esa iglesia simboliza el triunfo del poder de los monarcas y de la religión católica sobre la judía. Con la expulsión de los judíos comenzó la decadencia de la ciudad. Toledo perdía la pluralidad y diversidad que siglos antes la había convertido en ciudad tolerante. Y como sostiene Deyan Sudjic en el libro “El lenguaje de las ciudades” “existen pruebas consoladoras de que las ciudades que han mostrado tolerancia han florecido mucho más que aquellas que no la han tenido”.

Roberto Polo, posando delante de la “Ciudad”, obra de Miquel Navarro. Fotografía @Steven Decroos, en un artículo de Expansión.
Ascensión del señor de Nino Longobardi. @Arzobispado de Toledo.

Siglos después en el espacio libre al lado del edificio gótico se pensó colocar una escultura de Alberto Sánchez. Se abandonó la idea para no alterar la armonía creada por la calle-carretera habilitada entre el templo de los reyes católicos y la puerta del Cambrón. Sin cuestionar la intención generosa del donante y el valor teórico de la escultura, situar una representación religiosa en pleno siglo XXI en una parte emblemática de la judería y delante de la gótica construcción, ¿qué trasmitiría al visitante actual y al estudioso posterior? Toledo ha colocado obras que mantienen una controvertida relación con el espacio que pretenden embellecer. El anuncio del Sr. Roberto Polo debiera servir para reflexionar sobre el uso de la escultura en la ciudad. Embellecer la ciudad, enaltecer hechos o personaje históricos, decorar un lugar público o religioso no consiste en buscar un espacio para ocupar con una obra antigua, moderna o contemporánea. Pudiera ocurrir que no encaje en el lugar elegido. Pudiera ocurrir que el espacio devore la obra o viceversa. Que la dialéctica entre lo antiguo y lo nuevo resulte inviable o que, incluso, el mensaje trasmitido no responda a los valores de la sociedad del momento.

Las ciudades, además de cosas y ocurrencias pertinentes o no, son, sobre todo, ideas. Y las ideas se manifiestan en la planificación urbana, en la arquitectura representativa y habitacional, en la abundancia o carencia de espacios verdes, en el uso que se atribuya a sus plazas y calles, en la movilidad urbana, en el estado de sus barrios más antiguos. Una ciudad histórica, como Toledo, debe considerase como la suma de experiencias visuales, espaciales y paisajísticas, ordenadas y armoniosas que impresionen al habitante o al visitante.

Jesús Fuentes Lázaro

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2 Comments

  • Juan jose

    Ideas para la ciudad nunca han faltado. Recordemos la propuesta de museo de escultura al aire libre alrededor de la muralla. Lo promovieron componentes del grupo Tolmo. Se desechara, o no, el caso es que no vio la luz. En Alcalá de Henares en cambio cuajó otro proyecto similar. ¿Acaso las mentes preclaras, los guardianes de las esencias, son tan distintos en uno u otro sitio? Perdonen la osadía.

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