“Chapitel es el elemento arquitectónico situado en la parte superior de una torre, campanario o crucero de una iglesia, a modo de terminación, culminación, cumbre o remate; aunque también se usa en cualquier otra edificación religiosa, civil o militar. Se suele distinguir al «chapitel» de la aguja o flecha al definirse estas como chapiteles agudos, estrechos, esbeltos y de gran altura, que rematan una torre o cubierta”. Así describe la Wilkipedia este elemento que remata las torres de muchos edificios. Curiosamente el artículo viene acompañado de imágenes de la catedral de Burgos, del Alcázar de Toledo, del monasterio del Escorial, del edificio del Ministerio del Ejército en Madrid y de la Iglesia de san Carlos del Valle de Ciudad Real. Edificios muy diferentes y en los que el remate de las torres tiene un significado claramente diferente.
Los chapiteles se convierten en elementos simbólicos del edificio destacando su fuerza y el carácter del edificio. En las construcciones religiosas una voluntad de elevar el conjunto al cielo a la vez que manifestar la riqueza y el poder de los que han construido el edificio.
La forma de los chapiteles adquiere geometrías diferentes especialmente con la elevación que tiene la parte cerrada y el remate superior. La proporción respecto del conjunto construido es elemento primordial para valorar su presencia en la arquitectura. Hay demasiados excesos en el intento de valorar así el conjunto edificado introduciendo un remate fuera de proporciones y escala.
La construcción ligera.
La altura de estas construcciones y su localización demanda la utilización de estructura ligeras capaces de resistir los esfuerzos del viento y cubiertas con materiales especiales como la pizarra o el plomo. Los tratados tradicionales, en una visión prudente aconsejaban unas proporciones de la estructura en relación con la base de la zona cubierta. Pero, en ocasiones hay atrevimientos como el de san Carlos del Valle que lleva el remate superior a 50 metros de altura.
Consolación.
Consolación, que originalmente se llamaba Villanueva de Franco, es una población de nueva planta diseñada por Arturo Roldán Palomo que puede considerarse como pueblo de colonización por sus características y funcionamiento. En esta población de carácter rural se trata de magnificar la presencia de los edificios comunes con el remate de los chapiteles de sus pequeñas torres. Formas geométricas de gran sencillez que repiten el esquema de los remates escurialenses que tratan de magnificar la obra buscando referencias históricas asociadas a la arquitectura herreriana. Pirámides de cuatro lados que tienen un remate superior en su centro con una flecha apuntada. El revestimiento de pizarra contrasta con las sencillas formas de ladrillo o los planos encalados de los cuerpos inferiores.
Alcázar de Toledo.
El Alcázar es el edificio continuamente destruido y reconstruido por accidentes, incendios y, finalmente, por los efectos de la guerra civil. Un edificio que ha cambiado en los procesos de rehabilitación en diferentes momentos. Los diferentes archivos fotográficos del momento posterior a la guerra son excelentes documentos de las transformaciones y actuaciones realizadas en el mismo.
Una de las imágenes más atractivas es la realizada por Laurent que presenta el edificio con el sencillo remate de sus torres con la cubierta a cuatro aguas de la que sobresale una fina aguja. Probablemente una imagen que, en su sobriedad, resulta más acorde con el conjunto del edificio evitando las pretendidas grandilocuencias de los remates actuales.
La flecha de Notre-Dame.
La aguja de Notre-Dame de Paris fue la hecha sobre el crucero de la catedral de Notre-Dame de Paris. A lo largo de su historia, existieron dos flechas: la primera, construida alrededor de 1220-1230, se fue deteriorando por falta de mantenimiento y fue desmantelado a finales del siglo XVIII; la segunda, construida por Eugène Viollet-le-Duc e inaugurada en agosto de 1859, se derrumbó en abril de 2019 durante un gran incendio que devastó las techumbres de la catedral.
La posible construcción de una tercera aguja fue debatida en los meses posteriores al incendio. Un concurso internacional planteaba la realización de una nueva aguja. Importantes arquitectos proponían la restauración de la aguja tal y como la había diseñado Viollet le Duc mientras otro grupo planteaba la construcción de un nuevo elemento. Finalmente se decidió su reconstrucción idéntica en julio de 2020. La aguja restaurada idéntica a la proyectada por Viollet le Duc mide 96 metros de altura y es todo un símbolo y referente de la ciudad.
A mí me hubiera gustado asistir a la inauguración de la restauración. El patrimonio es un excelente signo de la identidad de un país.
El arquitrabe y la aguja.
El poema de Gil de Biedma bien podría aplicarse al chapitel y la aguja. Parece ser que la aguja está en peligro. Y hay quien levanta andamios para que no se caiga.
Uno vive entre gentes pomposas. Hay quien habla
del arquitrabe y sus problemas
lo mismo que si fuera primo suyo
—muy cercano, además.
Pues bien, parece ser que el arquitrabe
está en peligro grave. Nadie sabe
muy bien por qué es así, pero lo dicen.
Hay quien viene diciéndolo desde hace veinte años.
Hay quien habla, también, del enemigo:
inaprensibles seres
están en todas partes, se insinúan
igual que el polvo en las habitaciones.
Y hay quien levanta andamios
para que no se caiga: gente atenta.
(Curioso, que en inglés scaffold
signifique a la vez andamio y cadalso.)
Uno sale a la calle
y besa a una muchacha o compra un libro,
se pasea, feliz. Y le fulminan:
Pero cómo se atreve?
¡El arquitrabe!
Diego Peris, doctor arquitecto.
El autor preside actualmente la Fundación Miguel Fisac
Certera aproximación de la saeta de Diego en la diana de las verdades, las agujas como símbolo, y de eso saben mucho en Francia, replica o no de la replica con la que neomedievalista Le-Duc remató París, por encima de las torres de la catedral. El punto más alto, como hoy los rascacielos, en pugna de alturas, se asemeja al dedo de Miguel Angel en la Capilla Sixtina, tocando al creador. Las agujas, la máxima esbeltez estructural, iniciadas por el gótico, aunque algunos obeliscos apuntaban ya al cielo. El gótico alemán se estira, alarga, como una estili-zación en Friburgo, Colonia, Ratisbona, en centro-europa son aficionados a las “fleches” o “turm”, en el sur también se elevan en el perfil, como cresterías de la ciudad en Milán, Burgos, Segovia, etc. La técnica apuntala estos emblemas decorativos, no así los pináculos sobre los contrafuertes, que funcionan. Las cubiertas hoy se rematan con elementos funcionales como chimeneas, mansardas, pararrayos, veletas, troneras de palomares, buhardillas o con decoraciones como cresterías, agujas o chapiteles. Oportuno Diego al aguzar la mirada en este último, y como se eleva en el horizonte castellano-manchego