La Casa Magariños, 1977. Una casa es una casa [josé ramón g. cal, josefa blanco paz]

Hay en esta obra del arquitecto Manuel de las Casas una declaración de principios, un tema de reflexión para este tiempo de incertidumbres, convertir lo ordinario, lo cotidiano, en extraordinario; convertir lo más íntimo y singular en cercano, y con el uso de la materia y las herramientas más elementales alcanzar metas técnicas nuevas. Asuntos que hoy la arquitectura demanda, retomar el camino de lo normal.

A mediados de los setenta la obra de Manuel de las Casas ha abandonado el organicismo de la Casa Moro (1964) y el tecnicismo del “artefacto educativo” en Medina del Campo (1968). Una primera etapa experimental, de inicio en la profesión con los compañeros de escuela Javier Seguí de la Riva y Santiago López Hernández como colaboradores. Etapa que culminará a mediados de los setenta, cuando en 1972 comienza en su obra el acercamiento al realismo y una voluntad determinante de simplificación formal, en la que ejerce de transición la obra de la Residencia de Internas en Talavera de la Reina (1975).

A partir de 1972 comenzará una segunda etapa en su obra en colaboración con su hermano Ignacio de las Casas, arquitecto desde 1971, a la que se une más tarde como socio Jaime Lorenzo. Este periodo durará hasta los inicios de los noventa y concluye con la obra de la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha en Toledo (1992). Esta etapa se iniciaba con dos obras determinantes, una urbana, Cabeza de Moro (1977) (fig. 1), de relectura de la manzana cerrada en el conjunto de viviendas en Talavera de la Reina, y otra en el campo, en la zona de cigarrales de Toledo, la Casa Magariños (1977) (fig. 2) como arquetipo de la “cabaña”. Son estas dos obras anticipo de un periodo de reduccionismo formal y geométrico que culminará con los modélicos ejercicios de agrupaciones seriadas de vivienda de los años ochenta en Montecarlo, Orcasur, Albufera y Palomeras, donde se confiará la arquitectura a la traza-camino que se decanta en la Magariños, proponiendo tipos que son una reducción extrema y ascética, al servicio de la realidad [1]. Un proceso de abstracción que, enlazando con los maestros del Movimiento Moderno, no será ajeno a la influencia de las teorías de purificación y esencialización de las formas arquitectónicas que proclama en ese momento Aldo Rossi y que se imponen en los ochenta.

Una invariante persiste en la obra de Manuel de las Casas (1940-2014), la búsqueda continua de la abstracción y simplificación de las formas, una experimentación con vocación de innovación que nunca deja de mirar a las arquitecturas vernáculas, a la vez que una paradójica búsqueda de la complejidad a través de decisiones simples que pretende exprimir de las formas la sustancia de la arquitectura. En este sentido, la Casa Magariños reduce el problema del cobijo a su esencia primitiva: dos muros paralelos y una cubierta inclinada a dos aguas (fig. 3). Pertenece Manuel de las Casas a ese grupo de arquitectos ágrafos, más próximos a la arquitectura del hacer que del decir, su arquitectura está hecha de las herramientas de la construcción y la lógica, y mantiene cierta distancia con la arquitectura que se hace con las herramientas de la palabra. De este modo, en una búsqueda hacia el fondo constructivo y tipológico, establece sus puntualizaciones en la construcción y en la experimentación de los sistemas o los tipos.

fig. 3 Planta baja y primera. Plano nº3 del Proyecto de Ejecución

Desde que finalizara sus estudios, Manuel de las Casas buscó alcanzar en su labor como arquitecto el rigor, la precisión y la elegancia de un alarife ilustrado, ambicionó el rigor racional y confió a la construcción y al dominio de la técnica como soportes de su arquitectura.  En este camino fue determinante la influencia del conocimiento constructivo transmitido por su padre, Manuel de las Casas Rementería, aparejador que en la época de postguerra había colaborado con Luis Moya, Rafael Aburto y Francisco de Asís Cabrero.

La Casa Magariños nos ofrece, dentro de su obra, una aproximación a su pensamiento sobre el habitar. Sistematizaremos el estudio del complejo y unitario valor de la arquitectura mediante la secuencia de cinco apartados en torno al estudio de la planta del proyecto: el medio, la misión, la morfología, la métrica y la materia.  Una estructura de análisis tomada prestada [2] que, aunque incompleta, frente a la complejidad unitaria del objeto arquitectónico, nos permite el entendimiento de las partes para finalmente poder comprender y recomponer el pensamiento que las une y da sentido al total de la obra.

fig. 4 Localización

[Medido] Una construcción en el paisaje. Teresa Laguía, anestesista, y Juan Ignacio Magariños, pediatra, habían pasado seis años trabajando en hospitales de Sudáfrica, desde que terminaron la carrera de medicina hasta el año 1975, en que vuelven a su ciudad de origen, Toledo. Teresa y Juan Ignacio querían vivir en el campo, pero cerca de la ciudad. Compraron una parcela en un cerro periurbano llamado Los Cigarrales de Vistahermosa, situado al suroeste del centro histórico y próximo a la carretera de Ávila, en la calle Jilguero número 47 (fig. 4). Era parte de un viejo olivar, de suelo de alcaén y matorrales de tomillo y romero, de retamas y de jaras, campo de conejos y de perdices. Allí se planta la casa, en el límite que define la pendiente natural del terreno, sin apenas modificar el paisaje de monte bajo (fig. 5).

fig. 5 Situación y planta general, plano nº01 del Proyecto de Ejecución, fechado en enero de 1977

Magariños había estudiado el bachillerato en el instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, donde fue compañero de Manuel de las Casas. Los Magariños-Laguía encargaron a su amigo arquitecto el proyecto de su casa. Eran los años en que Torres Blancas de Oíza se convertía en emblema de la vanguardia madrileña.

En el trabajo de Manuel de las Casas, Antón Capitel rastrea orígenes en la obra de Luis Moya, de Alejandro de la Sota, de Francisco de Asís Cabrero… -al que habría que sumar el primer Aburto-. Eran también los tiempos del uso, y abuso, de la tecnología, de los nuevos y sofisticados materiales, del racionalismo exaltado y libre, de las complejas disposiciones espaciales (de la sección), del entendimiento del edificio como artefacto, como objeto independiente del lugar, los años de la arquitectura del escocés James Stirling dibujada por Leon Krier -en cuya oficina londinense trabajó entre 1968 y 1974-.

Estudioso de Stirling, como evidencia la obra de la Residencia de Internas en Talavera de la Reina, en la Casa Magariños deriva por el camino de sus propuestas para pueblos ingleses en el CIAM X (1955). Manuel de las Casas se interesa por las construcciones rurales de La Mancha que, en su pensamiento, se mezclan con las ideas postmodernas de Rossi y de Venturi, incluso con las imágenes eclécticas de un libro entonces de lectura obligada en la Escuela de Arquitectura de Madrid: La casa de Adán en el Paraíso de Rykwert. Todo ello combinado con la referencia de un edificio tan excepcional y arquetípico como Santa María del Naranco (s.IX), perteneciente como su admirado Taller del Moro (s. XV) a la genealogía clásica de “palacios” de composición tripartita (fig. 6).

fig. 6 Comparativa de plantas de configuraciones palaciegas tripartitas. De izquierda a derecha: Los Hitos (s. VI), Santa Mª del Naranco (s.IX), Taller del Moro (s.XV), Casa Magariñós (s.XX)

Trazados estos que utilizan el cuadrado y el triángulo pitagórico en organizaciones espaciales que representan y atienden a la misma simetría imperfecta del hombre -derecha-izquierda, arriba-abajo-, un patrón tipo de sistema de organización de vida doméstica y de representación.

Si la planta se construye sobre un pentagrama de ejes y compases, como una partitura de música lista para ser interpretada (fig. 3), la casa se planta en el lugar, un campo de olivos, respetando el marco de plantación en cinco de oros (fig. 5), un lugar pensado desde lo productivo que construye la paradoja del secano campo manchego de olivar: vistas lejanas en diagonal y el ocultamiento frontal que produce la ordenación al tresbolillo.

Son tiempos de renovación, que enlazan en esta obra y su paisaje inmediato con la Castilla descarnada y elemental en la que antes de la autarquía ya habían fijado su mirada Alberto Sánchez y Benjamín Palencia desde su idealista Escuela de Vallecas; quimera de una vanguardia española cercenada (fig. 7). Campos de Castilla por los que, por sus siempre buscadas carreteras secundarias, disfrutaba navegando Manuel [3].

La mirada de la arquitectura española virará hacia la arquitectura nórdica con la llegada de Fernández Alba a la Escuela de Madrid y una vez superado el organicismo.

fig. 7 Benjamín Palencia. Tierras silúricas / Las perdices, 1931

La obra de los Cigarrales emparenta con los ideales del Clasicismo Nórdico (1910-1930) representados en el Pabellón de Dinamarca de Tyge Hvass en la Exposición Universal de Barcelona de 1929 (fig. 8), también con la casa Stennäs y la villa Snellman de Gunnar Asplund. En el prisma de cubierta inclinada abierto al paisaje, la obra también se apropia de las palabras repetidas del alemán Heinrich Tessenov:  “La forma más simple no es siempre la mejor, pero lo mejor siempre es lo más simple” (fig. 9). Tessenov será un referente continuo en los cursos iniciales de proyectos de la ETSAM, donde Manuel de las Casas tomará el relevo de un grupo docente constituido por Fernández Alba.

La repetición de formas como valor en la arquitectura, la construcción simple de muros y cubierta inclinada, la admiración por lo popular y la construcción tradicional -ahora ilustrada- y la arquitectura que tiene como fin resolver las necesidades vitales del hombre, son valores que reivindica la arquitectura de la Magariños. Esta admiración por la arquitectura del norte no será casual, y quedará refrendada en la inauguración a principios de los ochenta en la Arquería de Nuevos Ministerios, en noviembre de 1983, de la exposición Clasicismo Nórdico, 1910-1930. Será este espacio expositivo un lugar imprescindible para comprender la arquitectura española de finales del siglo XX.  Un espacio impulsado por Manuel de las Casas y Dionisio Hernández Gil desde la Dirección General de Arquitectura, donde ejercerán como arquitectos al servicio público fomentando la renovación democrática de la arquitectura española. Será “la Arquería” un lugar de referencia por el que pasarán las exposiciones de Lewerentz, Asplund, Scarpa, Morris, Saarinen, Piano, Tadao Ando, Barragán, Rietveld, Jacobsen, Terragni, Melnikov, Siza o Eisenman. También allí se mostrará la obra de algunos de los arquitectos españoles más importantes del siglo XX: Coderch, Jujol, Fisac, Oíza, Candela, Alas-Casariego, Corrales-Molezún, Martorell-Bohigas-Mackay, Alejandro de la Sota o Cano Lasso.

Es un momento de necesidad de recuperar tiempo perdido, de inicio de regeneración de la arquitectura española, que dará lugar a una nueva generación de arquitectos, consagrada en el artículo “28 arquitectos no numerarios” de Rafael Moneo, publicado en el número 23-24 de Arquitecturas Bis [4], revista dirigida por Rosa Regás y el alter ego de Oriol Bohigas que daba la réplica a Madrid desde Barcelona.

[Misión] Adecuación entre tipo y uso. Manuel de las Casas propone una pieza compacta y neta, asentada sobre el lugar sin violencia, sin modificar el terreno y el paisaje del olivar más allá de lo estrictamente necesario. La propuesta busca reconsiderar las tipologías tradicionales como adecuadas y racionales, tanto por su sistema constructivo como por el uso del tipo espacial vernáculo.

La obra no trata de copiar lo popular, lo arcaico está más en la forma que en el fondo, está más en la semántica de formas reconocibles utilizadas que en su sintaxis ahora más compleja. Se intelectualizan las formas arcaicas ya aprendidas para avanzar en cómo las mismas estructuras y procedimientos materiales pueden satisfacer las costumbres contemporáneas.

La casa se organiza en dos plantas donde se distribuyen los espacios de uso específico, cocina, comedor, dormitorios y aseos en la planta baja a modo de basamento; y un espacio único arriba, como tribuna sobre el exterior, con salón, vestíbulo central y biblioteca, como serie de salas contiguas cerradas y abiertas sobre el paisaje en un espacio unido visualmente al que se accede por dos escaleras, una al salón desde el vestíbulo de acceso y la otra a la biblioteca desde la galería longitudinal de la planta baja. Abajo el espacio del orden compartimentado, ajustado, menudo, el de los quehaceres domésticos, el de la realidad cotidiana, y arriba el surrealista mundo libre de lo aparentemente inútil, de la ensoñación.

Esta idea de casa “primitiva”, enraizada con lo popular y anónimo, la arquitectura en simbiosis con el medio será tema de interés para muchos arquitectos que tratan, desde la base de un pensamiento intelectual, de dar respuesta al habitar más inmediato, la casa.  A mediados de los setenta la influencia de Rossi y la Tendenza se manifestará en varios ejemplos de reinterpretación arquetípica de la vivienda (fig. 10), y dará lugar a un conjunto de obras en el plural territorio de escuelas que alcanzará a la periferia más indómita. Obras que sintetizan intereses comunes de la arquitectura española a finales de los setenta y principios de los ochenta: Manuel Gallego (O Carballo, 1977), Navarro Baldeweg (Liérganes, 1978), Junquera y Pérez Pita (Corrubedo 1982), Tusquets y Clotet (Cristina d´Aro 1978), son ejemplos coetáneos que, como la de los cigarrales, profundizan en cómo la abstracción puede enriquecer el realismo doméstico del habitar.

fig. 11 Vista nocturna Casa Magariños, publicada en JANO nº 57

[Morfología] Una nave, un barracón. Lo mejor es lo más simple. Es en el dibujo a mano de la casa, en el dibujo de pensamiento más que de describir, donde las referencias a Tessenov se hacen más evidentes (fig. 11). Un dibujo oscuro, de noche, donde la casa se sitúa en la línea de horizonte, entre la tierra peinada de campos ondulantes y el cielo denso. Dentro, la luz que irradia la casa nos dice que cobija la vida en el espacio interior, que protege al hombre cuando el día acaba y la noche trae la incertidumbre de la oscuridad. Solo hay en la casa un espacio interior oscuro representado por un cuadrado negro. Es el espacio abierto superior, el sobrado de la casona reinterpretado, que es a la vez dentro y fuera, la terraza que mira al paisaje, el tablimun en alto entre el atrio y el perystylum, ahora entre el jardín interior y el horizonte. Si los patios clásicos mirando hacia arriba capturaban un pedazo de universo representado por el cielo, ahora la terraza redirige su mirada en horizontal hacia lo natural más cercano y próximo al hombre, el paisaje. Es este espacio el ámbito de la casa que captura el exterior y la convierte en extrovertida frente a la introspección de la casa patio, de la casa templo, el Megarón griego.

La memoria del proyecto, haciendo alusión tanto a su sencillez compositiva como a lo inmediato de su construcción, comienza con una cita a las construcciones rurales aisladas en el paisaje castellano, señalando la nave, el barracón como la forma más primigenia de entender la casa.

“Una nave, un barracón: dentro, algunos espacios se especializan, pero se vive en uno completo, que encierra un espacio en el espacio.  Una cubierta a dos aguas sobre cuatro paredes, una puerta y una chimenea, la forma más primaria de entender la idea de casa. Recoger y reinterpretar la tipología vernácula del casón en el campo manchego: el portalón que sirve de estancia y los salones que se desglosan del habitáculo funcional que, en planta baja, contiene los elementos más especializados. La llegada del coche y del peatón conforman la portada.” [5].

fig. 12. Patio cubierto en planta alta

En palabras de Antón Capitel, en la primera experiencia de una idea nueva, la cristalización estilística tal vez sea lo más difícil de definir, y sea necesario acudir a un compañero de viaje que garantice con su experiencia el itinerario emprendido. en esta reflexión podemos encontrar explicación a “la utilización externa de recursos figurativos próximos a los de cierta arquitectura americana a la que parece rendirse tributo”. La casa tiene óculo, arco, grieta, ventanas cuadradas, ventanas corridas, de esquina y serlianas. Una colección que desborda el estricto repertorio racionalista. Aun así, “en arquitecturas como estas hay, pues, probablemente sin premeditación, las bases de un cierto academicismo […] las bases de una arquitectura lógica y transmisible, liberada de obsesiones vanguardistas y de preocupaciones inventivas, que acumule los recursos e instrumentos de la disciplina.” [6]

fig. 13 Alzados, plano nº05 del Proyecto de Ejecución, fechado en enero de 1977

En los años setenta, tal como cita Mariano Bayón (Arquitectura, nº227), las ingenuas ilusiones tecnológicas de los años sesenta se desvanecen. La crisis energética y cierto descrédito de la alta tecnología habían producido un giro histórico y ya sólo confían en el high-tech los que no construyen; y los hermanos de las Casas eran constructores, con un oficio firmemente asentado. Manuel e Ignacio de las Casas eran arquitectos que establecían sus puntualizaciones construyendo, que proyectan en la experimentación de tipos y de sistemas constructivos, en una búsqueda que, a veces, discurre por caminos paralelos a los de las arquitecturas populares y directas. Manuel de las Casas admite en esta obra “alteraciones periféricas en los muros […] que contradicen la rotundidad”. Y lo hace con un repertorio de formas de arquitecturas llamadas “cultas” – clásicas -, repertorio que indicaba un estar al día de lo que se publica. Eran adherencias de lenguajes prestados, a las que Mariano Bayón denomina “un certificado de garantía innecesario´”, para una arquitectura que, innegablemente, era hija del Movimiento Moderno, aunque ya sin una fidelidad a ultranza, pues aparecen signos de insumisión, de una libertad que expresa el interés por otros caminos diversos, entre los que está el que miraba hacia la arquitectura vernácula. En sus propias palabras, no se sabe si los Casas en esta obra, van o vienen.

Exploran con muros que con mayor complejidad formal Manuel había utilizado en la casa Moro (1964). Construyen en fábrica cerámica, material que antes habían utilizado como recurso compositivo y constructivo Luis Moya en las viviendas de Usera (1941), Rafael Aburto en la granja-escuela en Talavera (1948) y Francisco Asís Cabrero en las viviendas del Pilar en Madrid (1948), proyectos todos ellos que habían compartido como aparejador a Manuel de las Casas Rementería, padre de los hermanos Casas.

[Métrica] Una crujía habitada. La planta de la casa Magariños es lineal. Tiene 23,50 m de longitud y 6,3 m de anchura. Un rectángulo de proporción próxima al 1 x 4, que no es más que una crujía para el habitar. Exteriormente la fábrica de Santa María del Naranco mide 20,10 m por 6,03 m, 60 por 18 pies carolingios [7]. Tanto la composición tripartita de la planta alta, como la aproximación métrica, emparentan ambas construcciones, más allá de la simbólica y anecdótica “ventana palatina” del testero este que mira a la ciudad histórica. Es este cambio de dirección gramatical que surge en la fase de obra un hecho que constata el vigor y la efervescencia de la llegada del nuevo lenguaje postmoderno. En el proyecto de ejecución el hueco es aún un neutro rectángulo áureo más propio del lenguaje del Movimiento Moderno (fig.13).

La racionalidad de solucionar con un solo tipo de forjado, de luz máxima, resuelve con sistemática sencillez la construcción de toda la casa. Esta idea de resolver los vanos a cubrir con sistemas elementales, sin necesidad de recurrir a esfuerzos estructurales sofisticados será una constante en sus primeras obras – La casa Pedro Moro y la hilera de Talavera reafirman esta actitud -. Algo que repetirá de forma reiterada en los modelos de vivienda protegida de los años ochenta. Como también la utilización de los múltiplos de treinta como herramienta que modula la planta longitudinal y transversalmente y que sigue las recomendaciones de los maestros Moya y Oíza. Los dormitorios se modulan a 270 cm (9 pies), y los espacios de servicio a 180 cm (6 pies) o 90 (3pies) y 60 (2pies) en el caso de las escaleras; la más pública en doble altura frente a la entrada y la secundaria oculta en el vestidor del dormitorio principal.

En la planta baja los ámbitos de la vivienda ocupan de forma continua todo el espacio del rectángulo. Orientada a Sur y fragmentada en tramos más estrechos (1 m) por módulos de muro-estantería que embocan los huecos y más anchos (1,60 m) con zonas estanciales abiertas al exterior, una galería comunica y sirve a los dormitorios. La planta baja es apretada, con una altura de techos de 2,40 m, densa, incluso ajustada en la zona de cocina.

La planta alta, que forma una unidad visual, se divide físicamente en dos: salón y biblioteca-estudio. Dos espacios interiores separados por un espacio semi-exterior, entre patio cubierto y porche con lucernario. La terraza patio elevada del Movimiento Moderno, traída aquí para mirar al paisaje y a las vistas lejanas sobre la ciudad; algo que repetirá en uno de sus últimos proyectos, la casa Sánchez Medina. En esta planta las medidas son otras, se alcanza la mayor luz libre, 6,30 m y la altura en el “sobrado” abierto a la naturaleza llega a los 5,25 m en el interior de la cumbrera.

La trayectoria profesional de Manuel de las Casas recoge las mejores virtudes de un oficio constructor asentado, lo que no le impide en esta ocasión, a pesar de los referentes vernáculos y de los dictados de las normas de la construcción para las cubiertas, donde se recomiendan pendientes comprendidas entre el 25 % y el 50%, decidir rematar la construcción con un tejado especial: teja plana clavada con un ángulo de 45º (pendiente del 100%). Esta determinación da lugar al ángulo recto en la cumbrera, que refuerza la geometría del perfil y del volumen, y le da un carácter más rotundo y abstracto a la vez que produce en el interior un amplio espacio atravesado por las chimeneas. Aquí la voluntad de abstracción matemática de la composición se impone a la tradición constructiva (fig. 14-15).

[Materia] Una tradición constructiva próxima. Para la construcción de la casa Magariños se utilizan materiales tradicionales, en un intento de racionalizar y aprovechar al máximo las cualidades de estos. Pero la adopción de esta herencia constructiva no es mimética, se actúa sobre ella con una actitud experimental en una continua búsqueda de la racionalización y actualización de las técnicas tradicionales.

La vivienda se construye con ladrillo macizo – gresificado en el zócalo para evitar la capilaridad -, forjados cerámicos, cerchas de acero y teja plana en cubierta. Las carpinterías son de madera al interior y metálicas al exterior. El acabado de los suelos varía y se adapta al uso de los espacios. Se acaban en corcho barnizado las zonas de uso común de la vivienda, en gres Burela la cocina y zonas de servicios, y en moqueta los dormitorios.

 

fig. 16 Secciones AA BB, Plano nº 7 del proyecto de ejecución, fechado en enero de 1977

Materiales normales y un sistema constructivo simple conforman el objeto en un intento de reconsiderar su capacidad, de hacer realidad el espacio. Dentro todo se acaba, en forma minuciosa, como si se colocara un tapiz. Fuera los materiales definen la textura y el color.[8]

En la casa Magariños adquiere especial importancia la investigación en el proceso constructivo, y esto se evidencia en la amplia difusión de las secciones constructivas en las revistas nacionales de la época, donde adquirieron un carácter pionero en resaltar la influencia de la construcción en el desarrollo del proyecto de arquitectura.  El muro portante de doble hoja revisa y actualiza las técnicas tradicionales castellanas para dar respuesta a las demandas contemporáneas. Con una finalidad medioambiental, los muros de dos hojas de ladrillo se levantan de medio pie la exterior y de un pie la interior, frente al modo tradicional, de un pie por fuera, cámara de aire y tabique en el interior. La mayor masa de los muros queda en la cara interior y el espacio de la casa cuenta con una gran inercia térmica, al tiempo que se evitan los puentes térmicos y se proporciona mayor confort.

La cubierta refuerza el razonamiento constructivo general y, como hicieran los sobrados tradicionales de las viviendas manchegas, enlaza los usos más ligados de la vivienda con el paisaje y el perfil de Toledo. La misma materia construye dos escalas: el compacto programa doméstico en la planta baja y el ligero, sobredimensionado y continuo espacio libre bajo cubierta y pone las formas de la construcción al servicio de la sustancia de la compleja arquitectura.

La Casa Magariños se convierte en un objeto arquitectónico que se distancia tecnológicamente de la Casa Eames, que concreta los pasajes centrales de los edículos de las viviendas de Moore y que aprende de las originarias ideas de Rykwert sobre la simplicidad necesaria y suficiente, a la vez que enfoca la forma simbólica de la vivienda unifamiliar con una mirada nueva.

José Ramón González de la Cal y Josefa Blanco Paz, arquitectos


Notas bibliográficas:

[1] “Así toda una serie de rasgos se nos presentan como programáticos. Las formas adoptadas en las plantas de estas casas son continuación clara de la voluntad de simplificación que se desarrolló en la arquitectura durante el período entre guerras y que condujo de las morfologías de las siedlungs de Taut a las de Gropius, o en el contexto de las siedlungs de Frankfurt dirigidas por Ernst May, de la forma de la Romeerstadt a la de la Goldstein: generación de formas simples, rígidas, repetibles, prefabricables, eliminando toda irregularidad. Por esto la planta insistentemente rectangular de estas casas o, en algún caso, en forma de cruz. Y por esto la voluntad incluso cibernética de racionalización extrema que lleva a componer plantas y alzados sobre mallas isométricas. Se persigue un espacio racional y en el mundo de los Casas no hay lugar para irracionalidades, improvisaciones, ornamentos, trasgresiones de las reglas e ironías.” MONTANER, Josep María. Carta a Márquez y Levene. El Croquis, nº 15-16, p.6

[2] “Por otra parte, a partir de la tratadística, es frecuente hablar de la arquitectura de modo algebraico: Firmitas, Utilitas y Venustas; Construcción, Utilidad y Belleza; Invención, Disposición y elocuencia; Medida, Morfología, Misión, Materia y Medio; Orden, espacio, Masa, Volumen, y Luz; Espacio, Luz, Aire, Vistas; Necesidades materiales, sicológicas, sociales, territoriales, urbanas, históricas, económicas, simmbólicas… La arquitectura, por el contrario, es propiamente arquitectura en la medida en que no es suma de técnicas, instancias y apetencias, tantas de ellas instaladas en el vulgo como necesidades verdaderas.”  MIRANDA, Antonio. Ni robot, ni bufón: manual para la crítica de arquitectura. Ed. Fronesis, Cátedra, Universidad de Valencia, 1999, p.242

[3] “El lugar, la escala, la climatología, el programa, y el cómo llegar a lo universal desde lo particular es, en síntesis, el resumen de mi pensamiento arquitectónico. Todos y cada uno de estos puntos tienen una importancia, a mi modo de ver, definitiva en el hecho, y han de ser tenidos en cuenta por el profesional al enfrentarse a cada trabajo. Cuando se cruzan los campos manchegos la importancia que el lugar tiene en la arquitectura se hace evidente. No importa cuántas veces se haga el recorrido a través de esos espacios infinitos, tersos, casi surrealistas, el lugar se impone, siempre de forma ostensible. Espacios que han dado lugar a arquitecturas ensimismadas en las que se crea un mundo propio dentro del universo general. El paisaje es tan grande, tan vasto que es igual hacia donde dirijamos nuestra mirada, con qué orientación lo observemos y aprehendamos. Así pues, la mirada se dirige hacia dentro, hacia ese mundo artificial creado dentro del recinto. Acotar un trozo del universo y dentro de él recrear un mundo propio a escala de la persona en contraposición a esa escala infinita de la llanura. Esto es importante.” DE LAS CASAS, Manuel, Una mirada hacia dentro. En: Castilla La Mancha, arquitectura, territorio e identidad. Arturo Franco (coord.), Toledo: Instituto Cervantes y Fundación Civitas Nova, 2007, p.40.

[4] “La figura en la que se miran todos jóvenes arquitectos es, y no pienso que nadie lo ponga en duda, Alejandro de la Sota, quien permaneció impasible y solo, ajeno a los desviacionismos de sus compañeros de generación y que ahora vería así premiada, con la admiración de los más jóvenes, su obstinada postura. A nuestro entender giran en esta órbita obviamente López-Cotelo, Puente y Azofra, discípulos directos, pero su influencia se hace sentir en otras gentes como son los Casas, o aparece en el proyecto de vivienda unifamiliar de López-Peláez, Frechilla y Sánchez, llegando las salpicaduras hasta los propios colaboradores de Oíza, López-Sardá, Valdés, Vellés y Velasco.” MONEO, Rafael. Madrid 78. 28 arquitectos no numerarios. Arquitecturas Bis, n.23, Edición a cargo de La Gaya Ciencia, S.A., p. 22-24

[5] DE LAS CASAS, Manuel, Ignacio, Casa Magariños. Los Cigarrales de Vistahermosa. Toledo. Memoria del proyecto de Ejecución. En: El Croquis. El Croquis Editorial,1984, nº 15-16; p. 23

[6] CAPITEL, Antón, Manuel e Ignacio de las Casas, seis construcciones en Castilla. En: Jano: arquitectura, decoración y humanidades. (1978), nº 57 mayo, p. 19

[7] Dato facilitado por el arquitecto Fernando Nanclares, responsable de trabajos de restauración en Santa María del Naranco.

[8] De la memoria del proyecto de ejecución, fechado el 28 de febrero de 1977.

 

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