Al juego le pedimos un momento diferente, una arcadia con reglas pactadas entre los jugadores. Si se les deja libres y se les da espacio, los niños lo hacen sin tener que pensarlo. Para los mayores, el juego es un momento para olvidar las exigencias de ser responsable, coherente, sabio, eficaz o de ser como se debe ser. Quien aprende a jugar de niño puede vivir más comprometido con el ocio que con el negocio. Ese es el regalo que nos hicieron los patios de los bloques de la Avenida de la Reconquista, con los que tengo una deuda de gratitud que quiero saldar, ahora que me cuesta correr, contándolo y jugando con las palabras.
La piscina
La piscina del patio era una balsa con fondo de cemento, limitada por un bordillo de granito, que se llenaba a finales de junio y se vaciaba en septiembre. Las zambullidas eran un desafío al sentido común. Tirarse de pies, de tripa y de cabeza eran los modos básicos de entrar en el agua, que inevitablemente acababan estrellándonos contra el suelo, con arañazos en la cabeza, la nariz y la barriga, cuando no un descalabro. En lo bajito, treinta o cuarenta centímetros de hondo, podías tirarte de pies o de tripa. Para tirarte de cabeza tenías que tirarte en lo hondo, un metro o menos, pero antes tenías que ser capaz de bajar los dos escalones que separaban, no solo dos profundidades, si no dos estatus infantiles.
Además del lugar del baño, la piscina tenía añadidas dos piletas. Un capricho del arquitecto que daba mucho juego a la imaginación La grande era un estanque semiesférico, de granito, añadido a un extremo de la piscina, que se levantaba un metro sobre la superficie del agua y servía de trampolín para tirarte de cabeza. Pero el detalle genial era la pileta pequeña, dentro de la grande, que era como un bebedero de palomas del que salía un caño que lanzaba sobre la piscina un chorro de agua, como el del Prater de Viena, aunque un poco más tumbado. Por supuesto no tenía depuradora y se limpiaba cuando los bichos y los meaos eran más evidentes que el agua. Era el lugar ideal para las avispas y familiarizarse con su picadura, una al año por lo menos, era una condición más del veraneo en el patio.
Pero el caso es que de allí salíamos con los conocimientos de natación suficientes para sumergirnos en el estanque de los patos del Parque Escolar, que por aquellos años se había convertido en piscina municipal. Eso sí, los niños con un horario y las niñas con otro.
Niños y niñas
A contracorriente con la segregación entre hombres y mujeres que imponía la Santa Madre Iglesia, en los juegos del patio se producían sensaciones vertiginosas que nada tenían que ver con el impulso o el riesgo. Por ejemplo, correr persiguiendo a las niñas y cuando se conseguía alcanzar a una se le conducía a un banco y se le hacía el martirio chino. ¡Puf! A mí me encantaba. Jugábamos en los anocheceres de verano y aún recuerdo cuando en un quiebro capturé a Piluca por la cintura y a ella le dio risa y yo muy ufano la conduje al banco de las cosquillas, aunque allí acudieron todos como moscas a la miel, y ya no recuerdo más. Yo debía perseguir siempre a Piluca, porque recuerdo que, en otra ocasión, después de cogerla le tiré de la cola de caballo y las risas se convirtieron en un reproche, con morros incluido, que me desorientó. Así que además de correr, para que con las chicas funcionara el vértigo, había que comportarse de una manera diferente. Y hubiéramos aprendido si no fuera porque alguien prohibió a su hija que jugara a eso y a los chicos se nos alertó sobre el carácter pecaminoso del vértigo de jugar con las niñas. Así que el juego no duró mucho y en las noches de conversaciones intimas, preadolescentes, comenzamos a preocuparnos por aquello del pecado, de lo prohibido y del deseo, que decían sin parar los curas y no entendíamos, pero que, con las amenazas de condenación eterna, conseguían perturbarnos. Siempre que los mayores intervenían en el juego era para estropearlo todo.
Con las niñas jugábamos a todo, aunque había algunos juegos en los que ellas llevaban la iniciativa. La cuerda de la comba siempre la bajaban ellas, pero luego jugábamos juntos. Lo más fácil, saltar al balanceo de la comba mientras cantábamos: “Al cocherito leré… me dijo anoche leré…” Y así hasta llegar a lo del nombre de María que cinco letras tienen... Lo de hacer girar la cuerda entre dos era un tema de ritmo y de coordinación fina que se ejecutaba mientras se cantaba una canción. Por ejemplo “Colección, colección, una (y saltaba la primera), colección, colección, dos (y saltaba el segundo)”. Infinidad de juegos y cantinelas.
También al corro: La señorita Mari Carmen qué bonita estáa. Se va a moriir de tanto bailaar… Y ni eran mariconadas ni nada. Si era la época de jugar al corro se jugaba y ya está. Aunque por alguna razón que no estaba clara te ponías colorado dependiendo de quién te sacara a bailar, y los chicos, para disimular la turbación, hacíamos el ganso y ellas, sin embargo, tan tranquilas. Otros juegos compartidos con las chicas, de habilidad y coordinación, era el piter (la rayuela o el sambori, como lo llaman los valencianos).
A alguien se le ocurrió que a las chicas se les deslumbraba con ejercicios gimnásticos de alto riesgo o con habilidades acrobáticas, y entre los ejercicios que más posibilidades ofrecían, “el pino” era lo que más. Bueno, eso lo cuento con más detalle en la versión completa de Cuentos de un zascandil. La realidad es que no recuerdo que nadie consiguiera que ninguna chica manifestara admiración por nuestras cabriolas. Se reían más y gritaban muchísimo si nos empeñábamos en saber de qué color llevaban las bragas y en un descuido levantábamos las faldas de alguna o, cuando Estrella, por ejemplo, se daba una airosa vuelta de bailarina gitana, y nos dejaba turulatos discutiendo si blancas o rosas y pidiéndole que se diera otra, que no lo habíamos visto.
El comercio y la especulación
Los cromos, chapas, bonis y canicas, valían para jugar, pero además tenían valor comercial. Tu habilidad y astucia podían servirte para incrementar tu bolsa de canicas, tu cartera de cromos o tu alfiletero de bonis. En una tarde de canicas, un buen jugador te podía vaciar tu talego de bolas. Pero también, un par de canicas de barro, te permitían trocarlas por un bocado a un polo de palo que otro niño chupara.
En un mundo escaso de imágenes los cromos te traían noticias del mundo más allá del patio. Había cromos de futbolistas, de animales exóticos de maravillas del universo y de artistas de cine. Recuerdo un cromo de Abbe Lane, exuberante y rubísima que no hubiera cambiado ni por la colección completa de la liga de 1957. Los cromos se intercambiaban, pero también se arriesgaban en juegos de azar, por ejemplo, hacerlos deslizar por la pared. Se ganaba si tu cromo montaba sobre otro y te llevabas todos los que estaban en el suelo.
A mí me costaba mucho conseguir cromos y canicas y llevaba mal perderlas. Yo creía que todos éramos iguales y que todos obteníamos lo que teníamos con el mismo esfuerzo. Pero algunos jugaban alegremente y luego sus papás les compraban dos pesetas de canicas, una de cromos y otra vez a jugar. Esos juegos tenían un algo dramático de especulación financiera que yo no controlaba bien.
De otra naturaleza financiera eran las chapas. Era un bien común y abundante que no tenía valor de trueque, pero no se era nadie en el patio si no se tenía un cuidado acervo de ellas. Las había fáciles y difíciles de conseguir. Las de Mahou y El Águila eran fáciles y las de Vichy Catalán o Cinzano, difíciles. Pero lo apasionante era prepararlas para las carreras. El mejor tuneado era levantar el corcho, recortar la parte central, poner en el fondo de la chapa una fotografía, un papel de celofán y sellarla con el círculo de corcho recortado. Evidentemente corría más una chapa con la foto de Bahamontes que una con la foto de Loroño o Van Loy. Si papá se enrollaba podía aparecer un día con todas las del bar Avenida para que eligiera, y siempre había alguna buena, pero la mayoría se conseguían cogiéndolas del suelo en el entorno de los bares. Otras cosas que se cogían del suelo también tenían valor, como las cajas de cerillas o los palos de polo de pela. Aunque mi madre me enseñó que no había que coger las cosas del suelo, todavía me agacho para coger cualquier cosa que reluzca.
El Sr. Graciano
El Sr. Graciano era el conserje del bloque, encargado del mantenimiento y vigilante del buen uso de aquella vivienda, por tanto, el represor de las tropelías infantiles. Es uno de los hombres más bueno, equilibrado y sabio que he conocido. Responsable de mi educación y de la de muchos de mis amigos. Inseparable con los recuerdos del patio en los años cincuenta y sesenta.
Que maravilla Luis, como me he teletransportado al bloque, al comentar lo de las avispas de la pileta me has recordado la experiencia que tuviste con una de ellas, jajajajaja!!!
¿Qué crees, que me he olvidado de tu inolvidable interpretación de Juanita Banana a la guitarra? ¿O de tu increíble habilidad para hablar y eructar al tiempo? Siempre fuiste el mejor compañero para el juego, divertido, hábil y dispuesto. Un abrazo. Aquella avispa me puso la cara como un mapamundi. En el libro que contiene todo esto me extiendo un poco más.
Vivir en “los Bloques”era maravilloso, he vivido en varios. En el 2°iba clase con una persona muy entrañable: D. Manuel.
Letra E segundo derecha. D. Manuel era mi padre. Gracias por el cariñoso recuerdo. En uno de los Cuentos de un Zascandil, se cuenta:
“El seis de junio de 1938 es el oficial de semana y está sentado en un banco del comedor vacío junto a su amigo Bertomeu, que es el oficial de imaginaria. Julio le cuenta,
―Me dice que le diga algo que no sé lo que es. No sé lo que quiere. Siempre le está dando vueltas y me saca a relucir un fantasma…”
Estaban en Riffien. Julio es el alias de mi padre y su amigo Bertomeu, el tuyo. ¡Qué pequeño es el mundo! Un abrazo.
Muy bonitos recuerdos. Yo vivia en el patio de Luis, Letra B. Mis padres Isidoro y María, teníamos una terraza muy grande (2°B) y cuando mi padre traía melones y/o sandías muchos niños del Bloque ayudábamos a subirlos por la escalera y acto seguido nos dábamos todos un festin/comilona. En éstos años disfrutábamos muchísimo de la piscina. Recuerdo al muy querido Presidente de la Diputación, cuando nos echaba unas pesetas a lo hondo de la piscina y…a bucear….Habría que añadir otros muchos juegos, como el bote botero (le traíamos loco al Sr Graciano); el de los ciclistas de plástico, carreras que echábamos en las escaleras de las terrazas del patio de las Letras C y D, así como las vueltas perimetrales al Bloque… También permanece en mi recuerdo, detrás del Bloque los túneles que hacíamos bajo tierra (jugándonos el tipo) y alli echábamos un cigarrito…; y quien recuerda al conserje del Bolque de atrás, apodado el Sr.” Tripaverde”?
Recuerdo muy bien a Luis Antolin y a Rafa (que iba con el Barça) y estudió Fisicas….aparte de las personas que menciona Luis, también recuerdo a “Maxi” y Nazaria con su zapateria y muchos pajaros, canarios/periquitos; Antonio, el pollero; Jesús, el barbero y sus dos empleados; Pedroche, bicicletas y futbolines; la estanquera; Marina, Arturo y Rafa con su tienda de ultramarinos, la lecheria y pescaderia;
la mercería; la Tienda Nueva; los hermanos Conde, buenos nadadores y saltadores de trampolín (piscina del parque), Fernando y Mariano Ipiña; Pepe Luis, Miguel Ángel, Alfredo y Alicia Marqués; Ricardo y Mariano Martinez; el querido y apodado “tarasca” -no recuerdo su nombre-, del otro patio y que en dia en la piscina de su patio, se bebió una botella de La Casera de un trago, dejándonos al personal perplejos…; familia Miranda; Fito, César, Potoño, Matías, Julio, Siro, Blanquita, Mercedes..; Don Vitorio; Jesús y Luis Laguna, buenos futbolistas y mejores partidos en el campo de ” los curas”; Venayas; Jesús y “Chamelin”: la envidia de la piscina, ya que su padre trabajaba el “Solis” y al terminar éste su jornada de trabajo a las 15:00, les permitía estar en la pisci más tarde; Goyo; Luismi y su hermana Merche; la familia Ballesteros y Cuerda, Comisarios de Policia; la peluquería de la Letra E, dónde mi/nuestras madres iban a ponerse guapas….etc…etc…
Y tu hermano, “Y resulta que Miguelín, que nunca entrenaba y al que le importaba un rábano deslumbrar a nadie, se ponía cabeza abajo y caminaba sobre las manos todo lo que quería. Luego venía el problema de colocar la habilidad…” Así recuerdo a tu hermano en Cuentos de un Zascandil. Años después coincidí con él en el foso de salto de triple salto del Palacio de los deportes de Madrid, el representaba a la laboral de Córdoba (creo recordar). Me ganó, siempre me ganaba. Me alegra saber de ti.
Qué descubrimiento Luís, la vida que había dentro de los bloques, nosotras, mi hermana y yo, que vivíamos “ intramuros”, solo pasábamos por allí para ir al colegio de las Carmelitas. De la mano para no caernos por los escalones de la acera como nos decían nuestros padres. Sabíamos de los bloques que el primero era el de los militares y nada más. Eso sí, siempre había mucho griterío cuando pasábamos y , a lo mejor nos daba envidia de oír a tantos niños jugando, no lo sé, no me acuerdo.
He disfrutado con la lectura de tu libro, una vida la tuya ajetreada y particular, que produce paz y tranquilidad, no hay desasosiego, o eso es lo que yo veo. Un beso querido Luís.
Haber entrado al bloque, hubiera sido estupendo teneros entre nuestros recuerdos de infancia. Tuvimos que esperar a la adolescencia y subir nosotros a Toledo para conoceros. Mereció la pena. Un beso desde tan lejos… y tan cerca
Qué bonito y sabio consejo Luis, quien aprende a jugar de niño vive más comprometido con el ocio que con el negocio
En abril de 2018 volví a entrar en el bloque junto a mis hijas y nietos y mostrar y describir dónde vivíamos, juegos, piscina, etc… fué de mucha emotividad ahora me lo habéis vuelto a florecer.
Viví y nací en la letra D del 2 izq, hasta 1960, pero no dejé de tener contacto con lis bloques. Allí estaban mis amigos y en la puerta del parque la parada de la ruta que nis llevaba al colegio, castillo de San Servando. Estuve yendo a tu casa a las clases de D. Manuel (muy amigo de mi padre y de mi tío Manolo Romero y que no faltaban a su vinito diario en el bar de Luis, Avenida. Mi recuerdos especiales al pretil, sitio de reunión, ;atrás, donde jugábamos lis partidos, hacíamos cuevas, desafíos a pedradas contra otros bloques ; la piscina con su pilón y donde D. Victorioso me entregó mi primera medalla, religiosa, en natacion, allí dando vueltas. Siempre estábamos expectantes de que D. Victorioso o D. Luis nos llamase para asistir a algún entierro en Tavera y ponernos las sotana. Éramos monaguillos esporádicos y nos encantaba bajar a la cripta del Duque de Lerma; los juegos que organizaba Goyo, de la lechera, con sus circuitos y ciclistas, pero quien no tenía no participaba (yo aún conservo circuitos y unos 30 ciclistas de plástico), nos gustaba hacer pitos con lis huesos del albaricoque, haciéndolos frotar a la pared del patio, dando vueltas. El Sr. Graciano!, qué respeto y miedo a la vez, mandaba más que Franco y Dios, como le decía a mi madre cuando me castigaba y encerraba en la carbonera. Son muchísimos lus recuerdos que tengo y todos muy entrañables.
Luis, pregunté a tu hermana Enriqueta, que conocí en el teatro García Lorca de Getafe en la presentación de uno de lis libros de mi primo Manolo Romero, poeta, y creo recordar que me dijo que estabas por Valencia. Por cierto leer La gata con alas, de Enriqueta Antolin
Mis más que recuerdos para Pepe, Luis Miguel, Jule, Curro, Lucas, Fernando (el manochoncha), Chamel, Fernando y Javier Ipiña, Ricardo, Alfredo Marqués, Alicia, toda la familia Sanz (, Fito siempre robaba gallinas en casa del Tripa verde y él me confundía y me acusaba de sus gamberradas)….. qué grandes sois todos y qué bonitos recuerdos tengo de todos!
Un abrazo y vivan los bloques!,.. fuimos unos privilegiados
Un abrazo Miguel Ángel. Veo que he abierto un melón lleno de pulpa sabrosa. Todos tenemos la misma historia, es sorprendente lo vivos que tenemos esos años, esas vivencias y lo fácil que sería entendernos si nos volviéramos a encontrar después de tantos años. Es virtud del juego y la libertad con que pudimos vivir en aquellos lugares. Yo he escrito esto en los Cuentos de un Zascandil, pero cada uno de nosotros podría escribir su cuento, su relato y todos serían emocionantes. Un abrazo.
Yo fui a clases de matematicas con tu padre que era una persona encantadora y me dieron matrícula de honor en 3• de bachillerato
Durante todos los años que mi padre dio clase, que fueron muchos, la puerta de mi casa estuvo abierta. No había cerrojo, entrabais y salíais solo empujando la puerta. En aquellos ochenta metros cuadrados, entrabais cada día cuarenta o cincuenta personas. Después tú y yo nos hicimos profesores de educación física, cada uno por su lado y hoy coincidimos aquí. Un placer y gracias por la cariñosa mención a mi padre.
Hola soy Pili Ballesteros! Os acordáis dé Calisto con su borriquito y carrito que nos vendía la fruta y la verdura, el Sr Payan con su tienda de ultramarinos, nosotros vivíamos en la letra B, recuerdo que los fines de semana jugábamos en las buhardillas y nos daba mucho miedo porque estaba lleno de fantasmas. En fin qué años más bonitos.
Con la apertura de éste foro, de pronto han venido a mi memoria más recuerdos de mi infancia, los cuales permanecían adormecidos por tantos años.
A los compartidos ayer, desearía añadir algunos más, con el deseo de que a algunos os haga también retroceder en el tiempo:
Justamente detrás del famoso pretil del parque, lugar privilegiado para conversar, había un pequeño arroyo donde poníamos nuestros barcos de papel o madera para verlos navegar camino del océano…via la Rosaleda… hasta cerca del arco romano, donde al concluir la etapa de navegación, cogíamos renacuajos…
El guardia del parque Sr Antonio, siempre sufria los robos, por nuestra parte, de melocotones, albaricoques y granadas…
En el primer bloque, justo al lado del bar de Luis, estaba el Trocadero, regentado por Cepeda, el cual en su día, había estado con la División Azul. Con su esposa, creo recordar que era alemana o lituana, a quien creo conoció por aquellas latitudes, y después de la contienda se instalaron en Toledo. Pues bien, recuerdo que frente al Trocadero tenían un grandísimo perro Bulldog, el cual nos infundía muchiiiiisimo respeto….
La huerta del tio Raimundo, estaba situada en lo que hoy es el Barrio de Santa Teresa, cultivaban nabos, lechugas… y de vez en cuando, hacíamos incursiones…
El cine de “La Fábrica”, o también conocido como el paraiso de las pipas…entradas “a peseta”
Juego en el patio con la peonza…., asi como el juego con piedras de marmol perfectamente redondeadas y pulidas, que lanzábamos unas contra otras con extraordinaria precisión…
Los más traviesos del bloque, con mucho cuidado colocábamos encima de las grandes puertas (entreabiertas) de los soportales, globos llenos de agua, de tal forma que cuando un vecino entraba o salía del Bloque, al abrir la puerta se daba una pequeña ducha…y todos nosotros, estratégicamente escondidos nos partíamos de risa….
La feria de Toledo tenía lugar en La Vega; pues bien, con ocasión de ésta festividsd, acontecían dos hechos que a mi me impresionaron en gran manera. Uno era que para tal ocasión, instalaban un circo en el recinto ferial y las fieras debidamente enjauladas las aparcaban detrás de los Bloques, entonces un descampado. Una vez a mi hermana Pilar, al regresar a casa nos contó que le impresionó mucho ver como los cuidadores “liquidaban” a un burro para dar de comer a los leones y tigres….
El otro acontecimiento era como traían a los toros bravos por el Puente de San Martín, la Ronda y finalmente por detrás de los bloques hacia la plaza de toros…cuantas pesadillas en la que algún toro se metía en el patio….
Recuerdo a Keko del primer Bloque, buen ciclista; también al Dr de Juana del mismo bloque, asi como a Sierra quien fuera camisa vieja de la falange y posteriormente conserje del tercer Bloque..
Finalizar mi relato, con el recuerdo a las veces que comíamos las buenísimas moras que cada año nos daban las antiquísimas moreras de la Reconquista; asi como al disfrute que nos daba la mayoría de niños la cria de gusanos de seda; y ya en plan más guerrero, las luchas a pedradas contra los de las Covachuelas, Corea o algún otro Bloque, si se terciaba….algunas veces aparecíamos en casa descalabrados y gran bronca materna….