
El espacio de juego debía ser un derecho fundamental del ser humano. Cuando la especulación, la ignorancia de los políticos, si no la corrupción, hurtan a los ciudadanos los lugares en los que otrora podían jugar, les arrebatan un trozo de su humanidad, una parte del ser libre, razonable y crítico que te permite resolver los problemas de convivencia, hablando y llegando a acuerdos. En el entorno del segundo bloque de la Avenida de la Reconquista, con sus patios y descampados, jugar no era solo un pasatiempo, era un arcano, un conocimiento oculto, solo inteligible para quienes juegan sin querer sacar beneficio de ello. Continuar leyendo