Por una Historia de las -nuevas- calles de Toledo [Adolfo de Mingo Lorente]

Benquerencia, 1796
Dehesa de Benquerencia, dibujo de Vicente Antonio López, 1796

Dentro de escasos años se cumplirá medio siglo desde la publicación de Historia de las calles de Toledo, del historiador y académico Julio Porres Martín-Cleto (1922-2011). Se trata, sin lugar a dudas, de la fuente historiográfica más consultada por quienes se han dedicado desde entonces a estudiar la evolución de la morfología urbana del casco antiguo de Toledo y de sus territorios aledaños. Muchas de sus conclusiones han sido ya superadas a la luz de nuevos descubrimientos arqueológicos y en estos cincuenta años han cambiado (o deberían cambiar de una vez) ciertos paradigmas relacionados con la interpretación y conservación del pasado monumental, pero las principales bases del trabajo permanecen tan asentadas como cuando la Diputación Provincial decidió publicarlo por primera vez en 1971.

Desgraciadamente, Historia de las calles de Toledo ha tenido escasa continuidad más allá del punto donde su autor decidió poner fin a las investigaciones. Su discurso histórico quedó interrumpido a mediados del siglo XX, cuando acababa de producirse la urbanización del barrio de los Bloques (Avenida de la Reconquista) y Santa Bárbara comenzaba a adquirir su desordenada configuración. A excepción de algunas apostillas incorporadas por el propio Porres en ediciones posteriores (la más reciente fue la publicada por Bremen, de 2002), hoy nos encontramos con que la principal fuente de consulta sobre la evolución urbana de Toledo permanece huérfana en lo que respecta a la ciudad contemporánea. Y no hablamos solamente de situar a los nuevos barrios en el contexto que les corresponde, sino de realizar también un diagnóstico que permita interpretar los cambios producidos en nuestra percepción de la ciudad antigua a lo largo del XX (desde la retirada de los revestimientos de fachada que impulsó la Dirección General de Bellas Artes en tiempos de González Valcárcel hasta la proliferación de casas-patio microparceladas como apartamentos).

Sería injusto no recordar a quienes durante estas últimas décadas se han atrevido a plantear estudios independientes de los nuevos barrios, como el concejal Ángel Dorado (Un revulsivo en la historia de Toledo: el Polígono Industrial, 1958-1997, Azacanes, 1999) o, más recientemente, el editor Andrés López-Covarrubias (Historia de los barrios de Toledo, Covarrubias, 2013). Sin olvidar algunas iniciativas como rutas y guías de nuevos edificios desarrolladas por instituciones como la Real Fundación y el Colegio de Arquitectos, así como una pequeña pero significativa cantidad de artículos publicados en la prensa local. El problema de estas aportaciones, desgraciadamente, suele ser su desconexión con respecto al discurso histórico global. Ni el Centro Comercial Luz del Tajo surgió de la nada —fue instalado en el entorno de la desaparecida ermita de la Concepción y las eras donde fueron elaborados muchos de los ladrillos empleados en Toledo durante la Edad Moderna— ni tendría sentido escribir sobre la reforma del Hotel Hilton (hoy Eurostars Palacio Buenavista) sin volver la mirada a las villas de recreo del siglo XVI. Montesión, San Antón y Santa María de Benquerencia poseen un pasado y un presente que deberían ser interpretados paralelamente, mediante fórmulas que conjugasen la interpretación de sus restos arqueológicos con el conocimiento de los usos de sus antiguas dehesas y la configuración progresiva de la modernidad. Por no hablar de la revisión que debería realizarse de verdaderos clásicos contemporáneos —el Hospital de Parapléjicos, la Universidad Laboral o la Biblioteca de Santa María de Benquerencia—, dignos de ser incorporados al continuum monumental de la ciudad. Esos estudios no deberían eludir polémicas —¿en serio seguimos sorprendiéndonos cada vez que aparecen nuevas tumbas en el entorno de San Lázaro, donde se configuró uno de los cementerios medievales más amplios y densos de Europa?— ni dejar de responder a preguntas que no siempre se han formulado o no han sabido (o no han querido) expresar historiadores y académicos, como quiénes eran los antiguos propietarios y en qué condiciones se produjo la venta de muchos de los terrenos sobre los cuales se asienta el Toledo actual. Probablemente obtendríamos algunas respuestas, no muy agradables, sobre el origen de los atomizados nuevos barrios.

La Real Fundación de Toledo rindió homenaje a Julio Porres Martín-Cleto hace escasos años por medio de actividades didácticas en las que participaron diferentes centros de enseñanza de la ciudad y municipios vecinos. Con la suficiente implicación por parte de las administraciones y la formación de un equipo multidisciplinar que aunase una mirada hacia pasado y presente —historiadores, arquitectos, urbanistas, documentalistas— todavía estaríamos a tiempo de celebrar con verdadera exigencia el cincuenta aniversario (o el centenario del nacimiento de su autor, un año después) de una de las fuentes historiográficas más importantes de esta ciudad.

[El plano que acompaña a este texto, realizado con gran precisión a finales del siglo XVIII en escala de estadales castellanos (3,34 m.) por Vicente Antonio López, representa la dehesa de Benquerencia en 1796. Se conserva en el Archivo Capitular de la Catedral de Toledo]

Adolfo de Mingo Lorente (historiador del arte y periodista)

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