La Motilla del Azuer [Jesús Fuentes Lázaro]

@ José María Martínez Arias

Celebramos el año del centenario del escritor de Tomelloso, Francisco García Pavón. Él fue el creador, no solo de un personaje, Plinio, adelantado a estos tiempos inflacionarios de novela negra, sino un gran narrador de la fulgurante llanura manchega. Describió las texturas y colores de ese inmenso paisaje sin apenas elevaciones en las que el espacio estelar y la luz se confunden con la tierra. Pero poco a poco ese paisaje empieza a descubrir algunos de sus secretos, lo que genera una enorme sorpresa. Y eso, una espectacular sorpresa, que no conoció García Pavón,  lo constituye “La Motilla del Azuer.

El conjunto se sitúa a pocos kilómetros de Daimiel –lo mantiene limpio su Ayuntamiento– y forma parte de un conjunto de construcciones únicas en la Mancha y me atrevería a decir de otros muchos lugares del mundo. En Creta, en Perú o en México este monumento habría multiplicado el turismo. En La Mancha aún no creemos en lo que tenemos.

Aproximación al lugar. Fotografía de Quique J. Silva.

Son los vestigios, majestuosos y civilizatorios, de la actividad humana durante la Edad del Bronce (2200 -1350 a.C.). Demasiado distante de nosotros y de nuestros conocimientos sobre los pobladores estas planicies. La Mancha fue un territorio mucho más activo de lo que hasta el momento habíamos supuesto. De ello nos habla esta arquitectura rescatada  del subsuelo. Y de que los humanos son animales sociales y colaborativos. No podrían haber construido estas edificaciones si no hubieran creído en mitos compartidos, como afirma  Yuval Noah Harari en “Sapiens”. 

Fotografía de Quique J. Silva.

El monumento es un asentamiento concebido como un laberinto, que a lo largo de siglos tuvo diversos usos. Sobresalen sus equilibradas murallas de lajas y de barro que origina una espiral que conduce al punto más elevado de la construcción. Entre medias vamos descubriendo los depósitos multiusos  para almacenar granos, agua y otras vituallas, que sugieren puntos estratégicos en unas vías de comunicación hoy  ignoradas o tal vez perdidas. En lenguaje actual, se trataría de un centro logístico para los habitantes de la zona o para las hipotéticas caravanas que cruzaban las llanuras, pobladas, entonces, de una abundante vegetación mediterránea y de una actividad comercial y de intercambio ajetreados. No era el espacio vacío de épocas posteriores al que nos hemos habituado.

Vista del pozo. Fotografía de Quique J. Silva.

La obra central es el pozo. Aunque llamar pozo a esta construcción puede trasmitir una imagen desfigurada de la realidad. Aquellas gentes conocían los elementos básicos de la arquitectura con materiales pobres, sabían de defensa y vigilancia de los horizontes, utilizaban  técnicas de acumulación de víveres para los periodos de escasez. Y, por supuesto,  sabían de hidráulica. Descubrieron los acuíferos manchegos, imprescindibles en periodos de sequía, mucho antes que comenzara la explotación exhaustiva de ellos. En su búsqueda de agua profundizaron y escavaron, y durante un tiempo indefinido, levantaron las estructuras arquitectónicas que se nos antojan una reproducción territorial de la fantasiosa  torre de Babel. ¿Qué humano de aquella época no se impresionaría ante la grandeza de esta construcción? ¿Quién de nosotros no se impresionará ante la grandeza de la obra de aquellos humanos?

Murallas. Fotografía de Quique J. Silva.

La Motilla del Azuer”, impacta, seduce y sugiere. Pasando entre sus murallas angostas podemos acercarnos a las “realidades imaginadas” de unas gentes que fueron capaces de organizarse para un trabajo de arquitectura laberíntica con diferentes usos. Ignorar esta edificación –aunque existan otras más, no visitables-  dificulta entender esta llanura con propiedad. El edificio, restaurado magistralmente, induce a nuevas aproximaciones a La Mancha y aporta información  para una distinta lectura de ella.

La Mancha es lo que escribió García Pavón, cierto. Y lo que escribió Cervantes, también. Y cuanto se pueda imaginar en la actualidad desde “La Motilla del Azuer”.

                                               Jesús Fuentes Lázaro


Ilustración de portada de J.M. Martínez Arias. Fotografías de Quique J. Silva. Web de La Motilla del Azuer.

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  • Impresionante. Toda la estructura parece concebida para poner a disposición de los viajeros y mercaderes el agua de un río que se esconde. También da la impresión de que todo, o la mayor parte, estaba enterrado para proteger el agua de la evaporación, de los animales y de las algas, y a sus servidores del terrible sol del verano. ¿Estoy soñando?

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