En Toledo hasta las librerías tienen historia. Historia, tal vez pequeña, pero que revela los comportamientos de una sociedad en un tiempo y en unas circunstancias determinados. Esta es la historia de la librería Fuenteovejuna, sobre cuyos cimientos se levantaría la antigua y actual Hojablanca.
Comenzaba la segunda parte de los años setenta en una ciudad de provincias que no necesitaba leer. Se alimentaba de leyendas, la más cercana sobre el asedio del Alcázar. Más las homilías dominicales en las numerosas iglesias de la ciudad resultaba suficiente para mantener el espíritu afinado ¿Para qué más? Imposible, eso sí, comprar un libro. No existían librerías, si exceptuamos la segunda planta de la papelería – la principal actividad – de Gómez Menor, donde se podían encontrar algunos libros clásicos o – aunque ahora parezca imposible – en la librería diocesana, donde también podía encontrarse, esporádicamente, algún libro interesante.
La democracia estaba en el aire, tras la muerte de Franco. Los más concienciados de la ciudad eran conscientes que había que ayudarla aterrizar. Una librería, surtida y con cualquier tipo de libro, sería una forma de colaborar para una transición de una dictadura a una democracia. Con tal motivo se formó un grupo ciudadano, integrado por trabajadores de la empresa Stándar Eléctrica, enseñantes y sanitarios, sectores comprometidos con el cambio. Ideológicamente, o eran simpatizantes, o cercanos al PCE. Aunque se adhirieran otros grupos e individuos. Se pretendía que el movimiento fuera abierto. Nada de sectarismos ni de adoctrinamientos. Debate, debate, y proyectos.
Pero, primero, era necesario reunirse. ¿Dónde? No era fácil. Ni existían locales públicos ni la policía había abandonado los viejos métodos de la etapa franquista. La familia Conde Olasagasti ofreció su casa, cerca de los Cobertizos, próxima a la plaza de Santa Clara. Al no ser muchos los asistentes, cabrían en el patio de la casa. En aquellos tiempos todavía las casas de Toledo disponían de jardín, antigua herencia árabe que, a su vez, se sumergía en la tradición persa. El jardín, en las tierras de climas ardientes, era un avance del cielo en la tierra.
Se celebraron diversas reuniones en las que se habló de cómo preparar a la sociedad y prepararse para los tiempos que venían. El dictador ya no contaba. Lo que contaba, recuerdo romántico de la República, eran unas elecciones municipales, que desde abajo hacia arriba, iniciarían la construcción de la democracia. En la estrategia para obtener ese objetivo se situaba, como centro de irradiación del saber, de cultura y, presumiblemente de ideología, una librería. Un lugar que, además de vender libros, sirviera para encuentros, charlas y actividades diversas.
La dificultad residía en poner en marcha el proyecto. El cómo y los recursos. Los asistentes o eran estudiantes o habían iniciado sus trabajos recientemente. No obstante, copiando el modelo seguido para fundar el diario El País, se pensó en la constitución de una sociedad, integrada por cuantos quisieran formar parte del proyecto. Antes de que se conociera el “crowdfunding” por aquí, aquí se desarrolló un modelo militante. El día diez de diciembre del año 1975 nacía Focusa (Fomento cultural, sociedad anónima). Una mercantil de la que formarían parte quienes estuvieran dispuestos a aportar una cantidad, que se estableció igual para todos.
Cada socio contribuiría con diez mil pesetas, cuya acción podría vender o negociar posteriormente, aunque, eso sí, evitando la concentración de acciones en un solo grupo o persona. Muchos intuían que aquella inversión lo era a fondo perdido. No importaba. Con la sociedad constituida se buscó un nombre que identificara el proyecto. Ninguno más identificativo que Fuenteovejuna. La novedosa librería se colocaría en pleno centro. Próxima a Zocodover, espacio urbano de encuentro social de la ciudad. En un local alquilado en la calle de Santa Fe. Enfrente del Gobierno Civil, al lado de la Comisaría.
La librería arrancó con más problemas que futuro. Los libros, pronto se descubriría, no eran productos de consumo masivo. A trancas y barrancas fue tirando con problemas de liquidez. Para paliarlos se planteó una nueva fórmula de cooperación: fijar una aportación mensual, que se iría acumulando en una cuenta personal. Cada titular de la cuenta, la amortizaría en libros en función de sus demandas. Era una manera de hacer frente a los pagos corrientes en un negocio más ideológico que comercial. Por supuesto, no se libró de conspiraciones de grupos diversos que pretendieron controlar aquel lugar. La librería se iba convirtiendo en centro de referencia para las gentes de izquierdas de la capital y de la provincia. Se asemejaba a las librerías Fuentetaja o Antonio Machado, en Madrid.
El proceso democrático siguió su curso. En las primeras elecciones municipales, el PCE presentó la mejor lista que haya presentado nunca en Toledo. Todos, o casi todos, los candidatos eran socios fundadores de la librería. También algunos de los que irían en las listas de UCD o del PSOE. Las primeras elecciones municipales, tras la dictadura, las ganó UCD, pero no con mayoría absoluta. En meses el alcalde de UCD logró articular un pacto, las más de las veces tácito, con los concejales del PCE, que habían estado a la cabeza del nacimiento de la librería.
Con la normalización de la democracia la librería fue evolucionando hacia un negocio ya sin las pretensiones ideológicas y sociales con las que nació. Así se llegaría a los años ochenta y a la convicción de que tanto la sociedad como el negocio carecían de salida. Al final de aquel proceso, en el año 1989 aparecía, sobre las cenizas de Fuenteovejuna y, previa disolución de Focusa, Hojablanca, una librería de propiedad particular. Posteriormente, se trasladaría al edificio que ocupa en la actualidad. Una taberna de barrio rehabilitada, que lucía el exótico nombre de “Ambos Mundos. Vinos y cervezas”.
En estos días de finales de febrero de 2018, quienes compraron la librería, han optado por abandonar el negocio, casi treinta años después. Ha pasado a otras personas. Quienes estuvieron desde los inicios en la lejana Fuenteovejuna y, más tarde, de lleno en Hojablanca se despedían de amigos y clientes con el siguiente texto:
“El equipo de Hojablanca, Pilar, Demetrio, Mila y Petra, después de 30 años, nos despedimos pasando la responsabilidad a un nuevo equipo: Elvira, Víctor y Rocío.
Os queremos agradecer el apoyo y el cariño recibidos estos años. Os vamos a echar mucho de menos.
Y os pedimos que sigáis apoyando a esta librería y a sus nuevos gestores que le darán un nuevo impulso”.
Fin de la historia de una librería en Toledo. Tal vez, otra historia igual o parecida se produjo en otros lugares en tiempos de la dictadura en España. Y ocurrió porque un grupo de ciudadanos descubrió que, en su lugar de trabajo y residencia, no se podía comprar un libro.
Jesús Fuentes Lázaro
Fotografía de portada de José Ramón Madruga en “librerías con encanto” publicada en ibernewsmagazine.com.
Dibujo de Benjamín Juan -1989-, croquis para la reforma de la librería de la calle Santa Fe. Proyecto Luis Balairón, Jesús Gómez y Benjamín Juan.
Estupenda semblanza de una institución para esta ciudad. Si cabe, apuntar que, más que el fin de una librería, creo que estamos ante la continuación en un proyecto que ha sido y es un referente cultura; el hecho de que la nueva propiedad haya escogido mantener el nombre de la librería es claro indicio del reconocimiento de la labor de los predecesores y una declaración de principios de cara al futuro.
En efecto, interesante el artículo sobre la librería Hojablanca.
Pero constato la tendencia que existe en esta histórica ciudad, de convertir todo en ” historia” cerrando la puerta a la natural evolución de la sociedad, en sus diferentes ámbitos.
Espero que no sea el punto y final de Hojablanca, sino un punto y seguido, con el toque personal de los que han tomado el relevo.
Se puede escribir de lo que ha sucedido.Eso es la historia. Lo que no ha sucedido difícilmente se puede escribir. Me gustaría, dentro de diez años, iniciar un artículo diciendo Víctor, Rocío y Elvira continuaron una aventura en el año 2018, centrada en los libros y la cultura. Un gran reto en tiempos de Internet y de libros digitales. Y bla…bla….