La estampa de la ciudad de Toledo no está completa si no se incluyen los dos puentes que se sitúan, enfrentados, en sus vertientes este y oeste: el puente de Alcántara y el de San Martín.
Tenemos la seguridad de que el puente de San Martín ya se está edificando a principios del siglo XIV, ya que se conserva un documento, fechado el 28 de marzo de 1301 en el que se hace referencia a ello. Es el resultado de la necesidad creada por un lado por el paso de ganados de la Mesta y por otro de la comunicación con los Montes de Toledo.
Han sido múltiples los avatares sufridos desde su origen. Así, en el año 1368, se destruye intencionadamente el arco central con el fin de evitar que Enrique de Trastámara lo utilizase para tomar la ciudad. Es reconstruido por Pedro Tenorio en torno a 1380. Parece que es en este momento cuando se gesta una de las leyendas más antiguas de la ciudad, la leyenda del alarife. Cuenta la leyenda que la obra de reconstrucción de este arco se le encargó a un famoso alarife que según iba avanzando el proyecto se mostraba cada vez más alicaído. Su esposa preocupada no entendía cuál era la causa de su estado de ánimo. Finalmente el marido le confesó que había cometido un error de cálculo en la cimentación de tal forma que sabía que cuando quitasen la cimbra el arco central se derrumbaría por completo; que no encontraba solución que lo pudiese evitar; y que cuando sucediese él quedaría deshonrado y arruinado. La esposa después de mucho cavilar dio con la solución y así una noche de tormenta fue al puente y prendió con unas teas que llevaba el andamiaje y la cimbra del arco que acabó viniéndose abajo arrastrando consigo al arco. Todos dieron por hecho que había sido producto de un rayo. Así el arzobispo Tenorio volvió a llamar al alarife para que reanudara los trabajos de reconstrucción que corrigió los errores que tuvo en el primer proyecto pudiendo así realizar la obra sin más contratiempos. Finaliza la leyenda con la confesión de la esposa arrepentida al arzobispo quién viendo en esto un acto de amor ordenó poner en la clave del arco la imagen de la protagonista.
Toda leyenda tiene algo de verdad, quizá ésta refleje los problemas que hubo durante la reconstrucción del arco, aunque el altorrelieve al que se hace referencia es la representación de San Martín y no de la esposa del alarife. (Imagen de portada)
Las obras de reparación fueron continuas a lo largo de la Edad Moderna, pero destacan especialmente las acometidas a finales del siglo XVII, con el derribo de las aduanas, la creación de los miradores-apartaderos y los motivos escultóricos e inscripciones de la torre de la ciudad.
En el siglo XVIII se lleva a cabo una profunda rehabilitación: llagueado de la fábrica, arreglo de pretiles, torres, suelo…
El mayor problema que ha tenido la construcción a lo largo de la historia, no ha sido su solidez imperturbable al trasiego de las potentes crecidas del Tajo, sino el mortero de cal de las juntas, que se van deteriorando con el paso del tiempo y su exposición a la intemperie y al agua, y el solado, deteriorado por el intenso tráfico que ha tenido que soportar hasta que el año 1976 en el que por fin se cierra al tráfico tras la inauguración del nuevo puente de la Cava.
En 1993 la Real Fundación de Toledo realiza el cambio de solado y la reparación de la antigua casa del alcaide sobre la puerta de la ciudad.
Por último en el año 2008, se lleva a cabo una actuación integral, en el que se incluye la restauración de la escultura sobre la clave del arco central, el levantamiento del mirador entre el arco central y el 4º arco que corría peligro de desprendimiento y el retacado de las juntas y la limpieza general de la fábrica.
La intervención arqueológica culminó en un profundo y exhaustivo estudio histórico cuyos resultados se pueden leer en el interesante libro escrito por Bienvenido Maquedano Carrasco “El puente de San Martín de Toledo” de la editorial Ledoira publicado en el año 2013.
Durante nuestros trabajos, entre otras actuaciones, se pudieron documentar una serie de signos grabados en sillares y dovelas del Puente de San Martín, conocidos como “marcas de cantero”.
En una enciclopedia del siglo XIX se describían éstas como un «conjunto de signos extraños, encontrados en casi todas las paredes de nuestras iglesias, catedrales y construcciones medievales, se suponen signos “mágicos”»
Es éste un tema sobre el que versan diversas y variadas opiniones, sobre su uso, su funcionalidad o su simbolismo.
Cada logia tenía una marca propia, distinta, para identificarse de las demás. Los hijos podían utilizar la marca del padre al pertenecer a su grupo, aunque cuando se independizaban se solía añadir alguna característica, un trazo adicional, y esa es la opinión más extendida para explicar por qué en una misma obra tenemos marcas muy semejantes pero no idénticas.
La mayor parte de ellas suelen ser dibujos muy esquemáticos y no aparecen en ningún lugar concreto de cada uno de los sillares.
Muchos estudiosos del tema clasifican las marcas en general según su función. Tendríamos así, las marcas de honor, que serían las más elaboradas, que son marcas de identidad, firmas del cantero y que se colocaban en lugares bien visibles; las marcas operativas o de obra, usadas para señalar el orden y la correcta ubicación de las piedras para que encajaran perfectamente durante el montaje; y las marcas de identidad, normalmente letras, monogramas o anagramas, del nombre del maestro o del oficial. A través de estas últimas se podría conocer la identidad de los canteros que deambulaban por la Geografía española.
En la actualidad la teoría más difundida es que estos signos lapidarios los marcaban los canteros en la piedra como una forma de controlar el trabajo y cobrar así el salario correspondiente aunque se admite que es probable que algunos grupos de marcas podrían tener otras funciones.
En los Libros de Obra y Fábrica aparecen en muchas ocasiones la firma autógrafa de los maestros de obra que han intervenido en la edificación.
Elena Isabel Sánchez Peláez, arqueóloga.
La autora mantiene una interesante actividad divulgativa en el Facebook de Novas arqueología
Fotografías de la autora. Ilustraciones de Mercedes Juan.