El paisaje y sus leyes [Diego Peris Sánchez]

Estrecho de las Hoces. Arroba de los Montes.

Durante mucho tiempo, el término paisaje ha tenido un significado meramente escenográfico, con referencia a sus valores estéticos. Un paisaje era una evocación pictórica que parecía pedir un marco, detrás de un paisaje había un cuadro o una postal.  Paisaje se utiliza en el sentido latino de locus amœnus, más que en el de prospectus. El paisaje en su visión pictórica ha estado vinculado a lo natural. En el paisaje, el pintor nos transmite su concepto de la naturaleza: la niega o afirma, la capta con fidelidad o la interpreta según su estado de ánimo. Y es también campo de experimentación pictórica en su afirmación como género autónomo.

Pero hemos avanzado en su conocimiento y entendimiento: Cualquier fragmento del territorio, natural o intervenido por los humanos, configura un paisaje, es decir un conjunto de referentes físicos y funcionales, susceptible de ser considerado como un fenómeno en sí mismo. El paisaje refleja la realidad ambiental de cada lugar, a la vez que compendia la historia del proceso antrópico que se haya podido desarrollar. Ya Gregotti planteaba el concepto de antropogeografía como estudio del ambiente modificado por el trabajo y la presencia del hombre[1]. Y aquí confluyen la arquitectura y la geografía con diferencias de escala y de sus características singulares, una de ellas como disciplina descriptiva y la otra proyectual.

Los trabajos realizados para el Atlas de los paisajes de España[2] y en Castilla-La Mancha el Atlas de los paisajes de CLM son trabajos importantes y necesarios, pero son sólo la base geográfica del paisaje[3].

Los paisajes construidos

Los paisajes actuales de los países industrializados son paisajes construidos. Las primeras trasformaciones se producen por la actividad agrícola y ganadera que introducen en el paisaje roturaciones, nivelaciones, bancales, cultivos, forestaciones, creación de pastos, etc. En este proceso de construcción del paisaje la influencia de los elementos edificados sean residenciales, equipamientos, agrupaciones urbanas o grandes infraestructuras de comunicación, energía… han tenido una influencia relevante. Esta construcción del paisaje es un elemento capital del concepto socio ecológico del mismo, aunque no nos debe hacer olvidar la gran trasformación que supone el proceso agrario y forestal probablemente más lento pero que ha marcado la imagen de determinados territorios[4].

Toledo.

El hombre interviene en el suelo y así se construye el paisaje que se reconoce entonces como lugar y hecho cultural. El paisaje es el resultado de la historia del lugar, el terreno, el clima, los hombres y la cultura. El valor del paisaje, incluso si está impregnado de un sentido simbólico o mágico, es debido a la intervención humanizadora. El paisaje es la suma de los elementos naturales y artificiales que subsisten en el territorio y varía con el tiempo en función del cambio que experimenta la suma de esos elementos naturales y artificiales. La arquitectura debe integrarse en el ambiente como uno de los elementos que lo componen. La arquitectura no se enfrenta a la naturaleza como una entidad independiente, sino que se incorpora a ella.

El paisaje y el hombre

La idea de “paisaje”, es humana en sí misma. El territorio entendido como espacio físico material se ve trasformado por la actividad del hombre y percibido desde la sensibilidad de este. El territorio es fuente de datos de todas las generaciones que lo han vivido y dejado su huella en él, actúa de alguna manera como espejo de lo sucedido, puesto que la relación mantenida en un sitio está inevitablemente ligada a ese lugar en el que el ser humano está enraizado. El paisaje se percibe como forma estética en la medida en que se convierte en mito y en la separación de partes de este que se instrumentalizan y se hacen reconocibles de forma cuasi objetual. Percibimos el paisaje de forma subjetiva “nuestra percepción de él está siempre construida históricamente y como tal geografía está continuamente replanteada a partir de nuestra experiencia cultural de usuarios”[5].

En muchos casos el paisaje visual, cultural o ecológico, queda en segundo, plano ante lo que podríamos llamar paisaje sentimental. La valoración de un territorio por parte de los residentes y personas que acuden al mismo se juzga en función de una determinada belleza. Además, la literatura nos recuerda que el paisaje es también memoria individual y colectiva. Los paisajes que amamos forman parte de nuestra experiencia personal, sus valores nos han sido transmitidos por la educación y la formación de la sensibilidad hacia la naturaleza y la cultura. La valoración del paisaje se sustenta en el sentimiento de permanencia de su propio entorno que conserva las tradiciones pasadas y aparece como referente que permanece en el tiempo[6].

El paisaje es además una expresión del territorio. Y también es una interpretación cultural de la configuración que adquieren los hechos geográficos dice Martínez de Pisón. El Consejo de Europa ha realizado una nueva Convención que ve en el paisaje[7] un concepto y un hecho de gran interés natural y social, un gran objetivo ecológico y cultural. La Convención reclama la atención para todos los paisajes, sean “espacios naturales, rurales, urbanos o periurbanos… concierne tanto a los que pueden ser considerados notables como a los paisajes cotidianos y a los paisajes degradados”, porque en todas partes “es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones”. El Convenio Europeo del paisaje por ello lo define como “cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”[8].

La ciudad, el yacimiento, los paisajes culturales.

Un caso singular de paisaje se presenta en la ciudad histórica que ha nacido ligada a un entorno natural especial por razones defensivas, de suministro de recursos o estéticas. Y por ello es necesario ampliar los horizontes y considerar a la ciudad en un entorno más amplio, levantar la vista para apreciar el paisaje de la ciudad[9]. Y ello nos debería llevar a reflexionar y a ampliar el concepto de entorno y establecer su protección jurídica.

Cuenca fue declarada paraje pintoresco en 1963 junto a las hoces del Huécar y el Júcar.

Esta valoración del entorno de lo urbano es un factor esencial en la valoración del paisaje construido. El jardín de la metrópolis como lo denomina Enric Batllé[10] es un espacio que requiere un estudio cuidadoso, una valoración y un proyecto. No solo en la ciudad histórica sino en todas las ciudades en las que la imagen de sus bordes, sus límites construidos, su relación con el entorno natural próximo, deben ser elementos para estudiar como paisaje urbano.

Las excavaciones arqueológicas en numerosos casos requieren también esta consideración de paisaje en una visión global que no limite el yacimiento a la superficie estrictamente excavada, sino entendida en su ambiente. Los paisajes culturales son una de las expresiones más importantes a estudiar, proteger y proyectar para el futuro.

Los espacios industriales y los agrícolas.

La trasformación del territorio desde la revolución industrial ha supuesto un cambio de su superficie de una envergadura que no conocíamos anteriormente. Explotaciones mineras, espacios de producción de energía desde hidroeléctricas con sus embalses asociados, a nucleares o solares y eólicas, ciudades industriales como Puertollano o grandes polígonos como el corredor del Henares. Las transformaciones de las grandes obras públicas modifican y crean nuevos paisajes.

Puertollano
El embalse de Contreras y el viaducto proyectado por Manterola excelente lección de diálogo de naturaleza e ingeniería.

En Castilla-La Mancha es esencial hablar de paisajes agrícolas. Solo el viñedo y el olivar ocupan el 10% de la superficie de nuestro territorio. Una realidad que junto a los paisajes naturales que tienen diferentes protecciones legales definen paisajes que caracterizan y cualifican el territorio de Castilla-La Mancha.

Viñedos de Hacienda la Princesa, junto a san Carlos del Valle.

El paisaje es una realidad amplia, compleja y abierta. El paisaje se ve, se entiende, se siente, se proyecta como visión de lo actual y como propuesta de futuro. Una ley del paisaje debe entender esta realidad estudiada en nuestro país por grupos como el Observatorio del Paisaje en Cataluña, el equipo de Javier Maderuelo catedrático de arquitectura del paisaje en Alcalá de Henares, Eduardo Martínez de Pisón que lleva defendiendo esta realidad hace décadas y dirige el Instituto del Paisaje de la Fundación Duques de Soria. o Florencio Zoido en el Instituto de Patrimonio Andaluz entre otros muchos.

La ley del paisaje debe ser una oportunidad para entender todos estos elementos, demostrar su conocimiento, establecer directrices de estudio, proyectos y perspectivas de futuro. Y todo ello desde una visión amplia del paisaje no limitada a la mera realidad geográfica sino a un conjunto de elementos que se relacionan y en su conjunción definen los paisajes de Castilla-La Mancha.

Diego Peris, doctor arquitecto.

El autor preside actualmente la Fundación Miguel Fisac


[1] GREGOTTI, Vittorio,1972: El territorio de la arquitectura. Barcelona, Gustavo Gili, 209 pp., p.69.

[2] MATA OLMO, Rafael y Concepción SANZ HERRAIZ, 2004, Atlas de los paisajes de España, Madrid, Ministerio de Medioambiente

[3] Atlas de los paisajes de CLM. Accesible en: https://www.castillalamancha.es/sites/default/files/documentos/pdf/20170330/atlas-clm.pdf

[4] MADERUELO, Javier, 2006: El paisaje: génesis de un concepto, Madrid, Abada.

[5] GREGOTTI, Vittorio,1972, p. 75.

[6] CERNUDA, Luis, 1958, Las ruinas, en La realidad y el deseo, ver en Poesía completa, Editorial Siruela, Madrid, págs. 323-326.;

[7] BERQUE. A. y otros, 1994, Cinq propositions pour une théorie du paysage, Champ Vallon, 123 pp.

[8] Convenio Europeo del paisaje. Florencia 20.X.2000.

[9] PERIS SÁNCHEZ, Diego, ALMARCHA NUÑEZ HERRADOR, Esther, DIEZ DE BALDEON, Paloma, SANCHEZ SANCHEZ, ISIDRO, Paisajes de los conjuntos históricos de CLM, Consejería de Fomento y CECLM.

[10] BATTLE, E. 2007, “Metrópoli”, en VVA, coord. COLLAFRANCESCHI, Daniela, Landscape + 100 palabras para habitarlo, Barcelona, Gustavo Gili, Colección Land&Scape.

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4 Comments

  • Luis

    Qué piensa el autor de la proliferación descontrolada de macroproyectos eólicos y fotovoltaicos que están destruyendo espacios de alto valor cultural y medioambiental? Gracias

    • DIEGO PERIS SANCHEZ

      Un buen ejemplo de cómo el paisaje debe superar la mera consideración geográfica. La convivencia de actuaciones de ingeniería, de edificación, de grandes infraestructuras energéticas requiere estudios detallados de su impacto en el entorno existente. Hay ejemplos de actuaciones cuidadas y estudiadas de calidad en esos proyectos y otros que demuestran la falta de atención al medio natural en el que se insertan.

  • Diego

    Con la invasión desordenada de macroinstalaciones de energía renovable estamos asistiendo a una reconversión encubierta del medio rural. Se está transformando el medio natural en una gran fábrica de electricidad expandida. Se están destruyendo los ecosistemas y la biodiversidad, sustituyendo las actividades de un modelo de vida, un patrimonio natural, las actividades agropecuarias y el turismo de naturaleza por una actividad industrial ajena al medio.
    El motivo por el que las empresas promotoras elijen estas ubicaciones, y no en el entorno de las grandes ciudades en las que se consume la energía, es el precio más barato del suelo y la escasa población, a menudo envejecida, a la que se espera convencer más fácilmente.
    Esto ha convertido al medio rural en una zona de sacrificio para impulsar el desarrollo de las grandes urbes. Es el caso de la Comunidad de Madrid, en la que no existe ni un solo parque eólico, siendo la segunda consumidora de electricidad después de Catalunya, a pesar de registrar buenos índices de viento en la sierra de Guadarrama.
    Y tanto o más grave que el impacto ambiental es el impacto social. La invasión de renovables en el medio rural viene de la mano de promesas de suculentos ingresos para ayuntamientos y particulares, a cambio de la destrucción del medio natural, que ha quebrado la convivencia pacífica entre vecinos, enfrentando a quienes están a favor y en contra de estas instalaciones.

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