Tavera; la cripta (y II). [José María Martínez Arias]

EMBLEMA XXI. De Secretis Natura. “Haz con el macho y la hembra un círculo, de ahí un cuadrado, de él un triángulo; haz luego un círculo y tendrás la piedra de los filósofos”.

La iglesia es un templo blanco, luminoso y proporcionado; en ella es bien conocida la destacada obra de Alonso de Berruguete: el sepulcro labrado en mármol del cardenal. La pieza se sitúa en el centro del crucero como no podría esperarse de otra manera. A los lados, sendos retablos proyectados por el Greco. Ante tanta exaltación de las formas y del color, cuesta imaginar lo que se encuentra bajo nuestros pies.


Descendemos por una escalera de piedra, dispuesta lateralmente a la nave de la iglesia; tras hacer varios recodos, finalmente encontramos un vaciado matérico que es pura geometría: una semiesfera, atravesada por dos semicilindros. La cripta centraliza el espacio mediante esta gran bóveda, ligeramente desplazada respecto al eje del crucero. Las dos bóvedas de cañón se cruzan en el eje central, remarcando la perfección de su trazado.

Nos encontramos en un espacio que resume el modelo básico del espacio renacentista en lo que arquitectura religiosa se refiere; donde se aúnan elementos geométricos básicos, con las necesidades propias de la liturgia cristiana. Conceptualmente, podríamos vincular esta obra de González de Lara con la florentina capella dei Pazzi, donde Brunelleschi emplea la cúpula semiesférica, manifestando ese interesante cruce de naves.

En el espacio funerario de la cripta de Tavera, interpretamos que su forma pretende representar algo más que su mayor o menor relación con la planta de la iglesia. Estamos hablando de la materialización en piedra de unos conceptos geométricos que en el siglo XVI tenían una importancia transcendental, ideas retroalimentadas por las corrientes herméticas que surgirán en las tierras cristianas durante esta época.

No olvidemos que nos encontramos en el sanctasanctórum de un edificio gestado por la máxima autoridad religiosa española del siglo XVI. Podríamos por tanto, vincular la forma esférica con El libro de los veinticuatro filósofos; obra medieval, cuyas escenas neoplatónicas pretendían construir una definición de Dios. La sentencia número II, señala:

“Dios es la esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y la circunferencia en ninguna”.

Desde la antigüedad, la planta circular ha tendido a imitar la inmensidad espacial del entorno visible, así como representación de lo divino y eterno. La planta pretende aquí integrar el resto de elementos entre sí a través de sus diagonales, para finalmente asociarlos con esta unidad. En lenguaje simbólico, el centro del círculo es un punto, pero este escapa a nuestro entendimiento ya que carece dimensión. Como ya se había adelantado anteriormente, se trata de un espacio metafísico en el sentido más literal del concepto. El punto simboliza la unidad y la totalidad, pues este lo contiene todo. Del punto surge la esfera, forma mediante la cual el punto nos es revelado.

El concepto de planta centralizada va a corresponderse con la construcción geométrica de las tres principales raíces de los números inconmensurables: √2, √3 y √5, construidas a partir de la circunferencia. Según la tradición hermética, el conocimiento de estas diagonales supone las tres vías para llegar a esta unidad universal.

No es de extrañar que el Renacimiento recuperase en su arquitectura la pureza de los sólidos platónicos, formas que no solamente pretendían ser un eco de las construcciones de la antigüedad clásica, sino que además representaban a esa visión trascendente del conocimiento contemporáneo.

El valor casi mágico de la esfera en intersección con el cilindro nos rememora a Arquímedes, quien determinó el volumen de la ésta a partir de la pieza cilíndrica en la cual se inscribe y como en la ley geométrica se cumple que la esfera equivale a 2/3 del volumen del cilindro. Precisamente en la tumba del sabio en Siracusa, se encuentra este símbolo.

Resulta ciertamente enigmático que en la cripta de Tavera, el volumen de la pieza esférica resulta ser el mismo que el de las piezas cilíndricas completas.

No sería posible hacer referencia a esta obra si no fuera por la perfección de su ejecución, las sucesivas hiladas de piedra son lo único que articula los paramentos curvos. La tradición medieval española gustaba de manifestar el acabado de la piedra sin revestir en los interiores, en eso diferimos de Italia, donde se aplicaban estucos y pinturas con mayor interés decorativo.

Precisamente por ese deseo de mostrar el material, podemos hoy considerar esta pieza como una obra maestra de la estereotomía moderna. La técnica, basada en la descripción geométrica, permite representar el proceso constructivo de las bóvedas.

Los primeros tratados de esta ciencia aparecieron precisamente en España y son contemporáneos con la construcción del propio hospital. Si durante la baja Edad Media, la labor de cantería radicaba en la correcta ejecución de sus dos componentes: nervaduras y plementería, será a partir del siglo XVI cuando la labor del arquitecto evoluciona hacia unas tareas más complejas.

La tratadística renacentista de cortes de piedra comienza a aplicar las recientes técnicas de perspectiva ya descubiertas por Brunelleschi con el fin de lograr a través del dibujo esa legittima costruzione con el fin de describir formas cónicas en diferentes planos.

Nuevamente el tratado de Serlio fue interpretado por los maestros españoles con este fin, pero sin duda la obra más sobresaliente en esta materia, va a ser el manuscrito de Alonso de Vandelvira.

El hijo del maestro de Alcaraz debió aprender las técnicas de su padre Andrés de Vandelvira, quien fue autor de tantas bellas obras del Renacimiento andaluz. Su obra nos da constancia de la verdadera dificultad proyectual que suponía la descripción de las piezas que componen la bóveda baída.

En la cripta de Tavera, las hiladas horizontales giran en torno al eje vertical, situado en el centro de la circunferencia. La gran complejidad de esta montea, radica en la traza de los sillares que componen las pechinas, especialmente en las esquinas. Es aquí donde el cambio de plano compone a la vez la cúpula y el arranque las cuatro bóvedas de cañón.

Quizás por esa ambivalencia a medio camino entre el misticismo hermético y el alarde tecnológico, nuestra cripta toledana goce de una acústica indescriptible, solo capaz de ser experimentada in situ. La reverberación del sonido aporta la cuarta dimensión al espacio arquitectónico. Nuevamente podemos afirmar que todo surge a partir del centro geométrico, el punto: el vacío y el lleno, la infinidad espacial del círculo y finalmente el sonido, que pone en acuerdo la arquitectura con el espacio y el tiempo.

Cripta de Hospital Tavera hacia 1947. Revista Arte Hogar*

José María Martínez Arias, estudiante de arquitectura de la eaT.


* Fotografía de la cripta incluida en un artículo de “Toledo Olvidado“.

PRIMER artículo sobre el edificio: Tavera; la obra y su artífice (I)

ARCHIVOS: Se incluyen los planos a mayor resolución (6,44 MG), que se pueden ver en el visor o descargar en pdf.

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