Anglet, Aquitania. Gendarmería situada en el área urbana de Bayona. Un comando extraoficial de la guardia civil entra durante la noche en la gendarmería, donde se han depositado unos misiles incautados por la policía francesa a ETA.
Hendaya, al otro lado del rio Bidasoa, que separa a Francia de España. En el número 26 de la rue de Behovie, en una avenida abierta de casas baja y naves industriales, se encuentra la Cooperativa Sokoa, dedicada a la fabricación de planchas y montajes de formica.
Madrid, Ministerio del Interior. Ha llegado información al Ministerio de que ETA prepara atentar con misiles tierra-aire contra el avión que desplaza a las autoridades políticas y administrativas al País Vasco a entierros y funerales de policías y guardia civiles asesinados por ETA. Sería un golpe tan espectacular que doblegaría al Estado español.
Con tales ingredientes Rafael Vera, que fuera Secretario de Estado del Ministerio del Interior, ha escrito lo que los americanos denominan “True crimen story”, para diferenciarlo de lo que conocemos por aquí como novela negra. Un “thriller” de acción en el que, una vez más, la realidad supera a la ficción. La novela es la crónica de unos hechos reales sobre una de las varias operaciones de la policial española que descubriría el zulo más importante de ETA. La novela de Rafael Vera se titula “Sokoa”. Ha sido editada por ediciones Akal en el año 2016 y presentada en Madrid a principios del verano. No ha tenido una gran difusión. Tal vez por carencias del distribuidor o tal vez porque en tiempos en qué se cuestiona la Transición el terror deba ser olvidado, atribuyendo al olvido propiedades terapéuticas que tal vez no posee.
La actividad que ETA había desarrollado durante la dictadura se mantuvo a pesar de que en octubre de 1975, recién estrenada la democracia, el Congreso de los Diputados promulgó una Amnistía General. Todos los partidos la aprobaron. Probablemente tenían la convicción de que la medida de la nueva democracia pondría fin a cualquier actividad de extorsión y muerte. Quienes habían participado en aquellos hechos de terror contra la dictadura volverían a casa como el hijo pródigo tras duras penalidades. Solo que, en lugar de volver a casa, muchos pasaron a Francia como héroes de una guerra no declarada contra España. Allí establecerían sus cuarteles de actuación en plena democracia, lejos de la policía española y ante la indiferencia de las autoridades francesas. ETA incrementaría sus atentados. Un año después de la amnistía asesinaron a 68 personas; en 1979, fueron 80 y en 1980, las víctimas sumaron 98.
Se cuenta en la novela cómo, con la ayuda del Mosad, la CIA, la policía y jueces franceses –Francia había cambiado sus estrategia de indiferencia-, la policía y guardia civil españolas diseñaron un plan –caballo de Toya- para adentrase en las entrañas de ETA. Se trataría de proporcionar a ETA los misiles que buscaba, aunque manipulados y desactivados, para seguir su trayectoria en el transporte y su posterior almacenamiento hasta que fueran usados. El material llegaría a ETA a través de traficantes de Marsella. Se contaba con la hipótesis de que ETA guardaría aquella mercancía preciosa en el lugar más seguro que dispusiera. Los misiles, robados alterados por el comando que se introdujo subrepticiamente en la gendarmería de Anglet, terminarían conduciendo a la cooperativa Sokoa.
Localizada la cooperativa como el lugar donde se escondían los misiles, la operación de registro se ejecutó por los responsables de la gendarmería francesa. Y a punto estuvo de fracasar. Tras varias horas de búsqueda minuciosa no se encontró nada. Todo apuntaba a un fallo de efectos incalculable en la colaboración hispano-francesa contra el terrorismo. Pero los agentes españoles, que habían asistido al registro como testigos mudos, pidieron intentarlo ellos. Tenían la convicción, que reforzaba desde un helicóptero San Shephard, un agente colaborador de la CIA, de que los misiles se localizaban allí. Y allí, por fin, se encontraron. Y mucho más. Un alijo de información y armas que permitiría desarticular varios de los mortíferos comandos que actuaban en distintas capitales de España. También numerosa información de ingresos y gastos, una relación detallada de “donantes” del impuesto revolucionario y algunas referencias a obras de zulos en otros lugares de Francia. Los hechos que narra Rafael Vera sucedieron a partir de 1986.
España 2016. Meses siguientes a la publicación de la novela. Oficiosamente no se sabe sí existe o no ETA. En octubre de 2011 ETA anunció el cese de la violencia. En el Parlamento de la Nación, cinco años después de aquel anuncio, ha sido imposible aprobar una resolución de recuerdo y apoyo a todas las víctimas de los años de plomo y terror. En un Informe, titulado “Paz y Convivencia”, de noviembre de 2016, un 85 % de los encuestados en el País Vasco se manifiesta de acuerdo en que no haya ni vencedores ni vencidos. Los acontecimientos narrados por Rafael Vera en forma de novela se desconocen. Y, como sucede con gran parte de la Historia reciente, los españoles como nuevos Adanes buscando paraísos imposibles.
Jesús Fuentes Lázaro