1 TIPISMO COMO ESTILO
Las cuestiones estilísticas puestas en juego por Regiones Devastadas, han sido ya tratadas en parte en el referido trabajo. De tal suerte, que parece evidente que una de las primeras preocupaciones de los arquitectos colaboradores de Regiones Devastadas, tuvieran que ver con una posible alternativa estilística que oponer a la inmediata Arquitectura derrotada. Alternativa expresada por Cárdenas como: “fijada la capacidad de los pueblos y su emplazamiento, viene el estudio de la ordenación; estudio de ordenación en el que hay que prescindir por completo de todas las normas que nos vengan de más allá de nuestras fronteras. La reconstrucción de nuestros pueblos hemos de basarla únicamente en los trazados genuinamente españoles”[1].
Lo genuino estilístico pues, como prolongación de la Autarquía Política; ya que de forma obvia se había expresado en las páginas de la revista ‘Reconstrucción’ que “cada generación ha escrito su propio pensamiento sobre la piedra”[2]. También en palabras de Núñez Mayo:”La arquitectura es una de las ventanas por donde podemos asomarnos a la intrahistoria”[3]. Es decir la Arquitectura y sus lenguajes como expresión de un tiempo entero y de sus pensamientos todos; pero no de un ‘Zeitgeist’ cualquiera de la modernidad, sino de un tiempo inmemorial que se quiere eterno y que se siente amenazado por el maquinismo rampante, pese al desapego industrializador de la España de los cuarenta.
Pero no sólo los argumentos sobre las Ordenaciones genuinas y tradicionales, también los deseos de los Lenguajes Nacionales que oponer a lo foráneo; en esa visión política de la Arquitectura y de su instrumentalización práctica. De un estilo y su problema, interrogado tempranamente por Manuel Brunet, como problema político: “Si la Arquitectura es un fenómeno político, hay que volver a la arquitectura política…Hay que acabar con la confusión creada por el capitalismo, el industrialismo y la burguesía”[4]. Reflejando con claridad, una abierta oposición a esos ‘ismos’ que se quiere denostar desde una proclamada Revolución Nacionalista; y haciendo evidente la anti-modernidad de sus posiciones. Como expresa, a la perfección la posición de Luís Moya: “Con la ideología latente en este libro ocurre lo mismo, pues aquella no es más que una mezcla de ideas del siglo XIX servida al gusto de las masas de hoy: democracia a lo popular, igualitarismo, colectivismo, amor panteísta a la Naturaleza, marxismo al uso de la burguesía radical-socialista, concepto materialista de la Historia, pacifismo, deportivismo, sentimentalismo, culto a la evolución, al progreso, a la ciencia, a la técnica, a la libertad, etc.”[5].
Dejando en evidencia que los problemas estilísticos, que ya se querían políticos, no eran más que el ropaje externo de otros planteamientos solapados que se posponían y se aplazaban. Cuestiones aplazadas, relativas a la técnica, a la economía, a la construcción, a la planificación, a la lógica del alojamiento, a la serialidad de los procedimientos industriales, a la salubridad urbana o a la nueva materialidad edilicia. Pero pese a ello, se seguía insistiendo en la idoneidad de la búsqueda de imágenes genuinas y en la calidad formal de los resultados visuales. Como ejemplifica el citado trabajo de Núñez Mayo, preocupado por barruntar un posible ‘estilo nacional’, asentado en cuestiones genuinas o castizas[6]; aunque advierta de las dificultades por idear una arquitectura genuinamente española. “Proponer hacer arquitectura española como posición previa, es algo así como partir para la guerra de los Treinta Años en pleno siglo de la bomba atómica”[7].
Incluso, cuando se produjo el relevo de Moreno Torres al frente de la Dirección General de Regiones Devastadas, se fijaba como logro obtenido, por parte del recién nombrado alcalde de Madrid, no las realizaciones globales en su número y gasto verificado; sino la retórica del lenguaje propalado. Y por ello, se puede afirmar de Moreno Torres, que: “supo crear un estilo de Regiones Devastadas, –estilo que no es otra cosa que la expresión estética de un modo de pensar–, y para lograrlo tuvo que recoger el sentir del pueblo español en la hora presente, y plasmarlo en un tipo de arquitecturas que perdurarán a través del tiempo y de la historia”[8]. Arquitectura pues, como expresión de un pensamiento político eterno y de una acción económica, que se quiere oponer a otros lenguajes denostados por los ‘ismos decadentes’; aunque exista una coincidencia fatal y oculta en otros propósitos.
“Es difícil, hablando de la arquitectura de este organismo no intentar el tópico de un estilo español en contraposición al Internacional Style, como una respuesta española al entendimiento que tenía el Movimiento Moderno”[9]. Estilo español, que es objeto de reflexiones diversas y de acercamientos coincidentes: ¿qué construir y cómo hacerlo? sería parte de la cuestión a resolver; aún antes que abordar los problemas de la economía y de las cuestiones de la tecnología. Existe, por otra parte, una panorámica elaborada por Luís Moya que sitúa algunos hitos reflexivos relevantes en este recorrido: “Se plantea el problema de fondo de reanudar una tradición rota…Incorporada en la corriente tradicional por Herrera la manera oriental –como una nueva vida de lo hispanoárabe más que como una importación-, la italiana del momento más severo, y hasta el modo flamenco en algunos aspectos, adquiere aquella arquitectura medios riquísimos para satisfacer toda clase de programas que pueda requerir un gran Imperio…”[10]. También, y desde otro punto de vista, el balance descriptivo de Núñez Mayo: “En definitiva, que si es difícil concretar lo genuino nacional con un carácter normativo para la arquitectura moderna española, sí hemos podido definir un buen conjunto de notas esenciales”[11]. Notas esenciales y caracteres morfológicos, que reelaborados desde la lógica instrumental de los invariantes castizos de Fernando Chueca, componen un posible catálogo operativo que se señala. Así: “el predominio de la línea larga sobre la vertical, el empaque de las fachadas, la falta de énfasis, el relieve de la portada principal y la preferencia en el uso de materiales al descubierto”[12]. Aunque tal codificación formal anclada en valores históricos del pasado, no le impida reconocer el peso imparable de la técnica en las transformaciones en curso.
Reanudación del cauce tradicional de una estilística que se quiere eterna y duradera, y que se opone a la prisa refulgente del momento; tal y como expresara Rodríguez Rivas: “Don Eugenio D´Ors diría de nuestro tiempo: el mundo moderno está corrompido por la prisa”[13]. Modernidad fatal, velocidad creciente, abstracción formal y serialidad maquinista, como nuevos jinetes de un Apocalipsis presentida, a la que hay que combatir y exterminar. Tal y como expresara el arquitecto portugués Gonçalves de Oliveira, en su trabajo ‘Arquitectura, paisaje y ambiente’[14]. Donde llega a establecer los nudos centrales compositivos de la mano de los programas funcionales prototípicos y no menos eternos. “Para que así suceda tenemos que estimarla [ a la Arquitectura] y, ante todo, dignificarla en lo específico de su grandeza: masa, proporción, ritmo, ambiente y paisaje; cinco lemas que el arquitecto debe meditar siempre y referir respectivamente a las cinco clases de arquitectura que pueden darse según la división de Ruskin: religiosa, conmemorativa, civil, militar y doméstica”[15]. Tales logros del ‘lenguaje eterno’ se hallan amenazados por la presión creciente del industrialismo, nuevamente denostado. Así, llega a afirmar: “En la actualidad, la arquitectura corre un peligro enorme con las obstinadas conquistas del ingenio industrial, que, merced a los grandes progresos técnicos, la induce a standarizarse [sic] de manera tan alarmante, que si los arquitectos no la salvan con mucho amor propio, sucumbirá víctima del progreso de esa técnica avasalladora, que no solo hace perder a los hombres el sentido y la medida más sublime de lo humano, sino que también los materializa en el sueño engañoso de los progresos de una fatal civilización”. Una estandarización y una normalización constructiva que dicta la transformación técnica y que es vista por Víctor de la Serna, como vía de deshumanización creciente. “La deshumanización de la arquitectura ha creado principalmente la monotonía”[16]. Una monotonía que se identifica con los lenguajes modernos, preñados de técnica, recorridos por la repetición y ahítos de funcionalismo. Pero una normalización, que se obvia cuando se quiere operar en sentido inverso.
Resulta por ello, revelador que la publicación en 1946 de los ‘Detalles arquitectónicos’ por parte de la DGRD fuera presentada no como un bello catálogo de láminas y bocetos, sino como “una exigencia más perentoria y de trascendencia evidente [ya que] aspira a realizar ese género de salvación que significa para lo arquitectónico la constancia de conjuntos o pormenores en testimonios gráficos”[17]. Y es, esa tarea de salvación gráfica que se ha prodigado en todos los números de la publicación con una rara continuidad, la que se llega a vincular con el propio cometido de la DGRD: una salvación del legado histórico, y una pauta de actuación actual. “En vista de que las destrucciones acaecidas en la pasada guerra implicaban la desaparición irremediable de pormenores arquitectónicos o de manifestaciones muy sugestivas de una menestralía artesana que va siendo inexorablemente desplazada por la producción industrial en serie, Regiones Devastadas acude solícita a salvar de este material la esencia arquitectónica de lo más relevante de tanta entre tanta sugestiva manifestación de arte popular condenada a perecer entre escombros”. Es decir, existe una coincidencia entre los escombros de la guerra y los otros escombros virtuales, producidos por la extinción que dicta la producción industrial.
Una desaparición de los oficios tradicionales y de los viejos estilos que era anotada, años más tarde, aunque con carácter retrospectivo, por Albert Speer desde su prisión de Spandau. “Otra cosa es lo que presuntamente acaba con ése y con todos los estilos transmitidos por la tradición: está agonizando la proverbial artesanía, en la que se basan todas las formas del pasado. Ya no hay picapedreros para labrar la piedra y hacer molduras; pronto no quedarán carpinteros capaces de montar una escalinata, ni estuquistas que sepan como elaborar un artesonado. Y si dentro de cien años hubiera un Palladio, un Schlueter y un Schinkel…deberían manipular acero, cemento y cristal”[18]. Desaparición dictada por la nueva materialidad y por la irrupción de la técnica moderna, que plantea problemas nuevos y soluciones diversas. Aunque la defensa esgrimida por la DGRD, se limite a una reivindicación estilística de los lenguajes del pasado, sin entender los procesos materiales en curso. Extinción la anotada como ineludible e imparable, que se contrarresta con “este fin utilitario, catalográfico” que dicta la publicación de la serie de detalles, que permitirá la perduración de sus elementos, tanto como la voluntad para erigirse en modelos de prestigio. Modelos que, no siendo todos ellos enteramente populares y artesanos, componen todo un imaginario visual de retóricas lingüísticas a desplegar y a punto de desaparecer. Componen, en suma, una suerte de vademécum ideal donde obtener todas las respuestas formales a los problemas planteados. Compone, finalmente, una suerte de prescripción normalizada de soluciones.
Esa pretensión consiguiente de una codificación estilística nacional, pero no por ello menos estandarizada, es visible en trabajos como los de Diego de Reina[19], Camón Aznar[20], Miguel Fisac[21] y Bermúdez de Castro[22]. La recensión del trabajo de De Reina en la revista Reconstrucción[23] daba pie para afirmaciones como la siguiente: “Sirve de fundamento al ensayo el hecho cierto de que la actividad expansiva, económica o espiritual, que caracteriza a los sistemas llamados imperialistas, arrastra forzosamente unas consecuencias que se reflejan en el arte, y especialmente en la arquitectura monumental que el más digno remate de toda obra de conquista”[24]. Es decir que toda obra de conquista del totalitarismo acarrea su consecuente carga de arquitectura propia totalitaria: ya el Heimtastil nacionalsocialista, ya la Architettura Imperiale fascista, ya el Estilo Imperial español. Frente a la rotundidad de De Reina, Camón y Fisac reflexionan sobre la idoneidad de ciertas premisas estilísticas aplicables a la Arquitectura del momento presente (“¿Cuál es la modalidad estilística con que nuestros mejores arquitectos afrontan el problema de dar unas características nacionales compatibles al mismo tiempo con la modernidad en técnica y adorno a la arquitectura de hoy?”[25]). Por su parte, el director del Museo del Ejército, general Bermúdez de Castro, produce una descalificación sistemática de la Arquitectura Moderna al igual que ya lo hiciera Luís Moya (“la época de ahora pasará a la historia como la más fea e incómoda”), y una glorificación del territorio lingüístico de Regiones. “Yo admiro y reverencio las obras de la Dirección de Regiones Devastadas, cuya enorme labor, bellísima, tiene una significación patriótica, artística y social, digna de la gratitud de España entera. Gratitud porque las realizaciones tienen un sello castellano o andaluz, vasco o catalán, gallego o valenciano. Igual sucede con la reedificación de monumentos destruidos: se ha respetado la traza. En la inmensa reconstrucción de España no se ha perpetrado la más insignificante falta de respeto a la sacrosanta tradición española”[26].
Así se deduce, por otra parte, con lo expuesto en ‘Reconstrucción’, en el número monográfico dedicado a Brunete: “Su arquitectura- que no responde a un estilo determinado, sino que es producto de la inspiración en los elementos tradicionales de la región- resucita con pleno éxito un tipo arquitectónico eminentemente español, aboliendo los tipos agrios de la mal llamada arquitectura racionalista o funcional, y dando lugar a la formación de un conjunto de soluciones que ya comúnmente se designa con el nombre de estilo de Regiones Devastadas”[27]. Entre el respeto a la sacrosanta tradición y la amalgama de ese regionalismo entrevisto, se codifica una estilística que se quiere visualizar como propia. Tanto que se habla ya en 1947 del estilo Regiones Devastadas[28] como un estilema propio y reconocible. Incluso veinte años más tarde en el II Congreso de Arquitectura Típica Regional se podía identificar ese universo formal con un periodo de tiempo determinado.
José Rivero Serrano, arquitecto
[1] DE CÁRDENAS G. “La Reconstrucción Nacional vista desde la Dirección General de Regiones Devastadas”. Segunda Asamblea Nacional de Arquitectura. Dirección General de Arquitectura, Madrid, 1941. Página 151.
[2] MOUSSET A. La reconstrucción de edificios religiosos en Francia. “Reconstrucción”, nº 65, VIII-IX, 1946. Página 260.
[3] NÚÑEZ MAYO O. Arquitectura moderna. “Temas españoles” nº 371. Publicaciones españolas, Madrid, 1958. Pagina 4.
[4] BRUNET M. Arquitectura política. “Destino” 14 noviembre 1942. Cit. PORCEL A. (Editor). La crónica de Destino. 1937-1956. Destino, Barcelona, 2003. Página 249.
[5] MOYA L. (1958). Sesión de Crítica de Arquitectura: Le Corbusier. “Revista Nacional de Arquitectura”, nº 199, julio 1958, pp.29-38.
[6] Núñez Mayo, opta por la relectura de los ‘Invariantes castizos españoles’ de Chueca como elemento nuclear de esa hipotética definición de un estilo nacional. NÚÑEZ MAYO O. Op. Cit. Páginas 3-5.
[7] NÚÑEZ MAYO O. Op. Cit. Página 17.
[8] S/A. Moreno Torres. “Reconstrucción”, nº 61, III, 1946. Página 87.
[9] BLANCO M. La arquitectura de Regiones devastadas, “A&V” nº 3, Monográfico de Regionalismo, 1965. Página 40.
UREÑA G. Arquitectura y urbanística civil y militar en el periodo de la Autarquía (1939-1945). Madrid, Itsmo, 1979. Páginas 40-42.
[10] MOYA L. Orientaciones de arquitectura en Madrid. “Reconstrucción”, nº 7, diciembre 1940. Cit. MOLEÓN P. Arquitectura de Estado en los treinta y cuarenta. En Arquitectura del siglo XX: España. Tanais, Madrid 2000. Páginas 120-130.
[11] NÚÑEZ MAYO O. Op. Cit. Página 18.
[12] Ibídem. Página 18.
[13] RODRÍGUEZ RIVAS M. Arte romántico, arte de detalle. “Reconstrucción”, nº 65, VIII-IX, 1946. Página 265.
[14] GONÇALVES DE OLIVEIRA M. Arquitectura, paisaje y ambiente. “Reconstrucción”, nº 62, IV, 1946. Páginas 149-150.
[15] Ídem. Página 149.
[16] Cit. NÚÑEZ MAYO O. Op. Cit. Página 12.
[17] JÍMENEZ PLACER F. Libros de arte y arquitectura. “Reconstrucción”, nº 66, X, 1946. Páginas 311-314.
[18] SPEER A. Diario de Spandau. Plaza Janés,, Barcelona, 1976. Páginas 224 y 225.
[19] DE REINA D. Ensayo sobre las directrices arquitectónicas de un estilo imperial. Madrid, 1944.
[20] CAMÓN AZNAR J. Un posible estilo nacional en arquitectura. “Cortijos y Rascacielos”, nº 44, noviembre-diciembre 1947. Página 1.
[21] FISAC M. Lo clásico y lo español. “Revista Nacional de Arquitectura”, n º 78, 1948. Páginas 197-198.
[22] BERMÚDEZ DE CASTRO L. El estilo es el hombre. La arquitectura es el país. “Reconstrucción”, nº 3, XI, 1940. Páginas 355-362.
[23] S/A. Nota bibliográfica. “Reconstrucción”, nº 46, octubre 1944. Página 300.
[24] Ibídem.
[25] CAMÓN AZNAR J. Hacia una arquitectura nacional. “ABC”, 20 septiembre 1947. Página 3.
[26] BERMÚDEZ DE CASTRO L. El estilo es el hombre. La arquitectura es el país. Art. Cit. Página 362.
[27] S/A. Brunete. “Reconstrucción”, nº 67, XI, 1946. Página 365.
[28] GRAMBRINUS. Hegemonía del pacato y otras notas. “Alférez”, nº 8, septiembre de 1947. Página 2.
Perspicaz análisis de estilo nacional o del estilo Regiones Devastadas, amigo Rivero, interesante mirada a la oscura decada de los cuarenta, brillante la mirada diagonal que se percibe en “las tesis ocultas” de este lenguaje de postguerra, expresión política que debía enfrentarse a la nueva Europa de los ganadores. Muy acertado elegir el vademecum de detalles arquitectónicos, como catálogo de elementos a salvar del olvido frente a la industria y materiales moderno. No creo que se enfrentaran a la industria y eligieran la artesania, simplemente es que no tenían industria….
Gracias Pepe por tu tiempo y la extracción de estos olvidos