¿Y ahora?: ¿Conservar?, ¿Recuperar?… ¿DESTRUIR?
El reciente descubrimiento de parte de la estructura del anfiteatro de Toledo en la calle Honda del Barrio de las Covachuelas ha parecido sorprender a propios y extraños en la ciudad del Tajo. El espacio fue descrito por todos los historiadores de los ss. XVI/XVII, ya que sus restos eran aún visibles. Su memoria nunca se perdió siendo recogido por Amador de los Ríos en varios de sus trabajos. En pleno siglo XX, Alfonso Rey Pastor cartografió algunas de las estructuras, que fueron dinamitadas en 1906. El topónimo de Las Covachuelas es bastante explícito de la existencia del edificio romano. Sin embargo, su existencia nunca planteó la necesidad de conservación/recuperación del espacio, lo que no es extraño en una ciudad que ha sido incapaz de gestionar la presencia de uno de los circos más importantes de la Hispania romana.
La inacción del Municipio de Toledo y de la Junta de Comunidades para la conservación del Patrimonio Cultural de la ciudad y de sus Paisajes Culturales es manifiesta. No existe ningún plan de conservación, la propia Carta Arqueológica es documento anticuado e ineficaz. Todo ello se constata en la inexistencia de unos Servicios de Arqueología municipales que sí existen en muchas ciudades históricas de España -Tarragona, Zaragoza, Valencia, Mérida…-. De la Hispania romana nos han llegado otros siete anfiteatros: Carmona, Itálica, Córdoba en Andalucía; Segóbriga en nuestra región; Mérida en Extremadura y Tarragona en Cataluña. De todos, el que presenta una problemática similar al de Toledo es el de Córdoba, que se localizó en el 2002, y está inserto en la trama urbana de la ciudad. Hasta la fecha se ha excavado sólo una pequeña parte.
Resulta innegable la necesidad de CONSERVAR los restos descubiertos y garantizar la conservación del edificio en el futuro. Más compleja parece la RECUPERACIÓN de su planta, como se ha realizado en otros edificios de espectáculos en Hispania, como los teatros de Zaragoza, Cartagena, Cádiz…Tampoco debemos de olvidar el coste humano que supone la expropiación, que aunque sea recompensada con largueza, no cubre los costes emocionales de los deshauciados.
Su DESTRUCCIÓN por inacción parece su destino más probable y la tónica habitual de los restos arqueológicos de la ciudad, que no ha sido capaz de generar un espacio público arqueológico desde hace años -No cuento los espacios privados recuperados o ajenos a la ciudad p.e. Museo del Ejército-. En este sentido, creo que la decisión de su RECUPERACIÓN debería sopesarse ya que para la creación y mantenimiento de espacios insostenibles como los Parques Arqueológicos se vincula a la miseria al resto de los espacios regionales, que no cuentan con ningún tipo de ayuda. La decisión que finalmente se tome debería ser objeto de un profundo debate por parte de todos los colectivos implicados en la conservación de nuestro patrimonio y no generar nuevos espacios INSOSTENIBLES que se sumen a los que tenemos y que sumen en la miseria al resto de yacimientos regionales.
La presencia de los edificios de espectáculos del Toledo romano llegó a la Edad Moderna de la ciudad, todavía conservamos uno de ellos, el circo. Como visigotista, no comparto en absoluto la traslación tópica que hacen algunos colegas de pensar en el Toledo visigodo como una nueva Constantinopla con un hipódromo en pleno funcionamiento. Es evidente que ya estaba amortizado y nunca se usó en las ceremonias militares godas, que tenían como escenario el Puente de Alcántara. Sin embargo, los edificios de espectáculos estaban allí, y la entrada a la ciudad se hacía entre el teatro y el anfiteatro para subir al espacio pretoriense situado en la zona del actual alcázar. La basílica de Santa Leocadia se colocó al final del circo, continuando con la tradición funeraria del espacio.
El historiador romano Caio Plinio en su Historia Natural, en la descripción que realiza de la Hispania Citerior, “…caputque Celtiberiae Segobrigenses, Carpetaniae Toletani Tago flumini impositi (Plinio, NH, III, 25)”, sin entrar en la interpretación estricta de la cita a nivel administrativo, elige dos ciudades, Segóbriga y Toledo, una en Celtibería y otra en Carpetania. Se trata de dos urbes con una topografía similar en alto, rodeadas por un río -Cigüela y Tajo- y lo que es importante, sus espacios de espectáculos situados a la entrada de la urbe, el teatro y el anfiteatro. De ahí su uso en la descripción, la pérdida de estos espacios y paisajes nos lleva a la incomprensión de las ciudades que habitamos, que pierden su sentido de urbe histórica habitada y se convierten en meros decorados como los cercanos del Puy du Fou, mero atrezzo carente de valor y con ello, también los ciudadanos que la habitamos, ya sólo meros maniquíes, sin palabra y opinión.
Dr. Jorge Morín de Pablos