Museo del COVID
Siempre se ha dicho que los españoles somos “la mar de ingeniosos” y que por eso El Quijote salió de la cabeza de Cervantes y no de Shakespeare (por ejemplo).
También somos muy dados (como Sancho) a la chanza y a la risa fácil, sobre todo de las desgracias ajenas (o incluso propias).
Este paréntesis en nuestra vida social, en forma de arresto domiciliario, está dando para mucho. Quevedo se pondría las botas.
En él convergen los tres pilares fundamentales en los que se apoya “la gracia”:
a) Situación imprevista, no deseada
b) Tiempo de observación
c) Facilidad de transmisión
Cualquier persona o animal (que los hay) tiene en su poder algún aparato electrónico capaz de emitir y recibir fotos, mensajes, audios, vídeos….. e incluso llamadas múltiples. (Que eso sí que da risa).
Cualquier persona o animal (que los hay) hemos recibido estos días miles de contenidos divertidos (unos más que otros) relacionados con el COVID-19.
Pero la memoria es limitada. La nuestra y la de los grandes aparatos digitales.
Dentro de muy poco tiempo, volveremos a recibir los chistes corrientes de Lepe; las ocurrencias de los de Tomelloso o las exageraciones de los vascos. La “actualidad” nos hará olvidar el COVID-19
¡Será una pena!
Al COVID (que tiene más nombre de mascota de los Juegos Olímpicos que de germen nocivo) no hay que perderle de vista. ¡Jamás!
Desde este humilde blog, propongo crear el Museo Internacional del COVID. Exponer en él todas las obras maestras que estos días estamos recibiendo: el niño queriendo escapar, los sanitarios aplaudiendo cuando dan un alta, el perro que está harto de pasear, la policía felicitando cumpleaños a golpe de sirena, la cajera del súper con mampara y mascarilla, la procesión de la Rumba, los hospitales de campaña……
Cuando nuestros nietos sean padres, llevarían a sus hijos al Museo del COVID. Les contarían la tragedia que vivieron de niños. Recordarían lo que es vivir una primavera encerrado en casa; y los tantos mil muertos y tantos mil enfermos contagiados por la pandemia de los años 20.
Pero nadie les creerá; porque en el futuro, también ellos, se creerán invencibles.
Objetivo del día: Seguir escribiendo este diario para regalárselo a mis nietos cuando cumplan los 18. (Por si no hacen el museo)
Y mañana será otro día.
Quique J. Silva