El chico (de los recados)
Extrañamente, desde que empezó este encierro, mi hijo suele ofrecerse voluntariamente para bajar la basura al contenedor de la “urba”.
Hasta hoy lo habíamos achacado, lógicamente, a la sensibilidad colaborativa en estos días tan extraños para todos.
El chaval, solo se despega de los libros analógicos y digitales para alimentarse, mantenerse en forma, pasar un rato (pequeño) con nosotros y otro (más largo) llevando la basura.
Con el paso de los días, uno termina por mosquearse de tanto espíritu de voluntariado: la basura, el pan, tabaco… cualquier razón (o excusa) es buena para ejercer de “chico de los recados”.
El otro día me paré frente a él. Mirándole a los ojos pregunté: ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi hijo?
Me miró -con cara de “esto del encierro te está afectando”- y siguió hacia su cuarto.
Sin el más mínimo respeto a la intimidad, esa misma tarde le seguí.
Se cruzó en el rellano con una chica; yo después.
La saludó de lejos; yo también.
Salieron a la calle; yo no.
Volvieron separados con pan y tabaco; mirándose embobados a un metro y medio uno del otro.
Y yo, vigilando desde la ventana, muerto de vergüenza por mi comportamiento.
¿Voluntario? ¡Y una mierda! ¡El niño se ha enamorao¡
Objetivo del día: Si cuaja, ser el padrino y pedirles perdón.
Y mañana será otro día.
Quique J. Silva