SESIÓN CONTINUA
Tras nuestra ausencia volvemos con las pilas cargadas y la energía suficiente como para abordar una de las épocas más creativas e interesantes de la Historia del cine, el cine alemán desde la Primera Guerra Mundial hasta la ascensión de Hitler en 1933, dejando el cine nazi para un futuro bloque de cine propagandístico.
Lo primero que vamos a dejar claro es que no se trata de Expresionismo alemán. Murnau no tiene nada de expresionista. Fritz Lang tiene algún detalle en alguna película. De lo que conservamos de Wegener, tan solo una silla y una escalera del decorado son algo expresionistas. Pabst elude todo expresionismo. Si Ernst Lubitsch es recordado como director de cine americano aunque fuera alemán, es porque tampoco hacía cine expresionista. El expresionismo cinematográfico fue un movimiento muy en boga entre 1918 y 1920, pero ni por asomo ocupó toda la producción cinematográfica. Así que hablemos con los términos adecuados.
Para redactar este y los siguientes artículos, además de basarnos en diversas fuentes históricas, recurriremos al excelente libro de Lotte H. Eisner (una de las primeras mujeres crítico de cine) La pantalla demoníaca y citaremos de refilón el impresionante manual de Vicente Sánchez Biosca Sombras de Weimar y el no menos genial De Caligari a Hitler, de Siegfried Kracauer (título del que nos apropiamos para este bloque), en el que afronta una de las únicas veces en las que se ha podido estudiar con acierto cómo la cinematografía actúa como reflejo de los valores y sentimientos subconscientes de la sociedad del momento.
Para entender el cine tenemos que entender la época. Alemania en 1918 era un país destrozado y ahogado por la extrema dureza de las condiciones impuestas por Francia tras la Paz de Versalles. Alemania se había endeudado a más no poder, había perdido territorio y había sido humillada profundamente. Además, solo contaba con Polonia como separación territorial de 80 millones de rusos comunistas armados hasta los dientes, mientras que los alemanes habían tenido que desmantelar su ejército tras la derrota en la Gran Guerra.
Esto provocó una gran psicosis social, unida al resurgimento del pangermanismo de Goethe, que llevaba a los alemanes a verse como un pueblo elegido, unido por un gran espíritu común (el Volkgeist) y dirigido a un destino universal, que estaba rodeado de imbéciles que querían impedírselo.
Esta crisis fue muy provechosa desde el punto de vista artístico, convirtiendo a Alemania en el epicentro de las vanguardias artísticas del momento, con una enorme animación cultural en teatros, cines, conciertos, circo y cabaret. El cine alemán se desarrolla en torno a tres grandes patas: Berlín, Viena y Praga, siendo la tercera la ciudad elegida para el rodaje de producciones de bajo presupuesto.
Pero también condicionó las temáticas de las que trataría el cine alemán. El cine se llenó de prostitutas y criminales, mentes manipuladoras y robots. Es muy común encontrar a personajes que manipulan la sociedad y las leyes a su antojo, o creaciones que se vuelven contras sus amos y buscan la dominación, o personas que pierden su vestuario y son degradadas socialmente, o asesinos en la sombra.
Antes de llegar al expresionismo, como cita Lotte H. Eisner, en Alemania existió una corriente semejante al Film D’Art con recursos del Impresionismo cinematográfico francés; se denominaba Autorenfilm, que llevaría naturalmente al expresionismo. La esencia del expresionismo, como veremos en el siguiente artículo, es la de mostrar al público la fisonomía latente de la realidad, y para hacer esto, los primeros directores como Wegener, recurrían a trucos de claroscuros, catch y trucajes aprendidos de la mano del gran Max Reinhardt (el director de escena más importante de Alemania en esos momentos, y uno de los más grandes del teatro contemporáneo; veremos cómo su influencia se extiende por todo el cine alemán y cómo muchos de los directores y actores se formaron con él, como el propio Wegener).
Una de la primeras producciones de esta corriente, que no conservamos, fue El estudiante de Praga, de Stellan Rye, en 1913, que recupera temas del romanticismo alemán. En su argumento, un estudiante vendía su alma al diablo, que la utilizaba para disfrazarse del estudiante y cometer fechorías en su nombre. La película concluye con el estudiante disparando a su reflejo y muriendo en consecuencia.
Otras películas como El Golem, cuya única versión conservada es la de 1920, de Wegener, tratan de una creación que se vuelve contra sus inventores. El Otro, aborda una temática semejante a la del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Otra como Alraune, muestran a un científico que crea a una mujer malvada a partir de zumo de mandrágora (¿Les suena a la robot del Metrópolis de Fritz Lang?).
Todas estas piezas fueron estableciendo las temáticas del romanticismo alemán en el cine. Ya solo faltaba que la imagen se apropiara de la deformación propia del expresionismo pictórico para unir la temática al formalismo y así crear el expresionismo cinematográfico alemán. En el próximo número entraremos de lleno en el expresionismo, veremos qué es y qué no es expresionismo y analizaremos una de las únicas películas completamente expresionistas que conservamos: El Gabinete del Doctor Caligari.
A modo ilustrativo, adjuntamos la película completa de El Golem de 1920, de Wegener. A la hora de buscar películas de cine mudo alemán, sobre todo si son de comienzos de los años 20 o finales de los 10, hay que seleccionar las que tienen secuencias bañadas cromáticamente, pues es como se realizaron de verdad dichas películas, no en blanco y negro.
Germán Esteban Espinosa, periodista
Germán es el editor de crítica de cine de la Web Hombre en Camino: Homo Viator.