La cerámica es un poema de barro. Es una música callada o una melodía que hoy puede ser un “Nocturno” de Claude Debussy y mañana un rock de Johnny Hallyday. Talavera de la Reina es conocida como “la ciudad de la cerámica”. Ha sido el centro de producción cerámico por excelencia de Castilla-La Mancha y uno de los más importantes de España. Su hacer y su cultura ceramística de siglos es una de las verdaderas señas de identidad de la ciudad. También tiene al río Tajo, que antaño era cultura y hoy es ficción. Ahora y hasta esperemos que el mes de marzo, al menos, también es capital por la presencia de la exposición ““aTempora Talavera de la Reina. Seis mil años de cerámica en Castilla-La Mancha”, un verdadero referente para conocer la historia de esta labor artesana a través de mil doscientas piezas únicas. Ars longa, vita brevis.
La poesía es tan necesaria que la ciencia. El arte está ahí, también en los cacharros para el uso, pues la belleza viene del corazón y se derrama por los dedos del alfarero. Y surge la pieza en puro barro y toma forma y luego, tras la tierra, el agua, el fuego y el aire, llega el arte. La cerámica es industria y es artesanía que ha acompañado a las personas desde que el mundo es mundo. Para avalar esos seis mil años de historia que definen el título de la exposición, bien traída está la quintilla popular que dice: “Oficio noble y bizarro / entre todos el primero, / pues en la industria del barro, / Dios fue el primer alfarero / y el hombre el primer cacharro”. De entre todas las artes (y ya sabemos que arte es toda actividad humana que tiene como fin la creación de obras culturales y también el conjunto de habilidades, técnicas o principios necesarios para realizar una determinada actividad), la cerámica es la que mejor reúne tierra y espíritu en una unidad indestructible.
La arcilla fue, y sigue siendo, el material apropiado para la incipiente tecnología aprovechada por el hombre con fines de utilidad, como se ha podido comprobar en antiguos yacimientos y como se puede ver en la magna exposición de Talavera de la Reina. Vasijas de uso cotidiano y figurillas para rituales y conmemoraciones relacionadas con el espíritu han sido compañeras de la peripecia humana desde las cavernas hasta la actualidad. De las vueltas de la rueda del torno, de la transformación de la pella con las manos, de la sensibilidad y el conocimiento de las raíces del oficio, surgen piezas que seguimos admirando, piezas que salen del horno, hoy como ayer, con belleza suma, pues, no en vano, el barro es la materia más agradecida que existe.
Podemos pensar que el ceramista es a la vez alfarero, escultor y pintor. Como alfarero, crea de la nada o del barro, de la misma forma en que Dios creó al hombre, si nos atenemos a la narración bíblica; como escultor, moldea en las tres dimensiones; y pinta como los pintores. ¿Quién dijo entonces que la cerámica no es la más completa de las artes plásticas? Suma un valor más que la enriquece: el de ser el arte popular por excelencia. Y aún hay más en el conocimiento de esa alquimia, siempre con algo de misterio, que hace del ceramista un ser a la espera. El ceramista crea del barro primigenio su figura y espera; luego repasa y sigue esperando a que seque; más tarde bizcocha y de nuevo, espera; esmalta y espera; cuece y no solo espera, sino que mira al cielo y ruega a todos los santos para que la figura que salió de sus manos no se quiebre en ninguna parte del proceso.
La geografía castellano-manchega está llena de vestigios de este quehacer que nace en la leyenda y que pervive, porque el fruto de este trabajo es placer, es arte y es oficio del que vivir y cuyos objetos sirven para algo. Son muchos los lugares en los que floreció la alfarería, unas veces acercándose a lo útil y funcional; otras, a lo más puramente artístico y ornamental; y algunas más, en las que lo útil se estiliza y da cuenta de los avances culturales y el refinamiento de la sociedad que consume y que produce esos utensilios.
“aTempora”, en Talavera de la Reina, es la exposición en la que se muestra, con carácter totalizador, la calidad, variedad y riqueza de las producciones cerámicas que atestiguan su presencia desde la antigüedad hasta nuestros días. Esa faceta de totalidad expositiva es la que nos lleva a encontrarnos con la cerámica de las primeras producciones neolíticas, del Calcolítico, de la Edad del Bronce y del Hierro. Se incide en las producciones de los pueblos prerromanos peninsulares; se muestran las cerámicas de influencias orientalizantes (sobre todo de fenicios y griegos), la cerámica romana y la visigoda. Sigue la muestra por la época medieval, tanto cristiana como islámica, y la originalísima producción mudéjar, especialmente de origen toledano. Y, por supuesto, se recoge la etapa de mayor esplendor de la cerámica de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo de los siglos XVI al XIX y el renacer de la cerámica talaverana a partir de la obra de Ruiz de Luna, que recupera los estilos renacentista y barroco, y de los muchos alfareros que dieron esplendor a este nuevo surgimiento. Concluye la exposición con el apartado dedicado a las últimas tendencias y los nuevos creadores, que continúan ya en el siglo XXI con una tradición del ancestral arte y oficio.
Las mil doscientas piezas exhibidas se acompañan con un fondo documental muy didáctico que da cuenta de la geografía de la cerámica, los yacimientos, las etapas culturales, los museos y colecciones, así como las técnicas, los tipos de horno o la funcionalidad y uso de las piezas.
Todo el conjunto expositivo está recogido en cuatro sedes: el Museo Ruiz de Luna, la Iglesia de Santa Catalina, el antiguo Hospital de la Misericordia (hoy Centro Cultural “Rafael Morales”) y el claustro de la colegiata de Santa María la Mayor.
La muestra, organizada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a través de la Fundación Impulsa, ha contado para su realización con un amplio equipo de expertos, coordinados por el comisario de la misma, Alfonso Caballero Klink, y con un presupuesto de 700.000 euros y la colaboración de diversas instituciones y entidades, como la Diputación Provincial, el Ayuntamiento de Talavera de la Reina y la Fundación San Prudencio
Pero no solo la muestra es importante. A la más que nunca Ciudad de la Cerámica también hay que ir a recorrer sus calles y apreciar la tradición de la policromía estannífera, en la que perduran los típicos colores azul, verde, amarillo, naranja y negro; y hay que admirar la azulejería y la multitud de formas en que se manifiesta, ya sea en platos, fuentes, jarrones, floreros, ánforas de todo tamaño y condición, escritorios, benditeras, tarros de cocina, candelabros, vajillas, escudos heráldicos, murales, mobiliario público, frisos y un sinfín de piezas menudas pero llenas de sugestión. Y no hay que perderse los murales o los mosaicos que adornan la basílica del Prado.
Talavera de la Reina y la exposición “aTempora” no solo nos dan a conocer miles de años de cerámica, también nos sugieren con cierta exaltación la importancia del acto artesano como hecho cultural, mediante el cual se expresa una de las múltiples formas del ser de una comunidad. La artesanía es una manifestación que une lo utilitario, lo cultural y lo artístico y define, de alguna manera, la idiosincrasia de los pueblos. La milenaria tradición del oficio artesano que lleva a convertir la materia prima, la tierra, en materia útil y en materia artística, y el valor que esto conlleva, han dado la fuerza suficiente para que la cerámica de Talavera de la Reina y de Puente del Arzobispo hayan sido propuestas ante la UNESCO por el Gobierno Regional como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Si el ceramista, cada vez que abre el horno, se encuentra con una sorpresa, el visitante de esta exposición se asombra ante el descubrimiento de, una tras otra, mil doscientas piezas. Quien guste de la cultura de la cerámica y su historia tiene durante los próximos meses una magnífica ocasión de apreciarla y valorarla en Talavera de la Reina.
Antonio Illán Illán
Las ilustraciones digitales son de Jesús Gómez-Escalonilla Sánchez-Infante.
¡Qué bonita la edición!, también es un poema pero no de barro. Gracias.