A mesa puesta
La actual autovía A5 es heredera del Camino Real de Extremadura, se inició en tiempos de Carlos III y en su kilómetro 47, junto a una estación de servicio, se encuentra un restaurante de carretera, una venta en el camino donde el viajero puede hacer un alto para descansar, refrescarse y comer algo.
Una venta de carretera ayudaba al viajero exhausto a reponer fuerzas para continuar su camino, sirviendo comidas caseras y animándole a continuar. Hoy los lugares de descanso de las carreteras son las estaciones de servicio donde el que repone fuerzas es el vehículo y el conductor estira las piernas y se toma un refrigerio de comida rápida. Lejos quedaron los tiempos en que los caballos se dejaban atados en la puerta de las ventas. Ahora en lugar de caballos, un índice infalible que delata si en un sitio de carretera se come bien es el número de camiones de su aparcamiento y, en Las Esparteras, suele estar repleto y lo mismo te encuentras una familia de raza gitana que celebra una comunión con sus mejores galas, que un camionero comiendo un menú con vino de la casa o una pareja de británicos con botas de montar, acompañados por su anfitrión caballista, degustando una botella de Vega Sicilia.
El asador Las Esparteras se fundó en 1994, por lo que el año próximo cumple sus bodas de plata y en él se puede tomar un bocadillo en la barra, picar algo en sus mesas altas o acomodarse en alguno de sus dos comedores, uno más informal de menú del día y otro donde comer a la carta. Los asados son su especialidad y cocinan, en un horno de leña a la vista de los clientes, cordero o cochinillo con la piel fina y crujiente, carne jugosa en su interior y patatas a lo pobre de guarnición, supervisados por Carlos Víctor el jefe de cocina y socio propietario.
En la carta del restaurante son caseros y deliciosos los boquerones en vinagre, el jamón ibérico de bellota pegado al plato sin engaños se acompaña de crujiente pan de cristal con tomate, los mariscos de temporada están bien tratados, lo mismo que las verduras o las setas. En los segundos platos, además de los asados, dan el punto justo a diferentes cortes de vacuno y los pescados como el cogote de merluza, el rape, la lubina o el bacalao se tratan con solvencia. Para los golosos del umami es imprescindible degustar las mejores anchoas del cantábrico o los lomos de sardina ahumada. Últimamente están haciendo hincapié en el servicio del pan de trigo sarraceno, centeno, de escanda o payés blanco, servido en piezas grandes y cortados en la mesa del comensal.
Las Esparteras es además una tienda de productos de calidad donde se pueden adquirir embutidos ibéricos de las principales marcas, conservas de todas clases, los mejores aceites de oliva virgen extra, variedad de anchoas y salazones, gran surtido de destilados y posee, sobre todo, una bodega que ya quisieran para sí muchos de los restaurantes estrellados del país.
Una colección de más de 750 referencias de los mejores caldos recibe al cliente en una bodega acristalada y climatizada que, a modo de escaparate, hace las delicias de cualquier vinótapa. Por supuesto que cuenta con todos los grandes vinos españoles, de todas las reconocidas denominaciones de origen, como Pingus, Contador, L´Ermita, Vega Sicilia, etc.; pero además tiene rarezas vinícolas de pequeños productores de las que se embotellan apenas unas pocas centenas. Una botella matusalem de Château d´Yquem preside el apartado destinado a grandes blancos cuya colección es completísima, por no hablar de los grandes Crus franceses, de los que atesora varias añadas de Petrus o Dominé Conti y no faltan vinos de otras nacionalidades productoras como australianos, chilenos o austriacos. Sus vinos se venden en el restaurante o se pueden comprar para llevar a casa y los encuentras desde menos de diez euros, un vino joven de la última vendimia, a varios miles la botella, las referencias de coleccionista o un rioja de 1925, convenientemente resguardado en un lugar de la bodega. A la pregunta de si se venden los vinos más caros el propietario contesta optimista “si no los tengo no los vendo”. Champanes de calidad, generosos, vinos dulces, cavas y sakes completan una colección de casi 5.000 botellas que reposan a buen recaudo en la gran urna de vidrio.
Raúl Barroso, copropietario y segunda generación del socio fundador, en la sala, denota su gusto por servir de lo bueno lo mejor y trata a su clientela con amabilidad y discreción, atendiendo las mesas del restaurante, la bodega o la tienda, haciendo las veces de tabernero, sumiller o dependiente con la confianza que otorga el conocimiento y asiste con la misma actitud cordial al patriarca de la familia de gitanos, al camionero o al británico refinado vestido de caballista.
Está a poco más de media hora de Madrid y de Toledo, por lo que no hace falta salir de viaje para parar en esta fonda, siendo una referencia obligada de cualquier aficionado a la buena mesa. Desde luego que Las Esparteras merece un alto en el camino, una y otra vez, y aún otra vez más.
Luis Moreno Domínguez, arquitecto
El dibujo de portada es del propio autor.
Y qué decir de las conservas?…Esas anchoas de distintos tamaños y precios?…¿Los escabeches?… ¿Los espárragos?…¿Las habas?…¿Los aceites?…etc,etc.
Un gran sitio donde parar, comer y disfrutar.
Tu si que sabes Rgg!