Sucedió en Toledo. 24 D20 Archivo VASIL

Aunque hayan sonado las Bombas Reales anunciando el Día Grande Toledano, este no es mi Corpus, ni Grande ni Chico.
Este año, todo el recorrido, toda la ciudad, está cubierta por un toldo que trata de impedir volver al confinamiento.
No huele a romero, las telas bordadas no tapizan las fachadas de la catedral. Los niños no están nerviosos porque hoy no desfilarán de primera comunión ante los ojos de miles y miles de toledanos y visitantes, que se agolpan en las calles para ver la procesión de las procesiones.
No nos podemos agolpar; solo juntar, y pocos. En mis más de sesenta años de vida, jamás había vivido un Corpus sin toldos, sin adornos, sin hermandades, sin custodia de Arfe saliendo por la puerta Llana.


Mas allá del sentimiento puramente religioso, este año me falta algo, me falta mucho, me falta gente y olores. Soldados, hermandades, caballos, clarines y trompetas. Me faltan los toledanos que tuvieron que emigrar, a los que cada año saludo, temprano, en ese paseo matinal recién echado el tomillo.
No he podido sacar las sillas al recorrido, ni discutir con mi vecina para obtener la mejor sombra del tramo.
Los reposteros continúan su letargo anual enrollados en los almacenes de cualquier convento. La guirnalda de boj se ha secado para siempre, sin llegar a lucir su mejor verde en el dorado jueves que reluce mas que el sol.
Esta vez no hay tópicos a los que recurrir. Miro al cielo y solo veo un entoldado de mascarillas pandémicas.
Quique J. Silva
Triste, pero real como la vida misma. Saludos amigo.