Carnaval
En mi entorno social todos conocen nuestra debilidad por el Carnaval. Amigos y familiares nos regalan cada cambio de temporada toda clase de trajes, abrigos, uniformes y complementos que ellos van desechando y nosotros guardamos para “un por si acaso”.
Esta mañana, “ordenando”, entre un traje de toledana (de mi suegra), dos de grease, uno de picador, otro de cocinero y tres de payaso, he encontrado uno de policía (con su gorra y todo).
Ya os podéis imaginar. Me lo he puesto.
Camisa, camiseta, pantalón de faena, cinturón, botas (algo grandes, pero valen) y una flamante cazadora azul y amarilla anunciando a los cuatro vientos: “Policía Local”.
Para que no me falte detalle (que para eso soy de la Peña del Rey Moro) he puesto las pilas a un coche de policía de mi nieto.
Debidamente uniformado y equipado, he salido al balcón. Con la sirena a todo volumen; las luces deslumbrantes y aunque no fueran las ocho, he aplaudido.
Tal vez no me haya oído nadie. Tal vez no me haya reconocido nadie.
Pero no importa; yo lo he hecho. Seguro que se ha escuchado.
Objetivo del día: Comprar pilas para el coche, que se las he gastado al niño.
Y mañana será otro día.
Quique J. Silva