Leer el pensamiento
¿Quién no se ha sentido inútil, desubicado o sencillamente acomplejado, cuando ha mantenido con su pareja este diálogo propio del Club de la Comedia?
- Tráeme eso que está ahí.
- ¿El qué?
- Pues eso –y señala hacia la mesa llena de tijeras, papeles, teléfono, mando a distancia y bolsa de la manicura-. El interlocutor tiene que adivinar de qué se trata; como si leer el pensamiento estuviera al alcance de cualquiera.
Otro reto lingüístico es practicar la traducción simultánea en la cocina. Sin tiempo para consultar la Wikipedia, debemos interpretar los términos: poquito, chorrito, pizca y “pero no te pases”.
Difícil, estos días lo tenemos muy difícil. Hay que evitar las discusiones, los encontronazos y las disputas; y todo ello sin parecer tontos y sin guardarnos los rencores conyugales para más adelante; cuando podamos dar una voz y salir corriendo a la calle.
Por fin adiviné que “eso que está ahí” es el teléfono inalámbrico. Lo cojo y se lo doy como un objeto preciado descubierto en un mar de confusiones.
Media hora de reloj con el aparato al odio; el auricular del fijo más caliente que un adolescente en viaje de fin de curso. Por fin cuelga y se me ocurre preguntar.
- ¿Qué dice la niña?
Y siempre me contesta:
- Nada.
Y me dan ganas de decirle “dame eso que está ahí” (pero no me atrevo, claro) y llamar otra vez a la niña.
¡Venga! Que seguro alguna vez os ha pasado.
Objetivo del día: Comprar el libro “Cómo leer los pensamientos”
Y mañana será otro día.
Quique J. Silva