¡Menudas greñas!
En tiempos de crisis nos ponemos más profundos y trascendentales.
Olvidamos con frecuencia la importancia de lo cotidiano (menos de lavarnos las manos como si fuéramos cirujanos).
Cada mañana me miro al espejo (no me sobresalto porque ya estoy acostumbrado a verme) y digo: ¡menudas greñas! Tendría que cortarme ya el pelo, pero no puedo salir; además, para qué si las peluquerías están cerradas.
A grandes males, grandes remedios.
He puesto a cargar una maquinilla que me regalaron hace años y que solo uso en verano, para arreglarme los pelos del pecho y la espalda, con la sana intención de no herir la sensibilidad del resto de bañistas de la piscina de mi “urba”.
Todo dispuesto: peine, bolsa de la basura a modo de poncho, tijera para las patillas y una banqueta frente al espejo. ¡Vamos, que solo me falta una revista con las últimas genialidades de Belén Esteban!
- ¡Cariño, ya estoy listo!
Y “mi cariño” ha venido. Después de advertirme sin reparos, “haré lo que pueda”, ha ido recorriendo mi cabeza como si de una finca de secano se tratase. Por delante, por detrás, a un lado y al otro. Las patillas…. y listo.
A la vista de los resultados, muy alejados de las filigranas de los jugadores de la NBA, solo he podido exclamar:
- ¡Gracias cariño!, por tu voluntad.
¡Ahora salgo a comprar con gorra!
Objetivo del día: Aprender a cortarme el pelo.
Y mañana será otro día.
Quique J. Silva