SESIÓN CONTINUA
Tras haber sido denostado por la crítica artística del siglo XX, es difícil encontrar un rival que no obstante, haya rivalizado con este movimiento artístico en cuanto a dispersión geográfica y tipológica. El denominado Art Decoratifs, pese a ser un producto francés, fue adoptado por las grandes ciudades americanas como Nueva York o Chicago; llegando después a las cotas más exóticas, desde La Habana hasta Tokio.
Al mismo tiempo, este concepto abarcó indiferentemente el campo del diseño gráfico, de producto, arquitectura, mobiliario, moda o el propio diseño industrial. La suma de este conjunto supuso la idealización de un nuevo modo de vida que nacería en la Exposición Universal de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París de 1925. Esta muestra fue concebida como atracción artística en rivalidad con la industria alemana y sería a partir de este momento donde el movimiento comenzaría a expandirse por diferentes áreas geográficas, adoptando en cada lugar unas formas autóctonas.
El objetivo de este arte fundamentalmente artesanal, radica en la expresividad ornamental cuyo interés principal iba dirigido a una refinada sociedad que adoptó la radicalidad de las vanguardias mediante un proceso domesticado. Esta adaptación de la modernidad actuó en favor de un modo de vida sofisticado y cosmopolita, una manifestación artística asociada al mundo de la marca, el consumo y el mercado.
Este deseo de introducir modernidad y belleza a partes iguales en una incipiente sociedad burguesa, haría que el estilo beba principalmente de dos fuentes: Por un lado, el concepto de lo exótico. Las civilizaciones egipcias, precolombinas, africanas y orientales donde los motivos geométricos, los colores además de los propios materiales autóctonos de las colonias, mantenían ese lazo neoromántico con lo exótico.
Por otra parte, el desarrollo de la máquina, los medios de locomoción y algunos movimientos artísticos como el Futurismo italiano y el desarrollo del cine, fomentarían especialmente los campos del diseño gráfico, arquitectónico e industrial. Sería en este último sector donde la tecnología experimenta una mutación hacia una nueva forma de arte ornamental. Los grandes transatlánticos como el emblemático Normandie, exportaban el exquisito diseño de sus salones flotantes con el mismo gusto Art decó que coronaría las cimas más altas de Nueva york con los Chrysler y Empire State buildings.
Y pasando de lo más elevado y duradero, hasta lo más liviano y efímero: La moda francesa de los años 20 se hizo el mejor embajador del glamour del Art decó, por lo que lo más granado de la alta costura parisina comenzaría a exportar sus creaciones textiles, perfumes y piezas de joyería, que poco tiempo después cambiarán la condición de la mujer no solo en el vestir, sino en la apropiación de una nueva libertad. Una mujer cosmopolita con pelo a lo garçon, que fuma, bebe y conduce, y a la vez da muestra de una notable sensibilidad intelectual. Mujeres de la talla de Madame Agnes, Gabriele Chanel, Greta Garbo o la pintora Tamara de Lempicka fueron notables embajadoras de esta actitud tan sofisticada como liberadora.
El ecléctico estilo que todavía hoy es un símbolo de los edificios más icónicos de nuestra Gran vía madrileña, (como el emblemático Capitol) supuso además, el efímero pero muy intenso lanzamiento de la sociedad del 1900, hacia un futuro que se anticipaba con un frenesí exacerbado hacia la revolución mundial del siglo XX. Artes decorativas como máquina del tiempo que sirvió como un último abrazo entre la artesanía y la máquina.
Enlace al recorrido por la exposición: “El gusto Moderno. Art Deco en París 1.910-1935’’. Instalada en la Fundación Juan March. Madrid en 2015.
José María Martínez Arias, estudiante de arquitectura de la eaT.