Sucedió en Toledo. 25 D17 Archivo VASIL
Son las 6.30 de la mañana. Lo sé, porque puntualmente nuestro padre abre la puerta del dormitorio para anunciar que en unos minutos desayunamos, cogemos las cañas y nos vamos. Mi madre se queda un rato más en la cama, pero no mucho; antes de bajar a bañarse debe dejar “encarrilada” la comida para los cinco.
Mi padre, mis hermanos y yo salimos a la calle a eso de las siete, cargados con las cañas y provistos de anzuelos, cebos y butrones. En la plaza esperan otros amigos que se unen a la avanzadilla.
A las siete y media ya estamos todos listos. En la orilla del Tajo hemos colocando los aparejos para una nueva mañana de pesca. Si tenemos suerte, al final de la jornada tomaremos una buena tajada de barbo o carpa, recién fritita, en el “gango” sombreado por los restos de una lona vieja y una maroma que, algún día, sirvió para mejores fines.
A eso de las once, toda la orilla está llena de vecinos de los barrios colindantes en busca del frescor del agua del río. Con tanto jaleo, los peces desaparecen huyendo del mundanal ruido. Es hora de guardar las cañas; pero tenemos la certeza de que, al día siguiente, volverán al mismo remanso, al mismo lugar donde los más viejos del barrio saben “que pican”.
Tras la pesca, el baño. Ya ha bajado mi madre; y las madres de mis amigos; y las madres y los padres de cientos y cientos de toledanos que soñamos con “veranear” en cualquiera de las playas del Tajo: La Incurnia, Safont, Once Culos, Barco Pasaje……. Muchos rincones accesibles para la ciudadanía que vivimos en casas bajas. El río, solo el agua del río, es capaz de sofocar las altas temperaturas. ¡Que calor!
Y de pronto me despierto, y, curiosamente, estoy sudando; pero ya no me acuerdo del río, no me acuerdo del agua del Tajo, solo intento encontrar el mando del aire acondicionado con la esperanza de que no haya sido trasvasado a Murcia.
(Archivo VASIL: ver más entradas)
Quique J. Silva
Que tiempos, entonces teníamos ” Playa “
Bonita semblanza.