Sucedió en Toledo. 37 D18 Archivo VASIL
Sí, ya sé que puede parecer pronto, pero ya hemos empezado a ver las cajas de dulces en el “súper” y, en un abrir y cerrar de ojos, nos topamos de frente con la Navidad. Y este, creo yo, es el momento de plantear la cosas. En tiempo y forma.
Podíamos haber optado por presentar una instancia-solicitud formal a nuestra alcaldesa encabezada por aquello de: “Yo, mayor de edad, domiciliado en Toledo, con el debido respeto Expongo:……. y finalizando con la fórmula “es gracia que espero alcanzar del recto proceder de V.I. cuya vida guarde Dios muchos años”; pero no. Para formular esta demanda he preferido utilizar este blog, abierto y libre; donde, con todo el respeto, podemos opinar, criticar y hasta pensar.
Liberar al Niño Jesús es un deseo estético, moral y políticamente correcto, relacionado con la instalación del Belén en la plaza de Zocodover. Al margen de las convicciones religiosas de cada uno, la estética de la Navidad aglutina una serie de elementos dignos de consideración y estudio por antropólogos, sociólogos, teólogos y resto de “ólogos” que nos puedan venir a la cabeza.
Es cierto que las estructuras ornamentales exteriores corren el riesgo de vandalismo por parte de aquellos que no sienten el mas mínimo respecto por lo ajeno. Es cierto también que las esculturas sufren un severo castigo soportando las bajas temperaturas invernales y las aguas de diciembre, cuando las hay.
Pero digo yo, entre el vandalismo y colocar el Misterio como un acuario, hay un trecho muy grande. Supongo que habrá soluciones menos drásticas y más plásticas. Quiero pensar que existe la posibilidad de “Liberar al Niño Jesús” y no tenerle toda la Navidad encerrado en una “burbuja de cristal” (léase policarbonato).
Secuestrar al Niño fue la “hazaña” juvenil que se puso de moda hace algunos años como muestra de valentía entre grupos y pandillas de adolescentes. Siempre había algún “héroe” dispuesto a llevarse el indefenso “niño”; ¿por razones religiosas?, no; ¿políticas? tampoco; ¿reivindicativas? menos. Simplemente se trataba de una “gamberrada”.
Tradicionalmente, la Navidad ha sido el tiempo de la paz, de la tregua, del entendimiento mundial. Incluso entre los cuñados, hermanos, suegros, nueras y yernos, esos días se procura castizamente “tener la fiesta en Paz”.
Pero, ¿cómo es posible que tengamos “la fiesta en Paz” si mantenemos al protagonista “secuestrado”?
¡Qué culpa tiene él, de haber venido a un mundo de “gamberros y gamberras”!
¡Qué culpa tenemos nosotros, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, para que unos desalmados logren doblegar a la inmensa mayoría civilizada y tengamos que soportar el horror de un plástico protegiendo las piedras de granito, la arena y el romero recién cortado!
Liberar al Niño es liberarnos todos. Es alinearse con la mayoría civilizada. Es respetar la estética que requiere el entorno.
Si no lo hacemos, cuando los gamberros asalten el metacrilato, ¿qué será lo siguiente? ¿Una pantalla de plasma?
Aprovechando la capilaridad de las redes sociales me aventuro a plantear una especie de Movimiento de Liberación: ¡COMPARTE! ¡LIBEREMOS AL NIÑO¡
….. Es gracia que espero alcanzar del recto proceder del V.I. cuya vida guarde Dios (que es el padre del niño) muchos años.
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Quique J. Silva