Cuadernillos científicos II: el ladrillo [Mariano Corroto]

Alvar Aalto, Muuratsalo
Alvar Aalto, casa experimental en Muuratsalo, Finlandia, 1952

La arquitectura comienza cuando se ponen dos ladrillos juntos cuidadosamente (Mies Van der Rohe).

No os enfadéis arquitectos…  A veces olvidamos la unidad mínima de obra. Es más, su propia naturaleza. Por eso hoy toca recordar al ladrillo. Esa pieza paralepipédica, generalmente en forma de ortoedro, obtenida por moldeo, secado y cocción de una pasta de arcilla, a veces con adición de otras materias y cuya dimensión está condicionada a ser manejada con una sola mano (aviso a navegantes). Su fabricación como la de miles de años: aunar tierra, agua y fuego.

Por ello cuando Alvar Aalto cita la arquitectura como “la transformación de un ladrillo sin valor a un ladrillo de oro”, puede ser que la simplicidad (y con todos los respetos) de un ladrillo sea el oro inspirador, unitario y básico en una arquitectura creadora.

El proceso de fabricación consiste en la selección de arcillas, moldeado de piezas, secado y cocción. Cerca del 75% de la corteza terrestre está constituida por lo que genéricamente llamamos tierra, compuesta básicamente por arcillas. Para la fabricación, más que la cantidad absoluta de arcilla, lo importante son los tres cortes granulométricos: arcilla, arena y limo.

¿Cuál serían las arcillas adecuadas, las buenas? Pues aquellas que son plásticas, homogéneas en color y de granulometría fina. Deberían tener un amplio margen de cocción de modo que adquirieran mejores propiedades cuando el tiempo es amplio. Que la temperatura de cocción fuese baja se consigue con arcillas ricas en óxidos alcalinos y en hierro (fundentes) y bajas en aluminio, así el material vitrificará con temperaturas bajas. De hecho en una cocción elevada la vitrificación pasa a una fusión viscosa y esto hace que el ladrillo rompa.

Las mejores arcillas con las illíticas con algo de cuarzo. También lo son las caoliníticas, pero necesitan mayor temperatura de cocción. Debemos retirarnos de las esmectitas, que son arcillas hinchables. El contenido de arena silícea no debe ser superior a 30%, pues nos reduciría la cohesión del material. Huiremos de las inclusiones de caliza (caliche) máximo 15%, pues causan roturas y reducen la temperatura de fusión. Al igual que los óxidos de hierro mejoran las resistencias, los nódulos de siderita (carbonato de hierro) dificultan la homogeneización.

Si la composición es importante, la preparación no lo es menos, los procesos de disminución y homogeneización de grano son decisivos.

A modo de anécdota comentaros que gracias a métodos científicos de caracterización se ha descubierto que muchos de los ladrillos de Toledo tienen similitud a ladrillos romanos (gracias a los análisis de la mineralogía constitutiva descubierto por técnicas de ATD, Análisis Térmico Diferenciado, EDX Espectroscopia de Energía dispersiva de Rayos X y MOP, Microscopia Óptica de Polarización). Observando ladrillos de la zona Norte del Tajo (estudios realizados por la Doctora López-Arce) se constata una composición illitico-esmectiticas no carbonatadas, con presencia de óxidos y color rojo intenso, es decir casi iguales a los romanos. Por el contrario los ladrillos provenientes del Alcázar en los que se identifican cuarzo, feldespato, biotita y carbonatos, así como filosilicatos de color pardo (identifican baja temperatura de cocción). Éstos no tienen nada que ver con la ortodoxia romana de illitas sin calcita y temperaturas de cocción entre los 930º y 1000º. Hemos de decir de igual forma que los ladrillos islámicos, los mudéjares, los fabricados en el románico o los neoclásicos por su constitución illitico-calcareas e inclusión de morteros de cal han hecho de ellos, ladrillos más resistentes y más hidrófilos que el romano.

Volviendo a su fabricación, mencionaremos que existen tres procesos para dar forma al ladrillo: manual, prensado y extrusión. Luego viene el secado, huiremos de los tradicionales, pues no permiten el control y están condicionados a las características climáticas. Las modernas instalaciones disponen de sistemas de convención, radiación o conducción o incluso y mejor la combinación de las tres.

La escalera de la iglesia del Cristo Obrero, de Eladio Dieste, 1952, Atlántida, Uruguay.
La escalera de la iglesia del Cristo Obrero, de Eladio Dieste, 1952, Atlántida, Uruguay.

La cocción es la clave para el desarrollo de las propiedades y características del ladrillo. Es aquí donde se producen las transformaciones físicas y químicas más apasionantes; en una primera fase se libera el agua y el dióxido de carbono, así se van formando los silicatos alumínicos y el cuarzo. Cuando la temperatura aumenta se va formando el material vítreo, proporcionando dureza, densidad y durabilidad (800º A 1200º C).

¿Sabéis que la cantidad de aire que circula por el horno hace que unos ladrillos tengan colores claros (atmósfera oxidante) y otros más oscuros (atmósfera reductora)?

Existen distintos tipos de ladrillos en base a razonables clasificaciones:

         Por su composición: ladrillos de arcilla, silicocalcáreos, hidráulicos, escoria, aligerados.

        De tamaño: macizos, perforados  y huecos.

        Proceso de fabricación: tosco o de tejar, galleteros, de mesa, prensados…

        De la cochura: santos, recochos, pintones…

        De la forma: rasillas, ladrilletes, ordinarios, trabucos, bardos…

Las técnicas de estudio del ladrillo se basan en el análisis de las propiedades físicas, hídricas, mecánicas, petrográficas y de durabilidad.

En la próxima entrega veremos los procesos y mecanismos de alteración en distintos materiales constructivos, entre ellos los ladrillos.

Mariano Corroto Ingeniero Industrial S. Químico.

Serie denominada “Cuadernillos científicos”. El autor es Vocal del Comité Técnico de Normalización sobre Materiales y Técnicas de Intervención del Instituto Eduardo Torroja.

 

(Visited 689 times, 1 visits today)

Deja un comentario