Sucedió en Toledo. 22 D18
Aún con el olor a tomillo y la retina impregnada del oro que porta al Santísimo, el gentío deambula por las calles intentando una salida peatonal hasta alcanzar el vehículo que le transporte a casa. Allí, un relax, una comida familiar y ya, inmediatamente, los preparativos para asistir a la tradicional corrida de toros con motivo del Corpus Christi.
Forma parte también de la tradición. Por coincidencia y proximidad en el calendario taurino nacional, la corrida del Corpus ha sido generalmente un buen remate para que los triunfadores de la última Feria de San Isidro en Madrid puedan lucir su arte con más tranquilidad y menos kilos en el peso de los toros.
A lo largo de la historia de nuestra plaza centenaria, las mejores y las más grandes figuras del toreo se han venido dando cita en Toledo, en su día grande; en el Corpus.
La nómina de matadores, rejoneadores y sobresalientes sería larga, muy larga; pero se lo aseguro, repasando los carteles en el Corpus, en Toledo, han estado siempre los mejores.
Hoy, solo una muestra de esos triunfos. Unas “instantáneas” de grandes tardes (que son las que se recuerdan). Las malas (que las ha habido) mejor olvidarlas.
Al grito de “que Dios reparta suerte” se inicia el paseillo. Matadores y cuadrillas siguen a los alguacilillos que abren plaza. Rematan la marcha picadores, monosabios, mulillas y mulilleros. No falta nadie.
El mundo del toro es una liturgia llena de contenido y significado ritual. Ajustarse la montera, santiguarse, desplegar el capote dando los primeros pases en vacío; mirada tensa; suena el clarín; se abre el toril, todos los tópicos se hacen presentes para jugarse la vida a cambio, sobre todo, de una afición.
Pues eso, “que Dios reparta suerte”.
(Archivo VASIL: ver más entradas)
Quique J. Silva