SESIÓN CONTINUA
El genial teórico español Vicente Sánchez Biosca diferenció en el cine alemán de entreguerras dos corrientes francamente distintas de modelos narrativos: el cine transparente-narrativo y el hermético-simbólico, siendo el expresionismo el máximo exponente del segundo caso. Béla Balázs en El hombre invisible (1924), hablaba de que la clave del cine expresionista alemán radicaba en la fisonomía latente, el auténtico rostro de la realidad, que se mostraba al artista a través del espíritu colectivo y le permitía plasmar la realidad tal cual es: ilógica, sucia, desquiciada, sin sentido, dominada por fuerzas macabras, sin corrección política, sin modales, sin velos de ninguna naturaleza.
La realidad presenta un bosque de símbolos que ocultan la auténtica realidad, es misión del artista traducir esos símbolos para mostrar su auténtico referente, la verdad esencial. La palabra, al ser un signo completamente arbitrario, no puede más que traducir esos símbolos en otros símbolos más simples, pero no revelar la verdad. Sin embargo la imagen, aunque pueda ser estudiada también como un signo, no es arbitrario, sino icónico, y además guarda en el cine una semejanza tan próxima con su referente que a ojos del espectador pierde su naturaleza sígnica para vestirse de realidad.
El cine se revela, pues, como el medio ideal para conseguir la finalidad del expresionismo: revelar la fisonomía latente de la realidad a la sociedad. Los recursos más utilizado por el cine expresionista para mostrar la fisonomía latente son la deformación de decorados, la preferencia por la diagonal y lo oblicuo frente a lo perpendicular y recto, uso de perspectivas insólitas, juegos con fuertes claroscuros (ojo, decir que la característica esencial del expresionismo es el uso de contrastes de luz o de pintar luz en el escenario es un síntoma de desconocimiento), sustitución de decorados reales por otros de cartón, etc.
En el trabajo interpretativo también se nota, pues se abandona todo intento de verosimilitud, ya que, como la realidad es un espejismo engañoso, para mostrar la verdad humana no hay que intentar imitar la realidad, sino exagerar tanto la expresión corporal que el actor pueda atravesar el velo y mostrar la fisonomía latente. Por eso cuando vemos películas como El gabinete del doctor Caligari, nos parece que personajes como Césare actúan fatal, porque exageran hasta la desesperación todos sus gestos.
También ayudaba el uso del color. En una época en la que aún no se había desarrollado la tecnología del color en el filme, los alemanes instauraron el baño cromático de secuencias enteras como medio clave para la expresión. La mayoría de producciones de esta época están bañadas en colores: verde, amarillo, azul, rojo, morado… Si ven los lectores una copia de Fausto, Tartufo, Nosferatu, Golem, Doctor Caligari, etc. en blanco y negro riguroso, es porque dicha copia será defectuosa. En el caso del expresionismo, se utilizaban colores opuestos al tono emocional de la secuencia para conseguir nuevas sensaciones emocionales.
El éxito en los diseños de producción del cine expresionista se debe en buena medida a que la mayoría de los encargados eran pintores expresionistas. Por desgracia, apenas conservamos nada expresionista. Se suele hablar de Sombras de Arthur Robinson (película a la que debemos el recurso de que aparezca una sombra y sea señal de que se va a cometer un asesinato), del tercer acto de El hombre de las figuras de cera, de Paul Leni y, por supuesto, El gabinete del Doctor Caligari, que causó tal expectación que hizo que la fama del cine alemán llegara a Hollywood y que Gómez de la Serna en sus ensayos sobre los ismos, calificara al expresionismo cinematográfico alemán como “Caligarismo”. Esta película será la protagonista de la semana que viene.
Adjuntamos enlace a El hombre de las figuras de cera, de Paul Leni, aunque su máximo parecido al expresionismo lo alcance solo en el tercer tercio de la película.
Germán Esteban Espinosa, periodista
Germán es el editor de crítica de cine de la Web Hombre en Camino: Homo Viator.