Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.
(Cancionero y romancero de ausencias, Miguel Hernández)
Alberto Sánchez Pérez, panadero, escultor y pintor toledano, que en 1925 se da a conocer en la exposición de Artistas Ibéricos celebrada en Madrid, llamado por Luis Lacasa para su participación en el pabellón de la exposición internacional de París de 1937 de J.L. Sert, con la escultura El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, de la que podemos contemplar una réplica en la entrada del Centro de Arte Reina Sofía. Exposición en la que intervinieron Barral, Pérez Mateo, Victorio Macho, Joan Miró, Julio González, Pablo Picasso, Calder, Lorca y Josep Renau. Según escribe Marco Such en su artículo sobre Miguel Hernández y la escuela de Vallecas:
“…Alberto escribe en el verano de 1961, un texto titulado «Sobre la Escuela de Vallecas», en el que expone un nuevo concepto del paisaje, vinculado a la vanguardia, que nace tras los paseos por tierras vallecanas con Benjamín Palencia, realizados durante los últimos años de la década de los veinte y los primeros de los treinta. En pleno auge del surrealismo, siendo París el centro universal del arte, Alberto y Palencia en un intento de crear un arte nacional, vinculado a la naturaleza, hacen frente al liderazgo francés con una nueva poética del paisaje más acorde con los postulados de la modernidad. La fascinación por la sobriedad de la tierra castellana desencadena una búsqueda de materiales naturales aplicables a la plástica. En algunas obras de Palencia, el óleo se mezcla con la arena provocando piezas cuya textura evoca la aridez de la tierra manchega”.
La esencia de su entorno físico y humano le inspiraba toda su obra. Este singular escultor amaba profundamente los campos toledanos que le vieron crecer y algo de estos estuvo siempre presente en su trabajo. Existió siempre en su obra un equilibrio entre la tradición y la vanguardia, demostrando nuevamente la realización de un arte cercano a la raíz sin caer en el mero folclore.
Dice el crítico J. Brihuega en el catálogo de la retrospectiva sobre Alberto de 2001:
“…fusión arte-vida basada en el enraizamiento de la creación artística en una vivencia profunda de la naturaleza cercana… La mímesis figurativa de sus esculturas van dejando paso a formas abstractas que pierden el rigor geométrico para sustituirlo por una flexibilidad biomórfica, con elementos sígnicos reelaborados semánticamente como metáforas de lo rural, lo telúrico, lo artesanal…”
En el Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, almacenado en el Museo de Santa Cruz, duermen las obras de este “imprencisdible”, en la interpretación de la esencia manchega. Mujeres, toros, pájaros y tierra son los temas recurrentes, de los que me interesa la visión rural, paisajística y arquitectónica de su tierra, en la eterna búsqueda de raíces tectónicas y geológicas.
Teodoro Sánchez-Migallón Jiménez, arquitecto
Fantastico lo que se apunta. Se necesitaría seguir trabajando en el concepto del paisaje castellano interpretado por el Surrealismo. En cuanto a la obra de Alberto, abandonada y triste y mal cuidada.
Algo tendrá nuestra tierra cuando los artistas más importantes se fijan en ella, y los paisanos sin enterarnos, cuanto repaso hace falta de lo proximo…