Sucedió en Toledo. 07 D19 Archivo VASIL
En los años setenta una de las mayores preocupaciones de las autoridades gubernativas era la necesidad de establecer una serie de normas orientadas a mejorar las condiciones de seguridad de los trabajadores.
De aquel objetivo nacieron las campañas “Trabaja pero seguro”, “Ponte el casco” o “Evita el accidente”.
Para la transmisión de estos mensajes, a falta de WhatsApp, Facebook y televisiones en muchas familias, la formación directa de los trabajadores se convertía en una herramienta imprescindible. Nacían los cursos de Seguridad e Higiene en el Trabajo. Una jornada (que contaba como de trabajo) en la que obreros de todo tipo eran citados en la Delegación de Sindicatos. Allí, en alguno de sus numerosos salones, el profesor exponía a su voluntarioso alumnado adulto, las normas y técnicas para evitar o reducir los accidentes en el trabajo.
Vestuario, calzado aislante, cascos, guantes…… sobre la mesa se ponían los principales elementos para la mejor protección del personal. Pero, sin lugar a dudas, lo mas impactante de aquellos cursillos llegaba con las instrucciones a la hora de atender un accidente; en caso de que se produjera, claro.
Después de simular un torniquete que evite el desangrado del paciente; después de entablillar una pierna con los listones del encofrado….. después de llenar la pizarra de conductos y cavidades del aparato respiratorio…. después de todo eso, llegaba el momento estrella. En ese punto del día formativo, aparecía en el salón un invitado “sorpresa”, un cuerpo con aspecto de hombre al que, teóricamente, se le había producido un paro cardíaco.
Aparentemente parecía imprescindible “comerle la boca” a nuestro semejante, para así, poder salvar su vida.
Visto hoy, no tiene la mayor importancia, ni el menor problema funcional; pero entonces…..
Si una imagen vale más que mil palabras, este es el caso, solo tenemos que fijarnos en la expresión de incredulidad de los tres alumnos que observan, desde una posición privilegiada, como todo un señor, con traje y corbata, se echa sobre el hipotético paciente y le insufla aire para reanimarlo.
El “boca a boca” era el recuerdo que todos se llevaban a su casa, a su fábrica. Era una imagen que tardarían en borrar de su mente, un señor, comiendo la boca de otro señor. Solo quedaba rezar para que nunca nos viéramos en una situación real.
Probablemente, aquel recuerdo del cursillo, sirviera de motivación para cumplir con las normas de seguridad. Solo pensar que ante un hipotético accidente te verías obligado a intimar con tu compañero, sudoroso, bigotudo, con el mono lleno de cal…. y sin necesidad de ser novios formales, esa posibilidad te hacía estar atento a cualquier riesgo. Definitivamente, lo mejor, era evitar el accidente.
Y como colofón la entrega de diplomas. El Delegado de Trabajo, el Delegado de Sindicatos, los técnicos y funcionarios del sindicato organizador…. todas las autoridades del ramo presidian un solemne acto para hacer entrega del Diploma Acreditativo de estar formado en Seguridad e Higiene en el Trabajo.
Algunos, mientras esperaban su turno para recoger el ansiado diploma, no podían quitarse de la cabeza aquel cuerpo, inerte, sobre aquella misma mesa, esperando a que le insufláramos el aire de la vida.
Solo si “pitaba” la reanimación era correcta. Menos mal que se trataba de un muñeco.
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Quique J. Silva
A impartir esos cursos me dedico….gracias por publicar la nota