Personajes en el Jardín
“Dejó se huella la chica, que peinó su pelo con palos secos”.
Antonio Esteban Hernando
Museo o nave, nunca se sabe
Leo, con cierto estupor y vergüenza por pertenecer a esta especie humana, que existen unos almacenes en la zona franca de Ginebra donde, entre unos pocos, tienen guardados más de un millón (que se sepa) de obras de arte con dos únicos objetivos: evadir impuestos y controlar el mercado del arte.
Este magnífico reportaje (ABC 01/06/16) se adentra -lo que la opacidad suiza permite- en un mundo tenebroso, de mafias, de magnates, de delincuentes y de “amantes” ¿del arte?, no, del dinero.
La concentración de tanta maestría nos lleva a pensar en la necesidad de modificar los parámetros de valoración e incluso llegar a la conclusión de que, si no tienes unos centenares de obra oculta en Ginebra (o similar), no eres nadie en el universo del arte.
No es suficientecon tener obra en el MOMA, el Louvre o el Prado; ahora lo que cotiza es que algún “coleccionista” te eche el ojo.
Ya sabéis amigos artistas, por un módico precio, situando vuestra obra en Suiza es más fácil su transacción y valoración. La opacidad obra milagros.
Es la hora de elegir destino entre la monarquía europea; Reina Sofía o Princesa Ginebra. La diferencia solo la marca la transparencia y la conciencia.
Quique Jiménez Silva
Impresiones entorno a Tavera
El palazzo se yergue como un navío varado ante la Vega Baja de Toledo. El Hospital de San Juan Bautista, tan genuino como contradictorio; fábrica en piedra berroqueña engalanada de mármol genovés, edificio de programa civil y religioso a la vez, la obra más clásica y al mismo tiempo más moderna de Castilla, y quizás el ejemplo más italianizante; pero sin duda alguna, la obra más española de nuestro Renacimiento.
Cuando un grupo de alumnos de la Escuela de Arquitectura de Toledo tuvimos la suerte de recorrerlo, al traspasar la penumbra del zaguán de entrada y salir nuevamente a esa reposada luz de su patio, la impresión fue clara y directa: aquel era el espacio más bello y proporcionado que había visto hasta entonces. Las infinitas perspectivas que se generan en este recinto oculto lo convierten en un universo propio. Efectivamente, el edificio es el patio, el patio es casi todo en Tavera. Casi todo, porque el alarde estereotómico de la cripta nos impresionó; espacio casi metafísico, geometría tallada, donde los juegos sonoros y la sensación de gravedad se perciben con una rotundidad atemporal.
José Mª Martínez Arias, estudiante de arquitectura
Nota: Esta entrada es la primera colaboración de Martínez Arias, y es un anticipo de un artículo más extenso que nos ofrecerá un interesante levantamiento del Hospital de Tavera y de su cripta.
BURBUJAS DE ÁCIDOS VARIADOS (3)
Le conozco, pero ya no sé quién es. Se ha pasado dos semanas cazando pokémons y no es el mismo. Es, o al menos lo parece, otro. Habla solo, mira a todos lados, da saltos inimaginables, sonríe de improviso, se agita de repente, sube o baja sin ver, se arrodilla o gesticula en cualquier parque público o en una calle poco iluminada. Por su actitud se diría que se encuentra en disposición de andar sobre las aguas o trepar hacia el pico montañoso más encrespado de cualquier cordillera milenaria. Pudiera ser lo más parecido a ese hombre-robot, que no termina de aparecer.
Sabemos, por ahora, que los robots no tienen cuerpo humano, ni pueden engañar con recuerdos implantados, ni son bellos o excepcionales como los que aparecen en la película Blade Runner. No habrán visto atacar naves en llamas más allá de Orión o rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser, pero este, que una vez conocí y ahora ya no conozco, se asemeja bastante, tras su aventura con los pokémons, a ese modelo de robot cinematográfico. Es como un humano, pero no es humano.
Les daré otra pista. Se parece a Jason Bourne. Un tipo con ojos inocentes y cara de buen chico norteamericano (los buenos chicos norteamericanos no son como los buenos chicos de cualquier otra parte del planeta), capaz de saltar, luchar, matar, hablar ruso, alemán o español sin despeinarse. Tan solo algún pequeño titubeo o rasguño. Nada de qué preocuparse. Pero, no crean, no es James Bond, Bond es un personaje de plástico y comic amarillento, guardado en una caja cibernética en un banco de las Maldivas. Bourne, en cambio, es un robot humano en busca de una memoria perdida que, en la tercera parte de la saga, termina por encontrar. Pero a lo que vamos.
Fue mi amante durante algún tiempo, pero ya solo sé de él a través de terceros. Me han dicho que su próxima actividad se orientará a cazar Unicornios. Aunque no se imaginen lo que no es: ese animal mitológico que dispone de un solo cuerno y que molido garantiza la eterna juventud, nada de eso. Serán Unicornios de Wall Street. O si fuera posible, un superunicornio. En el ecosistema de Wall Street han surgido varios: Google, Amazon o Facebook son superunicornios ya tradicionales, aunque se sospecha que existen muchos más. Tal vez menos excepcionales, pero unicornios, al fin y al cabo.
Jesús Fuentes Lázaro