Sucedió en Toledo. 31 D18 Archivo VASIL
A estas alturas de la película, ya a nadie se le escapa que en la organización territorial de nuestro país, a partir del Estado de las Autonomías, Castilla-La Mancha resultó ser un conjunto de circunstancias, casualidades, antecedentes históricos e intereses económicos, que se aglutinaron entorno a una bandera blanca y rojo carmesí (que también hubo que inventar).
Delimitado el territorio, ahora tocaba consolidar un espíritu regional y un sentimiento de pertenencia que era nuevo absolutamente para todos.
Dentro del ideario político del momento, el gobierno regional se marcó entre sus prioridades promover todo tipo de acciones encaminadas hacia un solo objetivo: “hacer región”.
En aquellos últimos años de los setenta y primeros de los ochenta, la situación de partida era la siguiente:
Desde Albacete miraban al mar y no al interior. En Cuenca, bastante tenían con sujetar la despoblación rural y urbana. Arriba, Guadalajara, ya era hija adoptiva de Madrid. Ciudad Real luchaba por no ser solo “tierra de paso” y Toledo seguía pagando sus problemas de desarrollo desde que Felipe II decidió trasladar la capital de España.
Con estos mimbres, los abnegados políticos de la Transición se empeñaron en la construcción de Castilla-La Mancha, contando básicamente con la imagen y el espíritu de Don Quijote y Sancho Panza.
Se trataba de poner de relieve todo aquello que nos unía o que, al menos, pudiera servir de conexión entre los ciudadanos.
Y uno de estos nexos siempre es la Artesanía. Cada uno con su estilo, materiales y utensilios. Dependiendo de la tierra, los artesanos trabajan el barro, la madera, el hierro…..
¡Ya hay un nexo de unión! El Trabajo. Pues manos a la obra.
En 1980 el Hospital de Tavera acoge la primera edición de la Feria de Artesanía de Castilla-La Mancha. Todo un acontecimiento económico, social y político.
Artesanos de los más remotos lugares de la joven región llegan a los patios y claustros de Tavera con sus “cacharros”, sus “filigranas” y toda la ilusión por darse a conocer en un espacio nuevo.
En aquellos momentos ellos no son conscientes de la importancia de su papel como integradores; como vertebradores de un nuevo territorio al que le quedaba –y le queda- mucho camino por recorrer.
Algunos de estos artesanos se quejaban entonces –y lo siguen haciendo en la actualidad- del papel que les hacen jugar en un regionalismo que no termina de calar entre los ciudadanos de Albacete, Cuenca, Guadalajara, Ciudad Real y Toledo.
Pero FARCAMA sigue…… tal vez sea porque el objetivo inicial aun no se ha logrado.
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Quique J. Silva