Toledo cambió niños por turistas [Quique J. Silva]

Sucedió en Toledo. 3 D20 Archivo VASIL


Tradicional tienda de “souvenirs” con el género en la calle, presidiendo “La Gitanilla”.

No lo he podido evitar. Ha sido ver “La Gitanilla” con el fondo de “Las Postales” y venir a mi cabeza todos los tópicos turísticos que circulaban, circulan y circularán por nuestra Ciudad Imperial, Patrimonio de la Humanidad.

Partimos, como siempre, del pasado. Toledo era un núcleo de población en torno a un peñón, tatuado con callejuelas y plazas que tejían una red de viviendas, en su mayoría casas de vecinos, que daban cobijo a padres trabajadores, madres hacendosas y niños juguetones.

Otras veces, al torcer una esquina o al coronar una cuesta, emergía, como por arte de magia, un gran edificio casi siempre religioso, en forma de iglesia o convento.

Salir del casco era, casí, ir de excursión. Echar la tarde. Cargarse de agua y merienda para bajar a jugar al fútbol a los Campos de don Gregorio.

Aprovechando que la mayoría de las calles aún no estaban “empedradas”, la tierra del suelo permitía hacer un “guá” para las canicas, clavar la “lima” o lanzar la “trompa” para que bailara el mayor tiempo posible.

Pero, sin lugar a dudas, dos de los juegos favoritos eran el “pite” y las “carreras de chapas”.

Yayi jugando con la arena en el cerro de la Virgen de Gracia.

De pronto, al Ayuntamiento le da por empedrar las calles y, lógicamente, prohibir hacer agujeros para los “guás”. Ya no es posible clavar la “lima” sobre el cemento y marcar los límites de la pista para correr con las “chapas”.

¡Cada vez nos ponían más difícil jugar en la calle! Al menos nos quedaban los parques (aún sin hormigonar); el Miradero, el Tránsito, San Cristobal, la Vega…… pero el tiempo también pudo con estos.

Literalmente nos “echaron de la calle”. Insisto, nos dejaron sin espacio exterior para hacer esa vida de barrio “que tanta sabiduría aportaba a nuestra formación”. 

No sé si queriendo, o sin quererlo, nos empujaban a los locales asociativos de la OJE, los Kostkas, los Escouts….. y otros grupos afines al poder establecido.

Lo cierto es que, en pocos, muy pocos años, las calles se vaciaron de niños.

En el paseo del Tránsito las postales y las láminas de El Greco son el “gancho” para visitar la tienda.

Hasta entonces, los niños y los turistas compartíamos espacios comunes. Si venía un grupo parábamos nuestro juego para no clavar la trompa a nadie en el pie. Ellos, a su vez, eran respetuosos con nuestros circuitos esculpidos en el suelo e incluso, en algunos casos, se atrevían a lanzar alguna canica al “guá”.

Podemos decir que nos llevábamos bien. Nos mezclábamos como parte del paisaje que ellos, asombrados, intentaban guardar para la memoria en forma de “foto”.

Hasta aquí, los que tengan menos de 50 años no se están enterando de nada, pero vayamos a la conclusión.

Primero desaparecimos de la calle los niños; luego, con la expansión de la ciudad y en busca de mejores condiciones de habitabilidad, fueron desapareciendo las familias y más tarde, al no haber familias a las que abastecer, lógicamente, ha ido desapareciendo el comercio.

Cuando a los niños del “casco” los echas de la calle; cuando las familias buscan mejor acomodo en la “ciudad moderna” y cuando, finalmente, los comercios no tienen a quien vender, el resultado es sencillo: solo quedan los turistas.

Ya no se mezclan con nadie, solo entre ellos. Ya no pueden fotografiar a los niños jugando en la calle; sencillamente porque no hay.

Los viejos comercios han ido dando paso a nuevas tiendas de “souvenirs”. Una al lado de la otra. Una calle, otra calle.

Tal vez tenga que ser así. Tal vez esto sea el tributo al desarrollo económico y social.

Tal vez, si no hubieran echado a los niños de la calle, las calles seguirían siendo compartidas por toledanos y por turistas.

Tal vez, solo tal vez.

(Archivo VASIL: ver más entradas)

Quique J. Silva

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5 Comments

  • Maria Candelas Conde M. De hijas

    Despiertas en mi la nostalgia de una niña feliz, libre, que jugó y compartió
    todos los espacios que describes. Hoy, ya en la tercera edad, despues de abandonarla por circunstancias de la vida, vuelve a su ciudad, la encuentra hermosa,mismos sitios, pero lugares diferentes, mucha gente concentrada en poco espacio, el resto vacío. Paseo por esos lugares solitarios, levantó la vista, vuelan los recuerdos, sueño el pasado, despierto, ya no existe,mi cuerpo responde pero mi alma es el vacío.

  • Bello artículo, amigo Quique. Yo, aunque sea más joven, también recuerdo las existencia de algunas calles de tierra apisonada y cuando los niños nos movíamos por ellas con total libertad, porque no pasaban muchos coches y se hacía vida de barrio. Gracias por estas píldoras con que nos obsequias periódicamente desde esta tribuna.

  • Sagrario

    Hola Quique, creo que soy la niña que sale en la foto que publicas (Yayi jugando en el cerro de la Virgen de Gracia). Harías el favor de decirme en qué año se tomó la instantánea?

    • Enrique Jiménez Silva

      Efectivamente Sagrario, eres tu. Aquella Yayi pequeñita de la calle de las Bulas. La foto la tengo fechada en 1968/69.

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