Sucedió en Toledo. 39 D16 Archivo VASIL
Antonio Dueñas. 1969. Desde su kiosco en la Vega, ha sido durante muchos años la referencia del “castañero” que invierno tras invierno colocaba su bidón de carbón en la calle para ofrecer al transeúnte un alivio, sobre todo, contra el frío. Heredó la tradición de su madre y ha cuidado y guardado el secreto de la castaña bien asada. Con sal o sin sal.
Junto al no menos histórico kiosco Catalino, el señor Dueñas vio pasar promociones y promociones de estudiantes camino de la Escuela de Maestría, primero, y del Instituto El Greco, después. Un lugar estratégico también frecuentado en el mes de noviembre por miles de toledanos, cubo en mano, que subían al cementerio para “adecentar las lápidas”; momento que dueñas aprovechaba para iniciar la temporada.
Como se puede apreciar en la foto, el proceso se realiza sin trampa ni cartón: bidón, carbón, tapa agujereada, espumadera y castañas. Sin aditivos, sin conservantes, sin colorantes……. Eran otros tiempos.
El negocio era posible porque a pesar del frío se transitaba por la zona. Ligeramente adelantado sobre el resto del kiosco, el castañero sale al encuentro del cliente. La mayoría éramos peatones; la mayoría comíamos castañas; la mayoría no estábamos a dieta.
Por cierto, ahora, que rememoramos el romanticismo, el aroma y el sabor de una buena castaña, no entiendo por que, este afamado fruto se ha terminado asociando a “aburrido” o “borrachera”.
¡Viva la castaña!.
Nota: En su edición de Toledo, el diario ABC reproduce esta entrada del blog y realiza una comparativa sobre los castañeros de ayer y hoy.
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Quique J. Silva