Bahamontes en el pódium [José Ramón G. Cal]

El pueblo de los caldeos en Mesopotamia, hace tres mil años, tenía por costumbre idolatrar a sus hombres más virtuosos. Los griegos y, más tarde los romanos, siguiendo esta tradición, lo llamarón apotheōsis: una ceremonia en la que se ensalzaba con honores y alabanzas, colocando entre los dioses a aquel mortal que había contribuido de manera destacada al bien de la comunidad y era digno de admiración perpetua. En el teatro y ópera la apoteosis es la exaltación final, el momento culminante. En el cuadro “La apoteosis de Homero” de Ingres, se representa como la aristocracia de sabios ilustrados ensalza en el podio del Partenón al autor de la Ilíada y la Odisea, mientras un ángel le corona con el laurel de la victoria. Reconocer las virtudes de aquellos que destacan por sus hechos en vida es propio de las sociedades civilizadas. Continuar leyendo