A mesa puesta
Dios y mi familia saben que me gusta el pavo. Me encanta, hechiza, cautiva, embelesa, seduce, enajena, encandila y fascina depositar el pavo asado sobre la mesa en la cena de Nochebuena. Antes, me encantó, hechizó, cautivó, embelesó, sedujo, enajenó, encandiló y fascinó emborracharlo, rellenarlo y mimarlo en el horno hasta que tuvo su punto. Y como soy de la cervantina opinión de que donde hay música no puede haber cosa mala y, además, estoy convencido de que las ondas musicales alteran para bien la condición de los alimentos y de los guisos, yo pongo música siempre que cocino pavo, en otras ocasiones también, bueno, siempre pongo música en la cocina, pero, para el pavo, subo el volumen. Continuar leyendo