César. Tiranía. República. Conjura. Idus de marzo. Asesinato en grupo. Palabras incomprensibles a Marco Bruto que popularmente se han traducido como “tú también, hijo mío”. Es lo que nos cuentan en el colegio. En fin, sucesión de imágenes que forman la secuencia del asesinato de César, aquel que había cruzado el Rubicón – en realidad un riachuelo – pero que en la imaginación se confunde con el paso de un río feroz, probablemente por el rumbo que tomaría su política para acabar con la República. Y luego, ¿qué? El luego, el qué y el cómo es lo que se cuenta en el libro de Peter Stothard “El último asesino”. Y como subtitulo “la caza de los hombres que mataron a julio César”. Lo que se produjo a continuación fue una guerra civil, no se restableció la República, se instauró un modelo dinástico y uno a uno los participes en la conjura fueron suicidándose o cazados por una venganza sin límites temporales, amparados en la “Lex Pedia”. Todos los conjurados eran colaboradores o amigos de César, todos ilustrados y miembros de familias distinguidas de Roma. Entre ellos, Cicerón, un narcisista, ególatra, maniobrero, ambicioso, desleal con lo que no fuera su proyecto personal. Continuar leyendo