Alberto Sánchez, la dignidad de la pobreza [Jesús Fuentes Lázaro]

@ Javier Longobardo

Se suele decir que los principios y valores de lo que seremos en la edad adulta se fijan en el cerebro en los primeros años de la infancia. Sea cierto o sea falso, a partir de ahí, todo son variaciones, interpretaciones, vueltas y más vueltas sobre los mismos temas y los mismos asuntos. Alberto Sánchez nació y vivió en la pobreza, cercana a la miseria. Sintió la pobreza como una fuente de imaginación y creatividad. Nada que ver con los llamados artistas del hambre que proliferaron en los siglos XIX y XX que anunciaban como forma de arte una presencia despojada de todo, hasta del alimento. Las estrecheces económicas de los años de la infancia reaparecerán de diversas maneras en la vida adulta de Alberto hasta constituir una austeridad interior que condicionará su vida y su obra artística. Si no fue un escultor y pintor de más renombre se debió a esa austeridad que mantuvo durante toda su vida. No ambicionaba el dinero, no ambicionaba la fama, ahorraba en materiales y prefería la vida sencilla, casi primaria, a las complicaciones de la fama. Aunque de no haber nacido pobre no hubiera hecho la obra que hizo. Para pintar o esculpir le bastaba la imaginación que se había despertado en él desde pequeño, producto de las carencias. Su obra fue su forma de dignificar la pobreza de su vida y de la época. Resultó el antídoto que empleó en sí mismo para no vivir del rencor, no convertirse un artista permanentemente agraviado o combatir el narcisismo que se manifestaba en muchos personajes que conocía. Era el antidivo que terminaba ocupando el centro de las reuniones. Continuar leyendo

El exilio de Alberto Sánchez [Jesús Fuentes Lázaro]

Pabellón de España en la Exposición Internacional de París de 1937 con la escultura de Alberto: El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.

No ha tenido suerte hasta ahora el escultor más importante de Toledo, Alberto Sánchez. Su vida fue marcada por los exilios. Tres físicos, que sepamos, y varios otros mentales, que ignoramos. El primer exilio, interior, se produjo en su juventud. El segundo, exterior, cuando se vio obligado a abandonar España para vivir en un país tan diferente al suyo como Rusia. El tercero, ya él no lo vivió. En un día sin fecha, de un mes cualquiera, de un año indiferente la parte de su obra cedida a la ciudad se almacenaba en la que fuera biblioteca antigua en compañía del polvo y los fantasmas. Amontonadas y abandonadas estuvieron durante años hasta que el empecinamiento de Juan Sánchez consiguió un trato menos duro para las obras allí soltadas. El Museo de Arte Contemporáneo de Toledo se cerraba sin explicación ni motivos aparentes. Sus esculturas y dibujos, tan innovadores, eran condenados a purgar su modernidad en un lugar improvisado junto con las obras que otros creadores de la España cercana habían proporcionado para el mencionado museo como acompañamiento a la trayectoria artística de Alberto Sánchez. Continuar leyendo