Entre las Ferias Mundiales de New York de 1964 y la de Osaka de 1970, como emblemas fulgurantes, se sentarán las bases posteriores de la emergencia de las Follies en sus nuevas versiones e interpretaciones. Un recorrido parecido a escala japonesa como el verificado entre 1974 y la Nagakin Capsule Tower de Kurokawa, y 1989 con el edificio M2 de Kengo Kuma. Particularmente ese sentido de la profundidad de lo superficial se acrecentará en 1980 con la Bienal de Venecia –regida con el lema de La presencia del pasado y con la muy publicitada Strada novisima– y eclosionará con la exposición de 1983, ya citada de Follies. Arquitectura para el pasaje del finales del siglo XX. Baste ver que el texto del catálogo de la exposición, de mano de B.J. Archer deja ver la contigüidad entre ambas manifestaciones. “Las Follies se aproximan más al modelo de la Bienal de Venecia, que suscita manifestaciones estilísticas y teóricas, expresadas en dibujos y maquetas que responden a las condiciones fijadas por el organizador de la exposición”. Continuar leyendo