Sala de Catarq 4
Villanueva de Franco, se asoma como un brote tierno y blanco en la nada, terrosa y asolanada, de la altiplanicie manchega.
Con una ordenada e infinita trama radial, generada desde un epicentro donde se clavó el mástil y los agrimensores estiraron las sogas, desplegando el velamen escurialense, donde los chapiteles pizarrosos punzonaban el azul brumoso de Antonio López. Continuar leyendo