Fueron dos momentos del siglo XX. Dos tiempos distintos y sin conexión. Como dos explosiones que cambiarían la cerámica en Talavera de la Reina y la de Toledo. Cuando en Talavera, Ruiz de Luna abría taller en 1908, la cerámica de la zona llevaba más de cien años muerta. Aquella industria que en los siglos XVI y XVII había convertido a la ciudad en punto de influencia en el territorio había desaparecido. Solo quedaban pequeños alfares con artesanos rutinarios, manteniendo una tradición más relacionada con los usos utilitarios de sus trabajos que el arte. Ruiz de Luna, espoleado por el Padre Vaca, intentó rescatar el espíritu perdido de la cerámica con la innovación, las variaciones de los motivos, el empleo de colores nuevos, la copia no mimética de los modelos italianos renacentistas, el tratamiento de las piezas de barro como si fueran obras de arte y su conexión con la arquitectura. Todo se podrá contemplar en la gran exposición que se organizará en Talavera de la Reina con el ambicioso proyecto de mostrar seis mil años de la cerámica en Castilla-La Mancha. Continuar leyendo