
Siempre me pareció que la Catedral de Toledo es el anti-gótico, que su situación deprimida en la topografía de la ciudad, la forma de entrar bajando en vez de subiendo, mirando al suelo en vez de al cielo, su extensa horizontalidad, su aire denso y lóbrego, sus rollizas columnas, sus arbotantes encorvados, su claristorio mojigato… nada tienen que ver con la esbeltez, ligereza y el pandemónium colorido estilo que se rebeló para salvar a Europa de las tinieblas del medioevo. No, la toledana no es la Sainte Chapelle. Continuar leyendo