Aquella noche la preocupación por el futuro de la humanidad no le permitió conciliar el sueño. Él debería encontrar una solución para sus criaturas. Pensó dios durante siete días con sus noches, desayunando un día sí y otro no —pues en la mortificación se aguza el ingenio, lo dijo San Simeón el estilita al que tenía bastante aprecio— en la confianza que ayudado por el espíritu santo, al que por ser una paloma no le afectaba la pandemia, encontraría una divina solución para salvar al género humano dado que los otros géneros, salvo algún gato, no corrían peligro. Continuar leyendo