El balance historiográfico que se suele realizar, a propósito de la experiencia construida de Regiones Devastadas, concluye con la afirmación de su Tipismo y su Tradicionalismo. Tipismo y Tradicionalismo a lo largo de los años cuarenta sobre todo, que contrastan con otros esfuerzos precedentes, habidos años antes, en que los empeños por la definición de la Forma Arquitectónica, se habían movido en unos polos antitéticos, tales como Funcionalismo y Modernidad. Quiere ello decir, que la citada experiencia de Regiones Devastadas, coincidente con la llamada Autarquía Política, no deja de reflejar otra suerte de Autarquía Formal, incluso de un hipotético Autismo edilicio y constructivo. Revelando además, la justa correspondencia entre un Régimen político y su prolongación edificada. Basta para ello, para aceptar esas premisas del Tipismo y del Tradicionalismo implícito, con realizar un recorrido por algunas de sus realizaciones emblemáticas para acordar la idoneidad de lo afirmado. El retorno a valores precedentes a los articulados por la breve experiencia republicana, se reviste como piedra angular de las figuraciones propias y de las argumentaciones teóricas de Regiones Devastadas. En esa andadura del descubrimiento de las esencias hispanas, cual si de un ‘Heimatstil’ germano se tratara, se articulan una diversidad de propuestas estilísticas: desde el hondo ruralismo, al tradicionalismo vernacular; desde un rancio historicismo a la pretensión de la codificación constructiva que dicta la geografía regional, promovida por Antonio Cámara o la imperialidad que trata de dictar Diego de Reina. Todas esas valencias y lenguajes, desfilan en diferente grado de intensidad, en las actuaciones de Regiones Devastadas. Actuaciones que pivotan entre las rehabilitaciones del legado histórico y patrimonial dañado en la Guerra Civil, y el levantamiento de nuevas realidades edilicias en formas de barriadas y pueblos nuevos onomásticos y conmemorativos. Continuar leyendo