En los años sesenta la NASA y la РOCKOCMOC, los de las Apollo y las Soyuz, Nixon y Crouchev, americanos versus rusos, competían en tecnología por llegar a la Luna. Dentro de los innumerables problemas domésticos que había que solucionar para adaptar la vida al espacio, uno fue el de poder escribir. Los bolígrafos no funcionaban en ausencia de gravedad, la tinta del cartucho no alimentaba con fluidez la pequeña esfera de la punta, y los astronautas no podían tomar notas de sus observaciones y experimentos. Imagínese la misma angustia que produce un boli gastado en la Tierra pero orbitando en el espacio y sin poder apuntar con certeza las coordenadas de vuelta de la nave, ¡Houston, we have a problem! Continuar leyendo