La diseminación y enraizamiento de la arquitectura moderna en España fue significativamente dispar en su desarrollo temporal -con una marcada ruptura entre dos generaciones- y su geografía, caracterizada desde hace siglos, por la desigual densidad de población en su territorio. Si las particulares circunstancias políticas y económicas de la nación supusieron un serio obstáculo para la expansión de las ideas de la modernidad, la condición periférica de las poblaciones de provincias dificultó aún más esta difusión. Es el caso particular de la ciudad de Toledo, que a mediados del siglo XX había tenido un escaso desarrollo fuera de la ciudad histórica, y cuyas instituciones permanecían fuertemente ancladas al historicismo y los lenguajes que le eran propios. La arquitectura moderna fructificó en estos territorios en contados ejemplos que hoy podemos considerar rara avis, unas piezas que tienen el valor de lo insólito y de ser portadoras de unas ideas de renovación que encontraron su particular acomodo en lugares ignotos. Continuar leyendo